Conocerás al amor de tu vida

 


"Caminaba mirando los edificios bajo la lluvia, de nuevo impersonal y omnisciente, ciego en la ciudad ciega; pero un animal conoce su selva; incluso si se pierde. Perderse también es un camino". (Clarice Lispector, La ciudad sitiada)

Aunque lo más probable es que no, puede pasar. En el mismo lugar de siempre, bajo el mismo cielo, y con pocas cuadras de diferencia, lo más probable es que ahí aguarde el verdadero amor de tu vida. Aunque aclaro que no lo creo. El procedimiento es bastante simple, convenientemente ese amor de esa vida tiene que estar cerca de uno, y lo que se termina por hacer es encajar las cosas y ya, todo cerquita y sin mayor esfuerzo. Funciona en todas partes, porque no queda otra. Suponiendo que no tenemos demasiado tiempo para realizar una pesquisa bien exhaustiva, uno sale a hacer lo que más o menos hace todos los días, por ejemplo yo me voy al chino del barrio a comprar la cerveza de todas las semanas, y me siento en la vereda de Francia y Garay, contra el mismo paredón de siempre, y me quedo mirando un rato la calle esperando porque pase algo que me cambie la vida. La mayoría de las veces no pasa nada. A decir verdad, nunca pasa nada. A lo mejor un perro me ladra o Scardanelli se me sienta a filosofar al pedo un rato, mientras me toma la cerveza. Pero supongamos que otra persona se acerca y me tira una onda. Bien, ahí tendría -yo- la oportunidad perfecta para forzar la alineación de los planetas. Nos sentaríamos y estaríamos los dos dispuestos a que estamos conociendo al amor de nuestras vidas, porque ya va llegando un tiempo en el que se pierden las esperanzas y mejor hacer que las cosas funcionen como venga. Por lo menos para empezar a narrar esa historia en la que una persona nos marca de una forma que no teníamos idea en ese momento, porque a las claras no sentimos nada parecido a lo que, pasado el tiempo y la distancia, imaginamos que fue una señal del destino. De eso salen las mejores historias, sobre todo de las imposibilidades de desarrollo de ese amor, porque si se concretara se iría degradando hasta convertirse en material predecible, que se va degradando hasta un acostumbramiento. Y menos mal que el verdadero amor de mi vida se toma el 554 a la misma hora que yo. ¡Qué afortunada coincidencia! Y también menos mal que habla el mismo idioma, y menos mal que está tan resignado como yo para conformarse conmigo. Y gracias a esas películas donde pasa algo muy similar, pero con mejor presupuesto y un guión todavía más exagerado que mi desesperación por encajar las partes. Entonces en esa escena final de Piso de soltero me siento a veces Jack Lemmon, otras Shirley Mac Laine. A vceces estoy feliz y miro a alguien a la cara y le digo que “te adoro completamente”, aunque sé muy bien que en algunos días más se va a ir y voy a estar otra vez colando los fideos en una raqueta de tenis modelo 1950, en la misma piecita de siempre. A veces soy triste y atormentado, como Shirley, y lloro un poco y me dejo consolar por un pobre tipo que sé que voy a dejar la semana que viene después de mentirle un “te quiero”. Y nadie es malo, porque no es una cuestión moral, solamente es esa historia que acarrea con tantos agujeros en el guión, y yo me la paso corriendo para tratar de cubrir algo dejando descubierto todo lo demás, y mejor tomarme un trago bien largo, y pensar de una vez por todas en que el amor puede ser más interesante que una película de atracción fatal entre dos. Puedo empezar desde ahora a pensar en que ese sentimiento que parece tan copado a veces y tan venenoso otras, se puede socializar. Y que mejor estar dispuesto a conocer muchos amores de la vida en muchas situaciones, sin tener que cagarle la vida a nadie, sobre todo a mí mismo. Como el universo utópicamente pacífico que tanto pregona Yoko Ono. Y qué bien que envejeció Yoko y qué mal –paralelamente- Mirtha Legrand. Espero estar más cerca de la ex quinta beatle que de la mujer de los almuerzos esclavistas. En fin, un trago más y se me va otra birra, que sería algo así como la cerveza de mi vida, y que me va a dejar dormir más tranquilo esta noche. A lo mejor me vea Piso de soltero una vez más, y me identifique plenamente con el bueno de Jack Lemmon, y largue un par de lágrimas con ese “te adoro completamente”, que en verdad creo que es la mejor manera de decirle a alguien que es la persona más especial en ese momento. Y sí, mejor que Shirley te diga gracias, pero mejor no, porque ese momento no merece la degradación. O mejor aún, como en la película, que venga el fundido a negro y que nos quedemos con esa imagen y la recordemos cada vez que no seamos tan felices. ¿A qué venía todo esto? Cierto, eso de salir a patear por la ciudad en busca de vaya a saber qué, o esperando vaya a saber qué, o pujando por vaya a saber qué. A veces es mejor perderse un poco, y dejar que las cosas se desquicien para donde quieran. Tal vez, al final del día haya un banquito esperándonos para tomar un poco de aire, mirar los árboles de la plaza y pensar en que a veces es mejor que las historias se cuenten y no se vivan, se recuerden y no se gasten. Después de todo, si ponemos un poco de ganas y aprovechamos el viento a favor, podemos llegar a conocer el amor de nuestra vida. Hoy, esta tarde de jueves, para mí, es este trago de cerveza, esta pared del barrio Rivadavia, la lluvia, y la certeza de que si me paro todavía puedo seguir andando, amando…  

 

-----Siiiiiii, gracias Ronnie por estar ahí siempre........

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