“Cuando el
virus se relaje un poco voy a desayunar cada mañana en una mesa de un bar
distinto de la ciudad en que me toque vivir. A leer el diario en papel, a
ensuciarme las manos de tinta. Me sentaría solo en un café a mirar hacia la
calle por la ventana. ¿Cuánto tiempo va a pasar antes de poder hacer algo tan
simple? No me gusta el precio que estamos pagando por mantener toda esta mierda
a flote” (Pablo Ramos, “El origen de la alegría”)
“Esta tarde
llueve, como nunca, y no / tengo ganas de vivir, corazón” (César Vallejo, “Heces”)
No me digas
que ya no te sale escribir de corrido más de cinco minutos ¿Desde cuándo te
secaste de palabras? ¿Será el calentamiento global? ¿Serás un globo pinchado?
¿Picado? Y no quieras poner todo en versos, porque es innecesario. Afuera
existen un sinfín de glóbulos orbitando espantosos centros urbanos, que son
como la falopa berreta, súper dañinos para el corazón no domesticado. ¿Para qué
lo necesitás, lo necesitamos? Al corazón, digo. ¿Para ducharte y quedarte
mirando el techo a lo Jim Morrison, a
ver cómo te insisten con eso de que siempre se está en el peor lugar del mundo,
rodeado de la peor gente? Para consumir mentiras como esas es mejor saltar de
la punta de una escollera y ver qué pasa, más en sintonía con la Storni, la
Alfonsina que paseaba por el barrio Rivadavia para ir juntando imágenes que se
llevaría mar adentro. Igual mejor no lo hagas, mal consejo. Tampoco es verdad
que Alfonsina estuvo en el barrio Rivadavia, y si saltás de la escollera te vas
a hacer mierda seguro. Ya ni sé
cuántas veces escribí la palabra mierda
en todo el año. ¿Servirá de algo contar eso? Habrá algún departamento en la
facultad de filosofía y letras que estudie eso, con seguridad, y si no lo hay
debería haberlo. Pero mejor tendría que estar en la facultad de exactas, que
son más limpios y ordenados. ¿Por qué un poeta tiene que oler a mierda? ¿Por qué esos libros de
poesía tienen que estar siempre en los
lugares más incómodos de las librerías? ¿Será porque a la poesía se llega con
esfuerzo y mal olor? ¿O será porque una vez que damos con un verso no hay más
remedio que dejar de bañarse, entregados únicamente a la lectura y a la
búsqueda infructuosa de palabras que valgan la pena?. Es la primera vez que
escribo drogado. Una de las dos afirmaciones es falsa, mentira. Cuesta entender
mis palabras, al menos a mí. Sobre todo cuesta entender mis acentos y – aún más
– mis días nublados. En verdad, esta sería una nota de agradecimiento a esas
personas que intentaron descifrarme, como a una muy mala adivinanza. Personas
que se fueron ofendidas y con las manos vacías. Perdón, no pude con eso. No
puedo con las palabras porque no me necesitan, ellas se bastan por sí solas. Yo
soy un canal, uno muy malo, pero necesario. Por mí las historias pasan y
continúan hacia un futuro mucho más estimulante, porque en realidad nunca me
pertenecieron. ¿Consuelo? Este, el de nada más y nada menos que ponerme a
escribir, como si fuera que me siento a cagar en el medio del fin del mundo. Mierda. Puedo adaptarme a cualquier
formato y situación, con mi culo y mi escritura. Soy una cucaracha de la
literatura y ando merodeando por la basura más putrefacta, y me escondo de la
luz del sol y de la gente que es muy linda, a la que sólo puedo ver con máscara
de soldador. Mi realidad es subterránea y huele a…mierda, bendita mierda.
Sabías que podría escribir esa belleza de palabra cien días seguidos, y girar
para ver que quedó atrás, todo el año que se viene. En serio, ¿cuántas veces la
habré escrito este año? ¿Cuántas mierdas
habré escrito? ¿Cuántas mierdas me
habré tragado? ¿ Y cuántas más mierdas
puedo llegar a proyectar? 2022 el año de la mierda.
¿Dije canal? más bien una cloaca que va filtrando porquería en cada tramo de
vida que le llega al inodoro de su piecita, la misma de este y todos los años.
Barrio Rivadavia, esos lugares que ni se nombran, porque ¿para qué? Cada rincón
de Mar del Plata y Batán son iguales, gemelos, se tocan y se parecen. Todos
cagan igual de caro, igual de barato. Tanta mierda,
a veces, se estanca, y ahí todo eso se confunde con filosofía de vida, maneras
de vivir que no son más que muy malas lecturas de Proust, Joyce, Kafka y
Cervantes. Lo siento, es mi secreto del día. El Santo Grial existe ahí, y
después de eso nomás nos queda administrar paladas de mierda. Y gracias a tod@s l@s admistrador@s cloacales, sin ustedes
la literatura descansaría en paz. Reconozco que sin mí, el barrio sería mejor,
se escribiría mucho mejor. Pero, para desgracia del universo, acá estoy y
pienso seguir cagando mi mierda. Nada
personal, nada impersonal. Solo es esa rara sensación de especie, necesidad de
continuidad de algo. Creo que escribí mierda
365 veces en todo este año que termina. Por suerte, nos vamos juntos por la
misma cloaca, por el mismo canal. Al menos, es lo que puedo prometer hasta la
semana que viene. Y ahora me voy, queda mierda
por procesar todavía.
********Un poco de obviedad debiera haber en cada texto, ¿no? Bien, lo que no necesita explicación es la siguiente música de fondo para cualquier día/mes/año de mierda:
***********************************************************************************************Humildemente, Juan*********Del otro lado de esta suerte de catarsis***********************A lo mejor sólo fue que se me rompió un caño del baño*******************Salud!*******
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