Imagino que
con la vida pasa algo similar a lo que sucede en la última película de
Matrix, la que vendría a ser la cuarta de la saga. Quiero decir, lo mejor se da
en la primera parte, después el peso de la memoria, los recuerdos y el envejecimiento,
bueno, llevan a que ese inicio estimulante se vaya diluyendo, como pastilla
roja pasada por agua. En eso estaba pensando hoy, sentado en esta vereda de
siempre, cito: Castelli y Francia, verano, barrio Rivadavia, casi-feliz navidad
y postpróspero año nuevo. A esta altura del todo no me queda mucho por pensar,
nomás intentar hacer una especie de racconto de lo que fue ayer a la noche, con
algunas cosas raras que pasaron y que recién ahora empiezo a decodificar:
1. Me
enteré en la fila del cine, de que había que sacar el permiso o certificado o
lo que fuera de vacunación, para poder entrar. Ahora que lo pienso habrá sido
una advertencia. En caso de haber recibido solo una dosis de vacuna anti covid
19, tal vez tenía el permiso sólo para ver una hora de la nueva de Matrix, lo
que hubiese sido un verdadero golazo. Por desgracia, me la tuve que fumar
enterita.
2. Hay
gente que se empeña en ser muy molesta en el cine, todavía. Serían las once de
la noche, y entiendo que hay mucha emoción por el hecho de poder volver a las
salas a ver películas, y que hay mucho miedo a que en el futuro cercano este
divertimento se desvanezca como algoritmo en Matrix, con símbolos raros y
verdes que caen como catarata. Peeeeeeeeroooo, ¿tanta desesperación por comprar
comida y hacer ruido por más de dos horas, inclusive en las partes más
dramáticas? Por fortuna, todo lo que tiene de dramático la nueva Matrix, es muy
flojo. Entonces me voy a des-decir: gracias por los pochoclos y los nachos y
los morcipanes cinéfilos.
3. Parece
que la tendencia sigue más o menos igual, y es que lo único que “funciona” en
las pantallas grandes de ciudades como la nuestra, es el estreno de zagas,
continuaciones o nuevas entregas de viejas ideas, de viejos súper héroes. Y una
paradoja llamativa: el hombre araña tiene como cien años de existencia, pero en
las películas aparece cada vez más joven. Por su lado, el pobre y siempre conflictuado
NEO, apenas veinte años después, luce bastante achacado, hasta le ponen canas
en alguna escena. Me pregunto cómo estaré yo, que también fui arrasado por
veinte años entre Matrix y Matrix, utilizado como batería para el
funcionamiento de máquinas que realmente no tienen idea de para qué funcionan.
Nos conviene el multiverso, una suerte de país del nunca jamás, donde los Peter
nunca envejecen.
4. Esto fue
lo que más disfruté de la película: una escena en la que Keanu Reeves camina
solo por la calle, entre locales cerrados y algún hotel que parece tener una
luz tenue en el fondo, con la noche dibujada medio en serio y medio con esos
simbolitos verdes. Esa sola pintura sería lo mejor del universo Matrix, la
soledad en su máxima expresión, el héroe melancólico y angustioso que camina medio
perdido y sin rumbo claro, dentro de un mundo que se descascara a su alrededor,
y que luce tan falso como criptomoneda semanal. Y listo, ahí tenía que empezar
y terminar la película.
Y yo salí
de nuevo hacia el barrio Rivadavia, que es como una suerte de Matrix
des-cargado, dentro de una Matrix con batería baja, que vendría a ser el mundo
o algo así. De NEO no tengo nada, ojalá pudiera conseguir ese tapado negro. Más
bien, sería medio OLD, o viejecito en formación. Tampoco están esos edificios
gigantescos acá en Jara. Más bien, parece como que ya tuviésemos ante nuestros
ojos la Matrix con sus codiguitos verdes deshaciéndose. Pero no pasa nada, no
temas. Hace mucho calor, el viento establece prioridad en la costa, y no hay
ningún Morfeo especialista en kung fu con ganas de poner las cosas en su lugar,
con ganas de cagarme a palos para decirme: ¡Hey! Despertate de una vez. Si no
te gusta la historia, ponete a escribir la tuya propia, a ver si en una de esas
se te ocurre algo original, y le sacamos el velo a toda esa gente que se empeña
en buscar autoayudarse, comprando libros de autoayuda, que son una Matrix en
sí, pero con un objetivo bien claro: la ganancia absoluta para el autoayudador,
que escribe para autoayudarse el bolsillo. Acordate lo que dice el nuevo
Morfeo, en realidad no hay opción, siempre que llegues a esa instancia de
elección, vas a optar por la pastilla roja. El inconveniente es alcanzar ese
ansiado instante, ser el elegid@.
Acá debería
terminar esta semana, pero voy a seguir un poco más, a lo Matrix IV, buscando
autosabotear un par de ideas más o menos potables que vengo llevando a los
ponchazos. Porque, en verdad, la noche no la terminé ahí en el cine. Hubo un
regreso a oscuras y por la puerta de atrás, con cara de póker estilo Keanu
2022. Todo lo que llevó a realizar una especie de evaluación del año (ya
casi)pasado, repleto de vaivenes, como supongo que son todos los años. Puede
que establecer una comparación sirva de algo, entonces insisto con la idea del
principio, y me meto en el museo de mi vida, tal como hace esta última película
de Matrix con su propio pasado: no hay duda que las mejores partes son las
primeras, y que estirar las cosas no sirve de nada y no vale la pena, más que
por una cuestión materialista concreta, o solo por ceder ante la presión de
alguien más. Puede que eso me haya pasado en estos últimos meses, puede que
tenga que ver con mi escritura. Como sea, lo mejor –como le pasa al
protagonista- será estar bien atento a la realidad que se presente ante mis
ojos, sin olvidar nunca que no tengo otra manera de funcionar más que en el
lenguaje y por el lenguaje. En una de esas, podría ser muy inteligente aprender
bien qué carajos quieren significar esos símbolos verdes que caen como catarata,
que no es ni más ni menos que la materia de la que estamos hechos cada un@ de
nosotr@s, y sobre todo yo. Perdón, suena el viejo teléfono de siempre, me voy a
desconectar antes de que me desconecten primero. Sin señal hasta el año que viene.
*****Y como bonus track o regalo navideño, comparto la que para mí es la mejor música de toda la saga Matrix:
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