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El viejo año nuevo

 


“Kurt observó que en “El Paraíso” el tema de la edad, de la vejez, constituía un estribillo, un refrán de balada que volvía en las conversaciones. Ya Don Boní le había dicho que había cumplido mil años y Carlota Bramundo había rogado, como parte interesada, que no tocaran el asunto. Pero, por otra parte, Silvano lo había acostumbrado a la música del mismo “ritornello” pesaroso “Soy un viejo pecador – repetía -, soy un pecador viejísimo”. Quizás, más allá de cierto límite -pero ¿cuál sería, en verdad, esa frontera? ¿cuándo se la pasaría? – todos tendrían que salmodiar, como santo y seña melancólico, la frase exasperada: “Tengo mil años, tengo más de mil años”. Quizás a él también le llegaría el turno”. (Invitados en El Paraíso, Manuel Mujica Lainez)

 

“Ya vas a llegar”, me dijeron una de esas tardes, “ya te va a tocar”, me dijeron otra de estas tardes. La idea es la misma, en todo caso, que la planteada por Mujica Lainez en esa parte de su novela: guarda que la vejez nos llega a tod@s. Y en verdad que nos llega, porque no tiene que ver exclusivamente por obra y gracia del paso temporal, sino que puede ser un estado emocional también, una cierta actitud sobre las cosas, mucho más acotada y espontanea. Lo primero que uno piensa es que eso es algo negativo. Pero con un polo posible de positividad, si se tiene ganas. Un punto de vista. La vejez, en cuanto al paso del tiempo y la extensión de la vida estaría bien considerada si no se es viejo, como la llegada del tiempo para el descanso, la reflexión, la vida sin trabajo pero con dinero y la sabiduría rebalsada. Pero el que pasa por ese tiempo alargado, no lo ve tan así, porque comprueba que nada de eso sucede, nada alcanza para el júbilo, nada rebalsa. Una imagen idealizada del hecho de alcanzar la tercera edad. En cuanto a la otra forma de abordar la vejez, como un estado emocional, una filosofía de vida, en principio parecería tener una connotación negativa, algo así como decir “esa forma de pensar es de viej@ chot@”. Suele pasar. Suele pasarme. Lo que descubrí recientemente es que tengo varias costumbres que están ligadas a la tercera edad, y no a la segunda, que sería la que me corresponde por tiempo en vida. No las percibo para nada como algo negativo, porque no soporto pasar de las dos de la mañana sin dormir, como tampoco puedo bailar más tarde de las doce. Mejor dicho, podría pasar la vida sin bailar, por el bien común. Los shows de cualquier  índole se disfrutan más en un cómodo asiento. Y eso de estar tantas horas expuesto al sol, bueno, a quién carajos le puede gustar. Mucho mejor se lo pasa uno en la cama la mayor parte de la noche, aunque sea dando vueltas o escribiendo o mirando una película sin prestarle atención. Y estaría bien que me pagaran una jubilación a los cuarenta años, así me voy retirando a tiempo. ¿Para qué quieren que me quede treinta años más con cara de ojete haciendo cosas raras para gente normal? ¿Quién se puede alegrar con tenerme a mí sentado en una mesa de un bar para festejar haber casi llegado al año 2022?. No tiene sentido, o si lo tiene no lo puedo entender. ¿De dónde sale toda esa emoción por gritar toda una noche hasta terminar abrazado a cualquier inodoro? Prefiero aflojar con tanta ansiedad y jubilarme a tiempo, hoy, a los treinta y siete años. ¿Por qué no? Ni siquiera haría falta asistir a ninguna subasta de vejeces. Quedaría en cada un@ la impresión de la edad que se padece, y todo podría cambiar mañana. Ya no habría etapas en la vida, sino que se podría variar de un día a otro, ir y venir desde la niñez hasta la vejez, y tal vez morir bebé, como el Benjamin Button de Fitzgerald. También se podría nacer con noventa años, y llorar como un niñ@ a los cincuenta porque alguien nos dijo que no nos queda bien el corte de pelo. También se podría ser caprichos@ y egoísta sin culpa en cualquier momento, y sabio a la tierna edad de quince. Vivir como tralfamadorianos, empezando el último día de vida al principio, comenzando a nacer sobre el final del camino, a horas de la muerte. Ahora parece que volví a la juventud un rato, y las palabras se apilan como ansiosas por llegar al fin de año. Eso, fin de año: festejar el último día para que a las 00:00 sea el primero otra vez, y así empeñarnos en que todo el tiempo estamos envejeciendo, muriendo y volviendo a renacer. Tal vez así no sufriríamos tanto las pérdidas y los vínculos serían menos traumáticos. Porque hoy podría decirle a alguien te quiero, pero mañana ya no, y pasado te quiero otra vez, y la semana que viene quién sos, pero podemos volver a amarnos en cualquiera de los días, y estaría todo bien. Sin rencores, la vida sin tiempos carece de grandes broncas, porque nos vamos a volver a ver después del último día, en un único tiempo. Mañana siempre va a llegar y se va a repetir hasta que no nos quede otra que ponernos de acuerdo, porque qué sentido tenía eso de que no te puedo tragar. Este fin de año o el que viene, pasame la botella, vamos a estar como siempre, y mañana nos juntamos otra vez y empezamos otra vez con hoy. Nos sentamos por acá, en esta misma esquina que era la que se terminó ayer. Qué casualidad, la botella de cerveza es la misma, y los acordes que nos gustan suenan igual a la vez que nos habíamos distanciado. Fijate que no cambié mucho, tengo la misma barba blanca que cuando nací, y pienso seguir cantando el mismo verso, con la misma sonoridad, con todos esos vicios de viejo pecador, que no es más que una mala interpretación del pasaje de una novela. Mi rol, ahora, es el de jubilado. Estoy cansado, son las doce de la noche, la luna me tiene cansado con su estupidez y no me diseñaron para poder ver cómo carajos se alinearon marte, venus y Júpiter. Puede ser que no parezca, pero mis ojos tienen límites insospechados. Prefiero estar bajo techo escribiendo como un pobre diablo, jubilado, sin pensión. Y que mañana sea el año nuevo, y que se parezca al viejo, y nos volvamos a encontrar para decirnos: Cómo estás, tanto tiempo sin verte, parecés mucho más viej@. Pero sabés una cosa, te sienta tan bien.


**Y el sol es el mismo, pero nosotr@ ya no...

*****************************Humildemente, Juan******************con tiempo**********************todavía**********************************************

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