Ir al contenido principal

SIGLOS

 


SIGLO XIX

Me sorprende,

todavía se puede vivir a fines del siglo XIX,

apreciando un gran castaño de Indias en flor,

con la inocencia perdida de otros tiempos,

gateando sobre un orden extinguido,

celebrando fiestas embriagadas de muerte

junto a los sepulcros de millones

que en un futuro pondrán sus cuerpos

en remate, para llegar a otros mañanas,

con vidas ausentes;

y aunque todavía se pueda habitar ahí,

sentir que no se quiere esa misma noche,

en fiestas sin sentido,

con bailes pomposos,

caprichos de música

y frescura juvenil de zanahoria,

perlas que no son ni fueron;

se puede vivir encantado,

caminando por calles de tierra

mal iluminadas por faroles,

con poetas perdidos

recitando sus versos quietos;

todo eso es posible,

aunque el latido

se haya detenido

en una esquina,

que ya no cuenta

nada.

 

SIGLO XX

Columpios cambalaches dándose aires de

atracción fatal,

todo un Hollywood para la cena

y los muros como manera de callar

unos cuerpos en descomposición constante,

entre trincheras y bombas atómicas,

concursos, premios, enormes cheques

con abruptas caídas en el suicidio,

maneras distintas de colonización

mediante bloques con cemento ideológico,

teorías psiquiátricas de electro shocks

y música disco, rock, techno,

twist, tangos y boleros,

viajes a caribes infernales

y a ciudades alérgicas

que rascan cielos grises esmog,

faros de progreso mutilado,

descampados de ozono sin futuro,

la Historia descartada en la basura,

las radios Spika, teles de todos colores y formas,

nickelodeons, sovietscope, cinema verité,

callejones sin salida,

matanzas con tanques a plena luz del alba,

copetudos, boinas blancas, casa-trabajo,

compañer@s quemando flower power,

todos esos años de soledad en boom,

revoluciones inconclusas,

monedas agotadas en infructuosos viajes al espacio,

nuevas odiseas digitales,

desierto,

los dibujos de ratones y ninjas de pelos enrojecidos,

grandes depo-artistas,

decadencia de glamour,

el sistema de productores y estrellas caídas,

matar por discriminación constantemente,

asesinar por derecho irreal de macho,

detectives salvajes con sexo escondido,

más desapariciones y torturas por si acaso…

…Al tiempo que se festeja suntuosamente

del otro lado del tercer mundo,

la pipa de la paz y el fin del tiempo;

ese último fracaso

servido con pizza y champagne.

 

SIGLO XXI

Las cosas importantes de la vida, a menudo,

empiezan de manera accidental,

como cruzar las vías extinguidas,

sin mirar a los lados,

deseando un último vestigio del orden anterior,

un sol blanco y negro

por lo menos,

una suave y breve caricia de piel,

el viento salvaje levantando polvo sexual,

los trotes de manadas de animales salvajes,

toda esa naturalidad perdida,

los olores a podredumbre,

una lluvia ácida

con terremotos deslumbrantes;

mirar el Olimpo al atardecer

en el Rivadavia,

dormir con la panza en el pasto,

coger en cualquier parte,

el riesgo de reventar de rutina,

algo pensando en serio,

media pasión tamizada,

unos litros de cualquier cosa,

voladuras de cabeza,

insultos sin fundamento,

cuerpos sudorosos,

cristales,

dormir a la intemperie,

todavía,

un pedazo de cosa,

ese accidente,

mirar a los lados

sabiendo que el mundo

está ahí para destrozarnos,

pero está.

 

LA ÚLTIMA TENTACIÓN

Después no quedó nada,

aunque alguien todavía escribe

en el siglo 22:

“Al final nos deshicimos

del imperio Romano

-o cualquier otro-

porque todas las cosas

se contemplan sobre sus propias ruinas,

y eso no tiene

que ser angustiante,

sino liberador,

un fundido a negro

como en las películas

de antes de ayer,

de ese preciso momento

en el que estuvimos

hechos por última vez…

Nos cagamos de risa…

¿Te acordás?

  

 ******Una música de compañía, pista de lectura:


**********************Humildemente, Juan********Nada para descifrar, las pistas son todas falsas********************nos vemos y nos amamos, aunque nos falte frecuencia**********


Comentarios

Entradas más populares de este blog

FALTÓ ALGUIEN QUE EMPUJE (la única vez que vi a mi tío jugar)

  En esta historia, que no me pertenece, hay un comienzo que podría considerarse la verdadera historia. Porque el grado cero es el siguiente: una mañana corriente como cualquiera de las que gastamos sin recordar, recibí una carta. En otros tiempos pasados, esto sería un detalle. Pero hace tantos años que no recibo cartas, que la sociedad no escribe cartas de puño y letra, que el hecho resulta casi fantástico. Hay (des)honrosas   excepciones, como las cartas documento que traen pésimas noticias, y los resúmenes de tarjetas que van por ese mismo lado indeseable de la escritura. Por lo general, tienden al abuso de un registro formal que ya no existe, y ese es quizás su único atributo, ser las depositarias de un registro en extinción, como una suerte de resto de animal prehistórico preservado para las siguientes generaciones. Entonces me tomé el tiempo, el lugar y el contexto necesarios para la lectura de esa pieza única. Como arqueólogo de historias, la lectura es más bien un degustar cad

Mitad

Está lloviendo ahora sobre toda esta ciudad y son las 12:30 pm a lo largo y ancho del Meridiano de Greenwich y yo he crecido entre gente que es joven y gente que no es joven entre autos, papeles bond o bulky, artefactos y escaleras artefactos y clientes. Y avisos de la desesperación o la locura. ( Paradero , de Juan Ramírez Ruiz)   Podría decir que la poesía existe para que me den ganas de tirarme del octavo piso del edificio en el que (no)estoy viviendo ahora. Mejor dicho, en el edificio donde estoy muriendo desde hace rato. Como una banana que se pasa de su madurez, y que empieza a despedir un olor rancio de otros momentos, de otras décadas. Una mala comparación de un mal escritor. Pero créanme, es lo mejor que me sale, esto de sentarme a morirme o escribir. Para el resto de las cuestiones me considero mucho menos que mediocre. A excepción, tal vez, de lavar los platos, una actividad que sintetiza como sinécdoque, porque ese coso vale por todos los cosos que se ensuci

Divagues del yo

Eso que se ve, digo, no fue tan así. A lo mejor sí que sentía algo especial por aquella persona en ese momento. O a lo mejor no. Verán, a veces es el lenguaje el que me lleva a inventar ciertos sentimientos, que por ahí no son así. ¿Me explico? Ni un poco. Bien, digamos que alguien viene de repente y me muestra en un televisor de los de ahora, uno de esos con inteligencia televisiva, una serie. Sería una tragicomedia de muy bajo presupuesto, y resulta que el protagonista soy yo. Entonces, en el primer capítulo se reconstruye mi nacimiento, mi infancia, y así. Como esos primeros años son muy distantes y difusos, digamos que voy a confiar bastante en el director, en el guión, porque no estoy muy seguro de nada. Pero entonces llega, supongamos, el tercer capítulo, y ahí sí que no me lo creo. Aparezco yo con un conjunto de personajes que la verdad no recuerdo haber querido tanto, ni que hayan marcado para nada mi vida. A lo mejor a alguno de ellos le dije “te amo”, qué se yo. Puede ser. ¿V