Ir al contenido principal

El portón del cementerio de las posibilidades agotadas

 


Vas a morir como 1 ganglio de luz

Que se ha vuelto loco

Vas a morir / entre silencios cojos 

(Mario Santiago)


Esa parece ser la única regla que se respeta las veinticuatro horas del día, ahora en primavera. La luz que hincha los días un poco más, es una apariencia que toma el tiempo, un espejismo de segundos que parecen durar un lustro, pero en verdad está todo más comprimido. El formato ya estaba siendo descartado en algún laboratorio contratado para aniquilar el tiempo, que ve en cada fracaso otra novedad para presentar al mundo de las inversiones. Por eso va a ser mejor que nos preparemos un poco en esta primavera del barrio Rivadavia, porque acá no tenemos nada parecido. Para decirlo más directo, acá no tenemos nada que ver con el tiempo, le pasamos lejos, desde la orilla que se abisma, desde el universo que se contrae y se aleja hasta la congelación final. Un universo surcado por la vía láctea, representada por la avenida Jara, obvio que con muchas menos luces, pero con más oxígeno y seres vivos orbitando los lugares de siempre, los de todos los días. Ahí quería llegar, sacarme la campera del invierno y empinar una cerveza fresca viendo cómo el sol ya fue tapado por alguna casa, algún supermercado, algún disparo al corazón de la nada, una corrida, una batería de auto robada, un patrullero dando vueltas y cobrando alguna vieja coima, unos enamorados a punto de dársela en la pera y unos cuantos perros que perdieron sensibilidad en el olfato, y ahora se van tras cualquier rastro de cariño, lo que quede. Entre estos últimos me encuentro ahora, pero soy más bien un coyote, el último de los poetas del barrio que se arrastran con la cola partida y la frente en el borde del cordón. Persigo rastros olvidados, como calculo que hace todo el mundo. Igual no soy yo el de la fumata negra irrespirable, es el rastrojero que lleva muebles a medio armar, a media vida, buscando un nuevo destino para una familia que no puede pagar el lugar de descanso. Binvenid@s al tren que ya no pasa más, o pasa cada vez más lejos, o acaso perdió el sentido y ya no sabe para qué carajos llegar a una estación vacía. Primavera. Creo haber visto florecer algún ciruelo, pero no le pude sacar ninguna foto. Nadie saca ese tipo de fotos, ¿para qué tomarse la molestia? Ahora se puede entrar a la aplicación desde el celular, pedir un par de pizzas y que te manden una buena cogida por red social xxx, diseñada para que no estés tan sol@. Perdón, decíamos primavera, ese momento en el que es posible que las cosas vuelvan a comenzar su ciclo, a levantarse lo que yacía muerto en hojas otoñales escarchadas por el invierno. Pero la ciudad es como una maqueta que carece de mantenimiento, al menos esta tarde. Los portones están ahí pero ya son viejos, no contienen nada, no esperan a nadie más. Las almas están condenadas a vagar por los mismos caminos, las mismas veredas de siempre, Francia esquina Castelli. Llegué, es primavera, puedo sentar el culo tranquilo en el cemento porque ya no está tan congelado. Dejó de llover, un rato, ya sé más o menos lo que va a pasar a partir de acá, ya perdí ese tren en otro momento. ¿Llorar? ¿Para qué? Mejor espero a que sea de noche, porque ese coyote no deja de mirarme a los ojos y contaminarme el corazón. Parece un perro mejicano, hijo de la chingada madre que lo parió. Es primavera, ya sé, tendría que estar preparado para quemar el barbijo y volver a la cancha a ver a Alvarado. Un recuerdo de lo que no sé si me gustaba. Ahora las cosas pasan frente a mi cuerpo que ya no sabe cómo era que se hacía para reaccionar de alguna manera. El otro día leí algo interesante, que hubo un poeta que usaba el “&” como nexo porque era utilizar una suerte de lazo que unía las palabras, que le daba un sentido distinto a los versos. Me gustaría poder escribir así, crear lazos, unir las puntas de muchas puntas y sentarme al sol primaveral a cosechar esas metáforas lumínicas que tanto se comparten cuando las cosas se acomodan al condenado ideal, un espacio extraño configurado por miles de demonios, que hacen de la vida una suerte de remake casi eterna de una película clase B, olvidada. ¿Yo? Un pésimo actor de reparto, pero que ya tiene el oficio suficiente como para ponerse un rato a la tarde a escribir boludeces mirando el cielo, cerrar los ojos y pensar que las cosas se van a levitar hacia donde les plazca, y que finalmente mi alma se hundirá en medio del carajo más mierdero. Entonces, ¿qué importan las palabras si no encuentro el tono adecuado? Tengo una tarea para estos días, borrarte de la lista de invitad@s a mi funeral, reconstruir un infame cielo raso venido abajo y disfrutar de una tarde soleada en este cruce de siempre. Pero eso va a tener que esperar…No sé para qué, pero tal vez un día, más tarde, te vuelva a encontrar.


****Primavera. Primera instancia del recuerdo, última morada del olvido. Y después, nos tiramos a escuchar esta música ¿te va?:


**************Humildemente, con amor primaveral, Juan**********Recostado en el portón del cementerio.................................******************&****************

Comentarios

Entradas más populares de este blog

FALTÓ ALGUIEN QUE EMPUJE (la única vez que vi a mi tío jugar)

  En esta historia, que no me pertenece, hay un comienzo que podría considerarse la verdadera historia. Porque el grado cero es el siguiente: una mañana corriente como cualquiera de las que gastamos sin recordar, recibí una carta. En otros tiempos pasados, esto sería un detalle. Pero hace tantos años que no recibo cartas, que la sociedad no escribe cartas de puño y letra, que el hecho resulta casi fantástico. Hay (des)honrosas   excepciones, como las cartas documento que traen pésimas noticias, y los resúmenes de tarjetas que van por ese mismo lado indeseable de la escritura. Por lo general, tienden al abuso de un registro formal que ya no existe, y ese es quizás su único atributo, ser las depositarias de un registro en extinción, como una suerte de resto de animal prehistórico preservado para las siguientes generaciones. Entonces me tomé el tiempo, el lugar y el contexto necesarios para la lectura de esa pieza única. Como arqueólogo de historias, la lectura es más bien un degustar cad

Mitad

Está lloviendo ahora sobre toda esta ciudad y son las 12:30 pm a lo largo y ancho del Meridiano de Greenwich y yo he crecido entre gente que es joven y gente que no es joven entre autos, papeles bond o bulky, artefactos y escaleras artefactos y clientes. Y avisos de la desesperación o la locura. ( Paradero , de Juan Ramírez Ruiz)   Podría decir que la poesía existe para que me den ganas de tirarme del octavo piso del edificio en el que (no)estoy viviendo ahora. Mejor dicho, en el edificio donde estoy muriendo desde hace rato. Como una banana que se pasa de su madurez, y que empieza a despedir un olor rancio de otros momentos, de otras décadas. Una mala comparación de un mal escritor. Pero créanme, es lo mejor que me sale, esto de sentarme a morirme o escribir. Para el resto de las cuestiones me considero mucho menos que mediocre. A excepción, tal vez, de lavar los platos, una actividad que sintetiza como sinécdoque, porque ese coso vale por todos los cosos que se ensuci

Divagues del yo

Eso que se ve, digo, no fue tan así. A lo mejor sí que sentía algo especial por aquella persona en ese momento. O a lo mejor no. Verán, a veces es el lenguaje el que me lleva a inventar ciertos sentimientos, que por ahí no son así. ¿Me explico? Ni un poco. Bien, digamos que alguien viene de repente y me muestra en un televisor de los de ahora, uno de esos con inteligencia televisiva, una serie. Sería una tragicomedia de muy bajo presupuesto, y resulta que el protagonista soy yo. Entonces, en el primer capítulo se reconstruye mi nacimiento, mi infancia, y así. Como esos primeros años son muy distantes y difusos, digamos que voy a confiar bastante en el director, en el guión, porque no estoy muy seguro de nada. Pero entonces llega, supongamos, el tercer capítulo, y ahí sí que no me lo creo. Aparezco yo con un conjunto de personajes que la verdad no recuerdo haber querido tanto, ni que hayan marcado para nada mi vida. A lo mejor a alguno de ellos le dije “te amo”, qué se yo. Puede ser. ¿V