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Tras los pasos de las bestias

 


“Que al cine lo salve su chingada madre” (JMP)

El veranito de abril en cualquier parte del mundo viene cargado de restricciones, vacunas que no llegan, contagios, muertes, capitalismo salvaje, sálvese quien pueda, mosquitos insufribles, barbijos mal puestos, trabajadorxs esenciales mal pagos, trabajadorxs no esenciales sin trabajo, bocha de seres humanos viviendo en la calle, desapariciones, incendios de bosques alentados por la mega minería y el agro negocio, avivadas de todo tipo, mucha hambre, precios inalcanzables, metas que no se podrán cumplir, ojeras hasta el piso, violencia, burbujas sociales pinchadas, hospitales abarrotados, empresas periodísticas haciendo lobby por otras empresas para vender su vacuna, una suerte de Wall Street donde todo los días suben y bajan las acciones de cada vacuna mientras se mueren miles de personas, donde la Organización Mundial de la Salud saca un tweet pidiendo por favorcito a las grandes potencias mundiales – que son empresas – que compartan la vacuna civilizadamente. Ejem, el ser humano es el único bicho que negocia, el único que compra y vende para seguir vendiendo y comprando, hasta llegar a su último día, donde vuelve a comprar por vez final un último objeto: un cajón de madera o una urna de cremación, o una bolsa de plástico, si no hubo suerte con los negocios. Y hay gente que mientras yo escribo esto, en la vereda de Francia y Castelli - con los mosquitos comiéndome los tobillos literalmente – se juega la vida al póker virtual o invirtiendo en cripto monedas, porque los casinos virtuales funcionan a las mil maravillas. Es más, hay muchísimxs acotres / actrices  que abandonaron el negocio en crisis del cine para dedicarse a dos cosas: vender boludeces en sus “podcasts”/redes sociales/WhatssApp/Amazon, y publicitar la nueva cripto moneda de la semana. ¿Cómo batallar contra tanta locura posapocalíptica? Por eso mismo es que, luego de un interminable año, decidí volver al cine. Hablo de meterse en la sala gigante, con la pantalla gigante, con las butacas gigantes, el polvo y el olor del cine. Pero en pandemia la experiencia es muy distinta a lo recordado. Para empezar, es imposible elegir la película. Funciona completamente al revés, la película te elige a vos. Consecuencia, solo se proyecta el tanque hollywoodense de la semana. En esta hubo poca suerte, tocó un bodrio (casi)insoportable titulado King Kong versus Godzilla. Tal vez, el nombre ideal para un video juego. Es lo que hay, me digo, al menos salí después de tanto tiempo, y cuando se termine la proyección sabré qué cosas dijeron las ojeras del presidente sobre cómo vamos a seguir enfrentando lo que no sabemos cómo carajos se puede enfrentar. Y todo muy predecible, porque las dos bestias en cuestión están tan aburridas como yo - y las otras pobres tres personas que pagaron la entrada para que la sala no esté totalmente vacía, y la verdad creo que fueron tres extras que me pusieron para que no me sintiese tan mal – y se la pasan las dos horas y pico de película persiguiéndose para golpearse salvajemente, mientras utilizan de ring cualquier parte del mundo, en lo posible alguna jungla o ciudad con grandes rascacielos. Todo tan fácil de imaginar, que no vale la pena que pusieran actores de carne y hueso para dialogar lo que ya se ve perfectamente con las imágenes, una lucha sin cuartel y con mala edición. Es así porque la película no logra entusiasmar en ningún momento, ni siquiera con la aparición de la joven “Eleven” de Stranger things. Pero la intensión es desconectarse un rato, ¿no?, lo lindo de haber vuelto al cine, ¿no? Sería terrible que el virus me mate en estos días y que la última escena de película que tenga sea la del reptil gigante saludando al mono bestial, en medio de una jungla de cemento. Y cada cual para su casa, las bestias vuelven a Far far away y yo a mi pieza del barrio Rivadavia. Sí, la noche está hermosa porque todavía hay buen tiempo. No, la noche no está hermosa porque a la altura de la nueva terminal hay toda una familia viviendo debajo de un árbol. Los mosquitos siguen insoportables, como pequeñas bestias en busca de su propia película, una muy mala que me tiene a mí de protagonista, volviendo de ver una película horrible sobre bestias –justamente-. El argumento es el siguiente: un mosquito decide ser diferente, entonces de alguna extraña forma logra mutar y se vuelve un súper insecto gigantesco, entonces empieza a picar gente hasta la muerte, gente que nomás intenta salvarse a sí misma, hasta que una farmacéutica súper capitalista inventa un Off mega gigantesco, que sale a batallar con el gigante mosquito, la pelea se lleva a cabo en Jara y Juan B Justo, yo estoy sentado alentando al mosquito – creo – mientras me tomo una cerveza y pienso que las películas malas son apenas eso, mosquitos pequeños, pero que todas las bestias que nos inventamos día a día son el verdadero problema. Ojalá que las cosas…mejor no digo nada, mejor me guardo para la próxima semana, tal vez tengamos una función un tanto más estimulante.   


*******Para acompañar una pelea entre bestias, la música adecuada sería la que se comparte a continuación, con mucha onda:


***********Humildemente, Juan M. P., desde el corazón del Barrio Rivadavia********Hasta el anuncio que viene*****************


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