Cruzar una avenida sin saber el color del semáforo

 


Cruzar Jara

 

No se deberían conquistar las cosas

ni perseguir a grandes ballenas blancas

o correr desesperadas carreras de caballos,

todos vicios violentos fuera de tiempo.

Mejor evitar ser arrastrados por la tentación

de ser hablado por esos versos,

así que por favor, no me hagas caso,

hacelo por tu propia cuenta,

con tus queridas lecturas hechas,

que yo me cobijo con las mías,

al menos hoy,

porque a veces necesito

un timón firme

para no vivir en el delirio,

perdón por eso

que es mi traición del día,

ojalá no la vuelva a repetir

la próxima vez que nos vea

intentando cruzar por Jara.

 

-          ¿Qué no soy feliz? – dijo ella acercándose y mirándolo con una extática sonrisa de amor -. Me siento como una persona hambrienta a quien han dado de comer. Quizá esa persona tenga frío, quizá su ropa esté destrozada y tenga vergüenza, pero infeliz no lo es. ¿Qué no soy feliz? No, esta es mi felicidad. (Anna Karenina)

 

 

 

Volver del otro lado

 

Me gustan los días que quedan

atrapados en el medio de un poema,

imprecisos y llenos de cosas muertas,

y que cuando se mira al cielo

no se sabe bien qué hora es

o en qué parte del año se está.

Y tampoco me gustaría que nos matemos

este domingo de mierda, por favor,

conformémonos con la caricia

de unas horas de reposo

y un sonido de piano

que recordás tan solo vos.

No hagamos promesas vanas,

ni tampoco juguemos al:

“está todo bien, por suerte”,

no pensemos tanto en el pasado,

- sabemos que no fue nuestro mejor lugar -,

saquemos, mejor, el cuerpo desnudo

y  dejemos escribir a la máquina

como se le ocurra,

a partir de ahora,

pongamos la fuerza en sostener

una que otra mentira,

antes que sea de noche

y no quede tiempo para cruzar

- del otro lado -

lo  de siempre,

lo imaginado en cualquier paseo,

huellas en veredas rotas,

motos que pasan aullando,

un patrullero hecho pelota

en busca de revancha,

toda la bronca del tiempo perdido,

el final del final de semana,

una expectativa sin argumentos

y la avenida Jara

con sus costumbres de frontera,

fracasos de progreso

y ganas de reviente eterno.

 

 

En la vereda de siempre

 

Estuve pensando todo el día en llamarte,

- nada de mensajes de texto o emoticones,

o boludeces posteadas en las redes

que a lo mejor te aluden sin que quieras  -

pero no son iguales las orillas al cruzar.

Transcurrir ese cambio es complejo,

se vuelve pero con otra carga,

siempre el movimiento cambia las cosas,

y ya no estoy como en los versos del principio.

El semáforo me da el paso,

aunque hace tiempo que perdió los colores,

pero ya nos acostumbramos a intuir

los últimos cruces del día,

el esfuerzo del final,

los cuerpos desnudos,

nuestro lenguaje atrapado,

la vuelta a la orilla del principio.

Ya ni sé si vale la pena pensarte,

es presente, creo,

me siento un rato en la vereda,

miro los techos de las casas,

cuento peligros,

medianeras a punto de caer,

hasta que ya no te siento.

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