Eso que se
ve, digo, no fue tan así. A lo mejor sí que sentía algo especial por aquella
persona en ese momento. O a lo mejor no. Verán, a veces es el lenguaje el que
me lleva a inventar ciertos sentimientos, que por ahí no son así. ¿Me explico?
Ni un poco. Bien, digamos que alguien viene de repente y me muestra en un
televisor de los de ahora, uno de esos con inteligencia televisiva, una serie.
Sería una tragicomedia de muy bajo presupuesto, y resulta que el protagonista
soy yo. Entonces, en el primer capítulo se reconstruye mi nacimiento, mi infancia,
y así. Como esos primeros años son muy distantes y difusos, digamos que voy a
confiar bastante en el director, en el guión, porque no estoy muy seguro de
nada. Pero entonces llega, supongamos, el tercer capítulo, y ahí sí que no me
lo creo. Aparezco yo con un conjunto de personajes que la verdad no recuerdo
haber querido tanto, ni que hayan marcado para nada mi vida. A lo mejor a
alguno de ellos le dije “te amo”, qué se yo. Puede ser. ¿Ven? Digo más, seguro
que fue así, y hasta prometí que ese amor iba a extenderse a lo largo del
tiempo, hasta que…bueno, ya me entendieron. ¿No? A menudo creo en cosas que con
el tiempo ya no son así, y eso es el problema que estoy planteando. Las
certezas más fuertes que podemos estar sosteniendo en este momento, unas
décadas más adelante, puede que vayan a cambiar. Hasta es muy probable que
vayan a ser refutadas. ¿Cómo convivir con algo semejante? ¿Cómo aceptar que
toda certeza está pendiendo de un delgado hilo? ¿Cómo seguir escribiendo
después de llegar a esa conclusión? Será mejor aceptar que vivo en la
contradicción, con la contradicción, para la contradicción. Soy una
contradicción andante, el tipo de persona que no es recomendada por ningún
profesional de la psicología. Y tienen toda la razón. Pero después de un
tiempo, también puede ser que no sea el caso, porque la ley también cae sobre
ellos. ¿Qué ley? No importa, porque es una ley que está atada a su Historia.
Mejor dicho, que está atada al tiempo: lo que es ley en este instante, tal vez
mañana sea un recuerdo de algo que no hacía falta aclarar. Así quedaría
liberado de cualquier amenaza religiosa. ¿O será que quedaría totalmente
expuesto ante su poder de intransigencia? Digo, por ahí el más acérrimo
nihilismo es el paso previo al fundamentalismo religioso. ¿Porque los extremos
son como dos caminos iguales, pero que salen en sentidos contrarios, y que en
algún momento terminan por confluir, y ya son lo mismo para siempre? ¿Elijo
creer, elijo no creer? ¿Para qué creer? Ahora planteo lo siguiente, a ver si me
siguen el paso: si yo cuento una pequeña historia a continuación, pongamos por
caso un tipo que sale a caminar por la costa un día nublado de invierno. Este
tipo, que podría ser cualquiera, es un melancólico empedernido, y cuando mira
el horizonte con sus colores azules y grises reflejándose en un mar calmo, no
puede dejar de pensar en ciertos episodios de su vida que asume como muy
relevantes. Sin embargo, no puede imaginar que al otro día comenzaría la
decimoquinta guerra mundial, y que ese horizonte va a cambiar de color, y que
ya no podrá sentir melancolía para nada, porque el exterminio de la guerra
quita tiempo para todo. Entonces, los acontecimientos cambian su actitud por
completo, se volverá un guerrero sobreviviente. Ahora la pregunta sería:
¿estará mejor? La respuesta rápida sería afirmar que no, obviamente, nadie
puede vivir mejor en un estado de guerra constante, salvo que sea sádico, y
este no es el caso. Este tipo es un tipo bastante normalizado, que sigue un
conjunto de reglas y sentimientos prefabricados por un sistema que no comprende,
porque para qué tomarse la molestia. Pero resulta que sí, la situación de
guerra le sienta mejor, porque eso de sobrevivir lo impregna de una adrenalina
constante que lo aleja absolutamente de su anterior monótona melancolía. Y es
una cagada. Y lo sabe perfectamente. No llega a sentir culpa por la velocidad
de los acontecimientos, porque el horror tiene algo positivo: no le genera
aburrimiento. Terrible, sí. Pregunta del millón: ¿Se trata del mismo tipo? ¿O
podemos afirmar que la situación, el contexto, modifica por completo a las
personas? Llegado el caso a la corte suprema de la humanidad - que para tranquilidad de todos paga
impuestos y es elegida por el pueblo directamente - este tipo puede ser tanto culpable de sadismo
como inocente de cargo y culpa. En un punto, no eligió ninguno de los contextos
que le tocó vivir. Como me pasa a mí, señores y señoras, si nos muestran un
capítulo pasado de nuestras vidas, y aunque yo dijera eso que dije en aquel
momento, sostengo que era mentira. Eso sí, ya estamos hablando con el diario
del lunes, y para hacer justicia hay que meternos sí o sí en el pasado. Lo
entiendo. Me van a declarar culpable de haber dicho y hecho lo que dije ayer, y
está bien. Pero tengo que aclarar que ya no soy esa persona, y que en una vida
hay muchos yoes, que se reinventan a sí mismos, y que me hacen esta
individualidad en fuga que no puedo evitar ser. Y a lo mejor, lo que para otros
es un horizonte oscuro, tenebroso y lleno de peligros, para mí es un atardecer
rabiosamente hermoso, que despliega sus alas hacia un futuro que se me hace más
que prometedor. Eso sí, tal vez en unos años me pregunten por qué sentía eso en
ese momento y yo tenga que volver al principio de este artículo: Eso que se ve,
digo, no fue tan así. Tal vez sólo estaba el cielo con esos tonos, y lo demás
fue el lenguaje que se apoderó de yo, y fuimos algo por ese instante, algo que
existió en ese efímero instante, algo que ya no está más. Inocente o culpable,
lo mismo da.
*A veces me escribo para ver si me entiendo. Ok, hoy no me entendí:
*************************Humildemente, Juan************en las afueras del barrio Rivadavia********
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