“Lo único
que nos hace originales son los problemas que tenemos” (Alan Pauls, Fallar otra vez)
Largo,
arduo y (casi) imposible desafío el de aprender a bancarse a uno mismo. Tarde
para caminar porque no hay viento y el sol está cubierto por las nubes, que son
sombrillas adecuadas para esta época del año. Todo lindo y perfecto mientras no
llueva, porque me acabo de acordar que dejé la ropa secándose en el tender
afuera. Sí, tengo un pequeño patio, gané mi parcela en lo más cercano a un
paraíso que voy a pisar. Este, aclaro, es un texto para editar. Exacto, quien lea
cada una de estas oraciones siéntase libre de editar a propio gusto e intuición,
la combinación de cada palabra con las subsiguientes y anteriores, ¿por qué no?
Inclusive, pueden tomarse la libertad total de suprimir / borrar lo que
quieran. De hecho una de las definiciones de la escritura es esa: escribir es
podar. Uno se pondría a redactar un poema, un cuento o una novela, pero en
realidad lo que haría es lo opuesto: ir quitándole cosas a lo que ya existía de
antemano, mucho antes del momento de las escritura. Podar, como el joven manos
de tijera, para dar una forma un poco más armónica a aquello que luce como un
arbusto descontrolado. Poden, corten, copien, peguen, destrocen este texto
hasta vaciarlo de todo sentido, o hasta hacerlo rebalsar de lo mismo. Seguimos
caminando por las calles del barrio que se te ocurra, el mío es el Rivadavia,
pero también podés cambiar los nombres propios, te habilito, te imploro, te
ordeno que los cambies y pongas los que más te plazcan. ¿Por qué la propuesta?
Porque son tiempos de edición en vivo, son los tiempos de las
declaraciones que no se quisieron hacer, de las preguntas que no se debieron
contestar, de los amores que mejor no haber confesado. ¡Y claro que no se
confesaron, faltaba más! Lo dije, sí. Pero puedo editar mis propios
sentimientos y poner por acá una *aclaración: Me leí todos los poemas de Keats,
todos los de Bécquer, y escuché el cd de Luis Miguel, el de los boleros melosos.
¿Cómo carajos puedo llegar a sacar algo en limpio de todo eso? Imposible. A lo mejor,
debieron haber podado con más esmero. Lo digo por todos esos artistas, salvo
tal vez en el caso de Keats. Obviemos el caso de Keats, un poeta enorme al que
prefiero leer tamizado por Julio Cortázar. Podar, editar antes de que sea
demasiado tarde. Alguien debería hacerlo por mí, porque no soy bueno podando
objetos de calles que ya tienen cada vez menos cosas verdes, y sí muchos cables
de internet que siempre se utilizan por demás, veredas rotas que nunca se
arreglan y que quedan encintadas para hacer más emocionante la caminata,
siempre tenemos que buscar la vuelta para no pisar el medio del asfalto y morir
atropellados un martes a la tarde por calle Francia y…¡qué bajón morirse un
martes! Pero tendría todo el sentido de la oportunidad, eso seguro. Un agónico
Keats atropellado por un Peugeot 206, el martes a las cinco de la tarde, en un
día de febrero muy de otoño. Editen, doten de sentido esa oración absurda que
acabo de escribir…Vamos, crucemos la avenida Jara justo donde no hay semáforo,
juguemos con el destino y sus incontrolables caprichos de muerte. Fíjense que
esa última frase puede funcionar en otra parte de este mismo texto, hasta puede
ser el texto completo, y sería una muy buena poda, una gran edición. Supongo,
porque estoy tan cerca de esto que estoy escribiendo ahora, que casi se puede
sentir el olor a mierda de los perros del barrio, que adornan las pocas veredas
que más o menos quedan de pie. Una idea para el intendente y todos sus amigos
que viven en la ciudad de Chapadmalal, con paneles solares y casas
inteligentes, recreando una suerte de mañana campestre eterna, pero con buena
obra social y glamour, como esos ahora famosos campings con más comodidades que
todas las casas juntas del barrio Don Bosco. Pero hay que tener amigos influyentes,
hay que tener guita que es el fetiche favorito de todos y todas, argentinos y
argentinas. ¿A quién no le gustaría vivir en una “mansión sustentable”,
levantada debidamente por albañiles que se sustentan como pueden, en una ciudad
donde más de la mitad de la gente no llega a cubrir tres comidas al día? ¿A
quién le importa? Sí al final a esta vida vinimos para disfrutar de lo que se
pueda, porque cualquier tipo de revolución da paja, a menos que funcione de
lunes a viernes un par de horas a la mañana. Y el finde pinta fiesta
sustentable con las pastillas del Dibu Martínez y el aloha importado a la fuerza, para que sintamos un rato que no
estamos tan al sur del mundo. Pero no, lamento que esa edición quede tan para
el orto. Lo siento, no pega ni con la Gotita, porque hay textos que son
demasiado absurdos, hay textos que resisten la ridícula pantomima de personajes
demasiado ficcionales. Pasados de ficción. Imposibles. La literatura no puede
con lo que no aparece en esta caminata, en serio. Me cuesta horrores editar
correctamente la ciudad que veo todos los días. Me cuesta horrores escuchar los
sonidos que se disparan hoy en todos los barrios, sonidos que laten a treintaiochos
descargados sobre cuerpos inocentes, los sacrificios de quienes juegan a
inventar “paraísos naturales” implantados en el medio del infierno. Qué
negativo, Juan. Podría venir bien una poda necesaria de todo lo anterior, y que
el texto y la caminata arranquen desde acá, otra vez, pero con una mejor
edición: “Tarde para caminar porque no hay viento y el sol está cubierto por
las nubes, que son sombrillas adecuadas para esta época del año. Todo lindo y
perfecto”. Suena insoportable, algo que no leería ni a cañonazos. ¡Uff! Parece imposible
bancarme esta tarde, demasiados problemas, ¡demasiado Yo, Keats! ¡demasiado Yo!
******lo
único que no está permitido editar es la música que suena a continuación.
¿Escribí tender en alguna parte del texto? ¿Sí? ¿No? ¿No sabe, no contesta?
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