En el barrio
hay una institución educativa, que lleva el nombre de un santo mártir, y que
hablaba con las palomas o con los fisuras
- que el intendente forastero se
empeña en degradar en sus redes sociales, como para mostrar que está haciendo
algo más que la plancha en algún balneario del sur-, no me acuerdo bien. En la
vereda donde está la entrada general, se encuentra una muy colorida rayuela,
que en vez de números tiene esos adjetivos que vendrían a conformar al ser
humano marplabatanense ideal. De esa enumeración parte este estudio súper
riguroso, que tiene intenciones más literarias que científicas:
Tiramos la
primera piedra que cae en creativo: y
para crear algo hoy en la ciudad no hace falta más que un pequeño celular. O
esa es la fábula más común. Utilizando las redes (a)sociales se puede
interpelar al ¡mundo entero!, porque esa es la escala a la que tenemos que
apuntar. Ya no somos regiones distantes, sino más bien ramas de una cloaca que
es mundial, globalizados en un hermoso y hermético globo de mierda. Entonces
celebramos y ponemos de ejemplo todos esos videos viralizados que son compartidos luego del fin de semana, en que se
muestra a personas totalmente desencajadas, encajando trompadas a quien sea que
les cagó la sombra, el negocio, la merienda, la guita, una pareja y etcétera.
La moda del verano 2025: cagarse a trompadas en la playa, porque ya no hay
lugar en el que uno se pueda relajar. Llegado el caso de no poder pelear, está
bueno eso otro que es como pelear pero compitiendo, a ver qué familia se gana
una sombrilla de plástico y siente por un momento que es más importante que los
pobres vecinos de al lado. Y también todo eso se viraliza, y ya queda muy lejos lo del compartir entre buenos nuevos
amigos de vacaciones, porque los tiempos son otros, y ¿quién carajos va a viralizar un video de un grupo de
desconocidos tomando mate y charlando apaciblemente? Parece que ser creativo
hoy es destruir lo que está al lado y hace sombra.
Segundo
lanzamiento, sale inteligente: Para
ser inteligente es necesario saber muy bien a dónde se está pisando. Vale
decir, siempre es bueno hacerse amigo del juez o del gallego de los gallegos,
el dueñísimo de (casi)toda la ciudad. Entonces nunca decir eso de que ¿cómo
puede ser que se le den tantas facilidades a alguien que ya tiene demasiado? ¿
Cómo puede ser que se le de hasta la potestad de organizar la fiesta del
cumpleaños de la ciudad? Y esas cosas pasan y nada para decir, porque la inteligencia
es saber callar a tiempo, para no sufrir el hostigamiento después. Ser
inteligente en la ciudad es sonreír en público para poder, tranquilamente,
despotricar por las noches contra todo eso que tanto molesta, que no es nada
más y nada menos que las injustas injusticias. Pero eso sí, en alguna casa
linda, tipo barrio los Troncos o Rumencó, porque ¡qué linda que es la vida
cuando se chupan las medias adecuadas!
Y ahora el
salto va hacia…amado-amable: una
doble palabra, una suerte de dispositivo con entrada y salida. Porque cuando se
es amado se es amable, y cuando se es amable se es amado, indefectiblemente. Y
el amor, en nuestra ciudad, se refleja en la familia tradicional y patriarcal.
Siempre católicos y enamorados de las novedades que llegan desde la Capital. No
ese diario asqueroso, sino la ciudad de Buenos Aires. Bien, amar toda la mierda
que nos tiran desde allá, cuatrocientos kilómetros al norte, para ser amados al
menos por unas semanas, por ese mismo centro que nos va a olvidar debidamente
por los próximos once meses. ¡Y qué lindos tiempos aquellos en los que nos
amaban por sesenta días, divididos en quincenas! ¡Qué noches amables, qué
amorosos cortes de calles, Rivadavia como peatonal por un par de cuadras, el
Puerto toda una ciudad dentro de la ciudad, las playas donde no había lugar ni
para apoyar el mate! Y el primer mandamiento del marplabatanense escrito a
fuego: amar al turista, sin importar que sea un reverendo y zarpado forro,
porque gracias a su (poca)amabilidad podemos sobrevivir un invierno más.
Después del
casillero doble llega el momento de útil:
Y claro que todos todas todes queremos –más o menos- ser útiles. En verdad, lo
que se quiere es sentirse útiles, más allá de si se lo es en verdad o no. Para lograrlo,
los marplabatanenses tenemos un montón de oficios y actividades, casi como en
el resto de las comarcas. Con la diferencia de que debemos respetar el segundo
de los mandamientos: para ser útiles tenemos que sacrificar el verano. Porque
claro, es nuestro momento. Se sabe bien, la gente que viene de diferentes puntos
del país necesita divertirse, y nosotros tenemos la misma capacidad que
cualquier otra narcociudad del mundo. Por lo que no tenemos por qué sentirnos
menos que, por ejemplo, Rosario. Y nada en contra de nadie, pero acá no nos
faltan kioscos, y tranzas, y dealers y barras bravas y repartidores y políticos
entongados y policías cuidando el negocio. Toda un red de ciudadanos de bien, y
bien útiles.
Finalmente –
y pese a que costó bastante – llegamos al “cielo” de esta rayuela, coronado con
el adjetivo importante. Una suerte de
resumen de todo lo que trabajamos hasta acá. Porque para ser importante hay que
estar bien metido en el rol que nos asignaron dentro del mundo. La ciudad de
las vacaciones de verano, la ciudad capital de la cloaca veraniega, la ciudad
de los recitales imposibles en paradores incómodos y para nada habilitados,
sino apenas coimeados para que la fiesta siga un par de semanas más, y a lo
mejor lograr extender el descontrol repartiendo pastillas de la droga sintética
que sea con la cara del Dibu Martínez, inmortalizado en ese gesto que puso
cuando le dieron el premio al mejor arquero del mundial. Y ahí lo tenés, ese
gesto que demuestra y resume todo este juego, sí que somos importantes.
********y me suena bien algo así de fondo:
*****************************humil-de-mente, Juan******************en la rayuela de la vida****************saltando casilleros que mejor ni pisar**********
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