San Manuel (poemas sobre un pueblo)



SAN MANUEL

 

Algún día, lo sé, se van a callar todas las cosas

y los puentes de fuego se extinguirán

con la subida de la marea,

y yo estaré esperando, tierra adentro,

el último sol de la tarde,

como una metáfora gastada por la muerte,

de surtidor diesel para camiones,

en una estación de servicio  polvorienta

de algún pueblo perdido de la pampa,

el escenario ideal para encontrar

un destino a la medida,

el de un lumpen más

de una barrio cualquiera

de cualquier gran ciudad,

y encontrar esa nueva dimensión temporal,

pero con la llanura plana

mostrando a campo abierto

el final de todo,

y sin embargo seguir esperando

un último encuentro milagroso,

porque en ese lugar se siente

que la epifanía es posible,

que la Virgen sangrando

con su túnica y la rosa

en el altar de la ruta

es capaz de cumplir

esos sueños y pecados,

en un último cruce:

una calle sin salida,

un alambrado roto,

los pastos punzantes,

meterse hasta el horizonte

donde se sabe que no hay nada,

donde un delirio final

encuentra la razón,

el significado de ese fuego

justo antes de extinguirse

para siempre

ante la mirada piadosa

de un santo menor.

 

 

UN POEMA

 

Un poema es algo como esto:

hacer un agujero en tierra desértica,

meter la cabeza ahí

y respirar,

increíblemente,

poder respirar;

pero que en realidad todo eso

solo sea un sueño o una pesadilla,

el descubrimiento de que

quien escribe lo hace a cielo abierto

y con mucha sed,

siempre al filo de un final sin ojos,

siempre al borde del ahogo,

siempre salvado por ese impulso,

siempre con la idea

de cerrar los caminos,

de una vez y para siempre,

en un acto involuntario

sin presiones,

muy parecido a quedar colgando

de la viga de una puerta,

con la soga al cuello…

siempre…

con la soga al cuello.

 

 

LA PREGUNTA

 

Hay una pregunta que un buen día dejó de tener sentido para mí,

que tal vez me quede sin respuesta posible,

y lamentablemente es la que más me hacen

porque no hay otra cosa para preguntar,

a lo mejor es el único diálogo posible conmigo,

entonces estaría bien que asumiera la culpa,

la desgracia es que no se me ocurre

ni siquiera una respuesta mentida,

porque ya se me pasó ese momento

en la vida propicio para el engaño,

ahora me dedico a juntar las partes

que quedaron perdidas en el camino…

río abajo,

el del Huck de Mark Twain…

el camino equivocado,

el del futuro imposible,

el del amor improbable,

el de la aventura suicida,

el de la libertad de biblioteca,

el del siglo pasado

que no se termina de ir;

¿cómo era esa pregunta?

ya no me acuerdo

o me olvidé

¿no es lo mismo?.

 

 

LA CARRETERA INFINITA

 

¡Ah! La vida de mi infancia, la carretera hacia todos los tiempos

(Arthur Rimbaud)

En algún momento, esa carretera infinita

se fue inundando de recuerdos,

de pasado,

y pisar ahí era hundirse

hasta no respirar más,

todo un anhelo al descubierto,

el consuelo del “ya fue”,

así y no hacia otro camino,

se angostó el sentimiento,

se oscureció la vida

y el horizonte

ya no fue la fiesta

del sol y el mar

en un amanecer perpetuo,

ahora piedra y viento

y barro y nada para mirar,

la cabeza al suelo

y el golpe de los charcos

mezclados con sangre,

la consciencia de que

se es en carne y huesos,

la sombra despellejada

de unos árboles,

la calma de la tempestad constante

y el ardor al final,

una carretera

que no va a continuar,

que cerró su imaginación

para elevarse

hacia un último paraje,

un pueblo parecido

al del origen,

con mantas de perro viejo

y centímetros de curandera,

una cálida mecedora

y las gotas del verano

que se evaporan

al golpear la chapa,

deshaciéndose

como la carretera infinita.


*Aclaraciones: la foto no es de San Manuel, sino que es de cualquier otro pueblo sobre la ruta, cualquier ruta. La idea de utilizar San Manuel es en verdad una excusa para poner en primer plano los sentimientos de un yo poético problematizado con la vida. A lo mejor termina siendo un poemario o una novela, o nada. Quién sabe*******humildemente, Juan******

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