Empezar la semana


Ese estúpido e irreal acontecimiento al que llamamos empezar la semana. Como si fuera muy diferente a su extremo opuesto, que denominamos final de la semana, o fin de semana, y que como es más placentero es mucho más corto en comparación. Porque empezar la semana tiene una densidad muy jodida, y queda claro en cada una de las caras que se toman el 554 a las siete y cuarto de la mañana, para ir a los diferentes lugares que la humanidad ya inventó para cada uno de nosotros, hace ya demasiado tiempo. Y este es otro habitante más del barrio Rivadavia, que se levantó con ese mismo humor, y que tuvo que pegar un salto en una de las esquinas de Jara, para poder alcanzar el primer escalón del colectivo, sin caer en lo que parece ser un cráter y en verdad es una rotura en el cemento, que debiera ser alisado y liso y muy cómodo para las personas que esperamos sin desesperar, un bondi que ahora nos quieren cobrar demasiado caro. Y la pregunta de siempre: ¿Cuándo no fue así? “Pero si ahora las cosas están bajando de precio”, dice alguno, y en verdad no es exactamente eso. Lo más preciso sería decir que las cosas están aumentando un poco menos que antes, pero que si comparamos los sueldos y su evolución raquítica, bueno…la verdad es que siempre, para un laburante promedio, las cosas están caras. Hay que conformarse con lo que se puede y aguantar al verano, ahí sí que las drogas se venden mejor. Y las otras cosas también, ojo. Cosas que al principio de la semana, parecen mucho más peligrosas. Tanto como los cruces en veredas y bocacalles, cruces peligrosos entre gente que pasa muy apurada y ensimismada, a pie o en algún vehículo, al borde de un ataque de nervios, al borde de una discusión que termina en pelea y en golpes y lesiones varias, y “andá a la puta que te parió” “ya vas a ver, te voy a matar / denunciar / hacer cagar fuego”. Un poema que a pesar de carecer de originalidad, bien podría describir eso que estoy sintiendo por estas horas, las horas del comienzo de la semana, cuando se supone que tendrían que resolverse los problemas lo antes posible, para que llegue más rápido el final de la semana, y así después volver a empezar en un loop eterno que un buen día se corta... ¿Y cuándo se termina esa especie de infierno apacible, infierno que te permite seguir otro comienzo de semana? Se termina cuando menos lo esperabas, en cualquier esquina, por más y mejor revestida que esté. Se termina un buen día aunque no estés preparado. Pero tranqui, también es posible hacer el corte en este plano, y sería más o menos como tirar ese reloj pulsera o el del celular, al medio del Mar Argentino. Y, paradójicamente, advierto lo siguiente: hay que apurarse porque ese Mar está siendo loteado y muy posiblemente vendido al mejor postor, porque es tiempo de hacer ofertas y jugar al juego que sea que proponga el Sistema. Ese Sistema con mayúsculas que es como decir en otros tiempos Historia o Humanidad. Hoy tenemos eso, una cadena de cosas y sentimientos que desembocan en un deseo irrefrenable por invertir en giladas para ver si en una de esas salimos de lo inevitable, que sería la vida más o menos pobre. Y nada de gradualismo o conformismo, porque eso es de fracasados. Son tiempos de apuestas a todo o nada, aún sabiendo que esa nada es inevitable. ¡Pero qué pesimista que está hoy el barrio! Bueno sí, perdió Alvarado y el próximo fin de semana largo vaya a saber cuándo toque, un tipo se estroló contra un poste de luz, la universidad pública no tiene ni para prender una luz, el barrio está lleno de microbasurales, hay mucha gente viviendo en la calle, y un largo etcétera cada vez menos agradable. ¡Y qué optimistas que se ven algunos! Porque siempre donde se siembran las desgracias, surge un brote de esperanza, que también tiene su razón de ser en la historia que escribimos todos los días. Aunque esas son aventuras del fin de la semana. Hoy estamos apenas arrancando, y parece que la maldita culpa judeocristiana no nos deja disfrutar por lo menos una birra a la tarde, porque no vaya a ser cosa, “no es de gente bien andar empinando una cerveza a esta hora, un día de semana”. Imposible, el manual dice bien clarito que para poder disfrutar de algo primero hay que sufrir mucho, y para eso es que existe la semana y esa bendita / maldita subdivisión:

1) El comienzo de la semana: los días en los que hay que pasarla mal, y “por favor un pasito para el fondo que todavía hay lugar en el bondi”

2) El fin de semana: las poquitas horas en las que está bien pasarla bien, y “¿para cuándo un día más de feriado que haga de equilibrio, porque a quién carajos se le ocurrió que hay que laburar cinco de los siete días de la semana, y que el sábado se labure medio día y que el domingo hay que ir a saludar a Dios bien temprano?”   

Visto así era obvio que esta sociedad se iba a autodestruir en unos cientos de años, y todo parece indicar que ya va siendo hora. Adivinen en qué día predijo Nostradamus que comenzará el final del mundo. Respuesta más que obvia: entre un lunes a la tarde y un martes a la mañana. Yo me juego un poco más para el martes, porque el lunes me parece más soportable, todavía tiene los vapores del fin de semana, queda como un resto, una resaca de cierta felicidad / tranquilidad. Y esta nota más o menos tiene ese cometido, es una suerte de prólogo para que de una vez se cumpla eso que predijo algún gurú, y que por favor suceda en estas próximas horas, así terminamos con el trámite lo antes posible y nos podemos ir preparando para lo que va a ser el paraíso: la llegada del fin de semana, otra vez, de una vez, por favor…

************************humildemente, Juan********y la verdad que la única vez que me enamoré fue un martes*************y creo que por eso me fue como me fue, ponele*******igual, que llegue el viernes nomás*********

*Foto: de la serie de fotos desenfocadas, que son las que estoy rastreando y disfrutando porque todo lo que sale nítido me rompe las pelotas, odio a las cámaras acomodando las cosas como si eso fuera verdad.

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