Pero un abismo es eso, justamente. Un lugar. Perdón, mejor dicho, un no lugar. Y quién cae en él se convierte en un personaje. No, otra vez equivocado, se convierte en un no-personaje. Pero aunque negativo, todavía sirve. Como una especie de planta o animal de poca acción, tipo tortuga, ameba, o algo por el estilo. Tal vez razonando o no, ni el otro personaje ni yo lo podemos saber, aunque sí podemos operar sobre él, hablar sobre él, escribir sobre él, pero nunca profundizar en él. Y supongo que ese sentimiento sí que lo recuerdo bien, porque me viene cada vez que recuerdo una relación con alguien que se rompió, se terminó. Y entonces ver a ese alguien al tiempo, cruzárselo en vivo y en directo por casualidad, o por intermedio de cualquier red social. Y ver en sus ojos eso mismo, que ya no puedo saber qué carajos le pasa por la cabeza, como sentía cuando estábamos juntos. En este punto, el personaje que va a consolar al otro personaje caído en el abismo, siente lo mismo. Estaba con esa persona, como en el asalto de hace meses, como en la laguna de los Mapadres hace semanas, pero ahora todo había cambiado. Estaba ante una no persona. Alguien que estaba ahí en frente pero sin estar del todo (----aaahhhh, el efecto de la cursiva o bastardilla. Prefiero la primera acepción, porque la otra me suena más a bulling. Como sea, una manera de señalar al lector que en ese concepto hay algo más, una trampa, un exceso de significado que cambia el sentido de la lectura. Casi como subrayar para indicar que el narrador quiere decir algo más allá de ese concepto, algo que lo dimensiona hacia otro espacio. Eso, la cursiva en el reino de otro tipo de palabras, como una no palabra, una palabra caída en el abismo. El abismo de los bastardilleados, pesadilleados seres y palabras que nadie puede entender del todo, aunque todos entienden su situación excepcional----) y sin embargo estando algo. Y lo miraba mirando para cualquier lado, con los ojos como perdidos en otro planeta. Y yo nací para mirar lo que nadie quiere ver, no no no, sin música. O, mucho mejor, con música de abismo, de artistas abismados, que están ahí pero parece que no tanto, como tantas veces he visto al flaco con el bigote no no no, sin referencias obvias, sin dar nombres, sin lugares, sin números…un día vestido de rojo, de cumpleañera de quince, fifteen forever, no no no, olviden esa música, entonces el flaco se tira de una camioneta tipo van que venía andando por la Avenida artículo 14 bis, y se rompe las rodillas contra el asfalto, y yo veo todo eso y estoy muy borracho, parece todo un manga cyber punk, y este flaco con vestido rojo se levanta y sus rodillas tienen el color de la sangre que es igual al del vestido y al del delineador de ojos que utiliza, y es una imagen tan impactante que no puedo dejar de evocarla y hacer zoom en esa mirada que era el abismo en su estado más puro. Esa misma mirada que este personaje adolescente / inocente descubre en el otro personaje adolescente / inocente que ha quedado atrapado en un abismo del cual no puede volver por el momento. O tal vez no quiere, porque ahora lo pienso mejor y tal vez, cuando se llega a contemplar ese abismo, lo mejor es no volver nunca más. ¿Por qué? Todavía no tengo idea, no pude penetrar en ninguno de los dos, ni el flaco del bigote con sus rodillas sangrando ni en el personaje que se me acaba de perder. A lo mejor, esta novelita es un intento por entender ese abismo, o por tratar de evitarlo.
*Agregado: Por acá voy a utilizar por primera – y creo que por única – vez una cita textual, como apéndice de este capítulo, que me quedó muy corto. Sí, me voy a contradecir. Ya habíamos hablado de eso, que usar citas de autores que seguramente nunca nadie leyó es un exceso de esnobismo, una provocación altanera y pedante del escritor de turno. Suele pasar mucho en mi barrio. Pero justo estaba leyendo una novela, que justo trata sobre una pareja, que justo parece haber caído en un abismo, por una pérdida común que se insinúa pero que nunca se profundiza, porque es bastante molesto y muy doloroso andar jodiendo con esas cosas a los personajes. Allá ellos con sus pérdidas y rencores. Acá un escritor tipo zombie que roba carne fresca de donde puede, y en este caso le toca al escritor francoyanki Henri Thomas. Específicamente, su novela “John Perkins”, que creo que es la más conocida. Robo, copio, pego: “Al regresar a su casa, pensó que una calle durante la noche es un abismo entre las casas; la mirada puede atravesar ese abismo, pero no la mente”. La calle en la noche como un abismo, la distancia entre las personas, cada una en su fortificación, no solo material sino – sobre todo – mental. De ese tipo de abismo no se vuelve. Se cae cada vez más profundamente, porque lo que tiene de peligroso un abismo es el confort. Sí, el abismo es un invento burgués. Ahora a multiplicarlo por la cantidad de habitantes de esta especie de ciudad balnearia, donde los inviernos son cada vez más crudos, y la gente cada vez más pobre.Reflexiones berretas, trozos de ficción, ensayos bonsai , trampas de lectura y escenas robadas, realizados por el Yo que dice yo: Juan Mnp, habitante del barrio Rivadavia / Don Bosco nacido en los ochenta. Tomate unos minutos y sumergite en alguno de estos textos. Contacto juanmanuelpenino@yahoo.com.ar
Una novelita marplatense (séptima parte + agregado)
*********Esa caída de rodillas en la calle y con vestido rojo, quince por siempre:
********************humildemente, Juan Scardanelli********sumando capítulos a las cosas que pasan en el barrio**********agradecimiento especial a Walter Páez por la foto del capítulo de esta semana******************
Suscribirse a:
Comentarios de la entrada (Atom)
Tengo un baile de marineros en mi cabeza
Eso sería el título o a lo mejor una cita de comienzo, o tal vez el epílogo, o un verso que me quedó haciendo ruido, desde una lectura de ha...

-
Vamos a decirlo así. Perdón, mejor dicho, vamos a escribirlo así: me veo cruzando mal una calle por la mitad de cuadra, mojándome las zapati...
-
El final (lado A) Y las palabras que nunca deberían ser escritas, las de un mal final. Un final que deja las cosas más o menos como al com...
-
Llorar, reír, volver a dejar que de las mejillas se caigan esas gotas de agua salada, que vaya a saber por qué motivo mágico insisten en sal...
No hay comentarios.:
Publicar un comentario