Una novelita marplatense (capítulo 9, más tarde en ese mismo hospital)

Desde afuera…dos personajes que no se conocían hasta esa tarde en el hospital. El único hospital que vale la pena ser novelado, el hospital que todo lo debe poder, pero que carece de todo. El Hospital que te tocó en desgracia, un hospital público como cualquiera, que casi siempre en la Historia está siendo debidamente preparado para su propia destrucción y posterior privatización. Un hospital lleno de pabellones donde los internados cambian cigarrillos y yerba con visitantes y celadores, para después vender a otros pacientes y así poder tener un resto para mandar a comprar medio sánguche al bufete. Como si se tratara del penal de Bat…no no no, nada de nombrar lugares reconocibles, la cárcel podría llamarse Batata. Y dormir en Batata es bien complejo, porque por las noches los presos se pasan de pabellón en pabellón buscando venganza o calor corporal de otros presos recién llegados, o se la pasan tratando de no ser devorados por las ratas que se alimentan primero de sus colchones y luego de sus narices, orejas y genitales. Algo así también sucedía en El Hospital que te tocó en desgracia, que tenía un consuelo: sus profesionales. Enfermeros, enfermeras, médicos, médicas, los y las mejores. Las ratas también eran más educadas que en la cárcel de Batata, pero de eso mejor no hablar. Digamos que estos dos personajes que no se conocían, se conocen en este contexto. Ambos están esperando por entrar a saludar a un ser querido que cayó en un abismo. El peor lugar para caer, porque nunca llega el impacto, entonces no hay final definitivo ni comienzo de recuperación de tipo V. A mitad de camino, se dijeron, se encontraron. ¡Y qué casualidad más espantosa! Se miraron y se rieron, porque la tensión encuentra de esa manera su cable a tierra. Y uno le dijo al otro que había encontrado a esa persona así cuando la fue a visitar, que era algo – más o menos- como su pareja en formación. Y el otro le dijo que lo suyo había sido una casualidad de esas que no son tan copadas, porque había conocido a su abismado en la vereda de una calle, ya inconsciente. Entonces se dieron cuenta de que sus historias no eran tan parecidas. Pero estaban allí en el mismo momento y para visitar a pacientes internados con la misma patología. ¿Sería la misma? Se preguntaron, ahora más serios. Y se recordaron viendo unos ojos perdidos, más grises que nunca, y gritándoles y moviendo sus manos como saludando ante sus rostros. Pero la respuesta era la nada misma, los ojos abiertos y sin sentido, nada más. ¿Y cómo sería ahora con la atención médica mediante? ¿Esos ojos estarían abiertos igual, o ya se habrían cerrado para evitar confusiones? No supieron qué responder. Y llegó la hora de la visita. Se pararon, se miraron, fueron detrás de las demás personas que también estaban allí para visitar a algún ser querido. Se miraron una vez más, como corroborando que todavía sus ojos podían entenderse, podían comunicar algo de vida, podían contagiarse algo de tranquilidad mientras los dos se preguntaban ¿por qué carajos estaré en esta situación?------Y una aclaración: lo de los ojos grises como mitad de camino es una idea medio berreta. Vendrá de una mala película, de una mala obra de teatro, de una mala novela marplatense como esta. Serían algo así como un par de ojos que ni fu ni fa. Unos ojos desapasionados, o apasionados con otro lugar. Para este caso, una suerte de abismo donde caerían aquellos personajes con poca determinación para la vida y mala disposición para la muerte. Y ya estaríamos llegando al fondo de la cuestión de esta historia superficial. Como en esas películas donde la gente nada para escapar de un peligro que está en el fondo del mar, el peligro de no poder respirar más. Pero ese nadar es en realidad un aceptar que no se puede sobrevivir en lo profundo. Lo profundo es lo esencial a los ojos grises, pero se necesita de branquias para sobrevivir ahí. Entonces, de nuevo, lo más cerca de esa especie de limbo – otra figura muy quemada – serían colores a mitad de camino. Perfecto, que sean los ojos grises---Ojos de video……Ojos de pap…….y qué bonitos ojos tien…..no no y no, basta de listar músicas que tratan sobre ojos, más o menos reales, como los de un abismado o un escritor zombie, ojos que sirven más o menos para ver, pero sin lograr profundizar en lo observado. ¿Ojos de poeta? Ojos de vidrio-embocar en el opi----No conozco oftalmólogos que cuenten buenas historias. No tengo obra social, como cualquier escritor zombie del barrio que sea de por acá nomás, y creo que alguna vez sí fui con una oftalmóloga que me dijo que me iba a ir quedando ciego, pero que no me preocupara tanto, porque para cuando eso suceda ya no va a ser un problema tan grande. ¿Confiaba en el desarrollo tecnológico y su reparto igualitario en la sociedad, o sabía que un escritor zombie de por acá nomás suele morir mucho antes de quedarse ciego? Suele pasar, julio nos prepara y agosto…..etc…..Mejor no mirar mucho y apagar las pantallas lo más temprano posible, y nadar con los ojos cerrados, y no frotarse los ojos con el puño del sweater marplatense, y no andar mirando por la rendija de la puerta, y no poner la paja en el ojo de uno, y no poner la bala tampoco, todas esas cosas son malas para la vista, tanto como el amor a primera vista, ¿o era la vista del primer amor? Por las dudas, el amor no ayuda a tener buena visión de nada. La zanahoria sí que ayuda a los ojos, como el frasquito de lágrimas falsas y el té frío, y los sábados en los que se duerme toda la mañana. Y no me olvido del efecto relajante de un anillo de oro frotado contra el ojo hinchado. Y el ojo de vidrio que no es un ojo, es una bolita que hizo opi en la cabeza de una persona. Y otros chistes que mejor ni ver.


*****Este temita tiene que ver con un grandísimo momento que viví en el cine, donde suelen suceder cosas lindas y geniales:

***********************Humildemente, Juan Scardanelli***********la novelita sigue y sigue la lista apócrifa de músicas que no debería existir***********

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