Un tipo cae al piso fulminado por alguna
arteria que no quiso fluir más. Otra persona se le acerca, porque todo pasa en
una vereda de cualquier calle. Cierto, hay un montón de esas hojas de árboles
inútiles que en algún momento beneficiaron a los vecinos de la ciudad. Ahora
solo son una molestia, ensucian y tapan los pocos desagües que evitarían una
inundación. A nadie le importa hacer nada al respecto, porque la memoria se
activa cuando la catástrofe está sucediendo, nunca antes.
Y el hombre que socorre lo toma de la mano al que está colapsado en el piso de
la vereda, chequea el pulso aunque no tiene idea de qué sería lo correcto. Se
da cuenta que debería haber hecho un curso de RCP en algún instante de su
intrascendente existencia, para estar preparado para el momento más
adrenalínico –otra de esas palabras inventadas que tanto me gustan, y ya
debería ir armando un diccionario propio del “uso de la lengua en el barrio…”- de su vida. Justo ese. Pero lo único que le
sale es eso, tomarle el pulso al otro, mirarlo a los ojos que están como
perdidos en un más allá, y decirle suavemente y lo más calmado posible, algo
que vio y escuchó en más de una escena de película o serie de televisión: “Tranquilo,
quedate conmigo”:
1) ¿Tranquilo? Mucho más tranquilo sería
muerto. Y eso es en verdad lo que más o menos buscamos todos los días. El
instante de tranquilidad. ¿O será que lo que buscamos es relatarnos un instante
de tranquilidad? Entonces, en los momentos siguientes, aparece esa evocación en
palabras, y ya nos lamentamos porque pasó. El momento de la re-lectura de una
acción que ya se quedó muy atrás, y que inclusive puede que no haya sido tan
así, o que directamente no haya existido. La materialización de cualquier vivencia
se da posteriormente, cuando la ponemos en palabras, ahí existe y pasa por
primera vez. ¿Y el grado cero de esa vivencia? El grado cero es eso, un lugar
en el que nada pasa porque nada se conoce. Un abismo. El socorrista le pide
tranquilidad a alguien que acaba de colapsar, un sin sentido que deberá ser
aclarado en la próxima re-lectura, la única manera que tenemos para acomodar la
realidad. Igual, tranquilo, lo que se dice tranquilo, es casi desearle la
muerte. Como sea, bien por el socorrista, no van tan mal. Mal para el
colapsado, no sabemos si llegue al final de esta historia. Aunque el final es
en donde partí…no no no, nada de música.
2) ¿Quedate conmigo? De todas las personas que deseamos que nos digan eso, la que menos deseamos es aquella que nos socorre. ¿Por qué el colapsado se va a querer quedar con un socorrista desesperado, a quien nunca vio en su vida, en el medio de una calle otoñal, al aire frío / libre? ¿Y por qué alguien le diría a otra persona “quedate conmigo”, si en verdad tampoco lo desea? Una mentira que sale prefabricada desde el fondo de lo que alguna vez vimos en alguna ficción. Y ahí tenés, la ficción nos da los lineamientos generales para poder acomodar la realidad. Parece paradójico, pero es así. Lo que vivimos día a día, nuestras acciones, son en verdad actos reflejos que incorporamos de tanto consumir ficciones, en el formato que sea. En mi caso debo confesar que de no haber visto películas, no podría enfrentarme a una situación de socorro del estilo que intento redactar. Ver una persona en el piso, asistirla, hablarle para que “se quede conmigo”. Genial, gracias ficciones, gracias...
Ahora, volviendo a la habitación del personaje perdido en vaya a saber qué lugar: entre perdidos suelen cruzarse, aunque no estoy muy seguro. Podemos aventurar un encuentro sobrenatural, más allá de lo físico, más acá de lo espiritual. Dos seres ficcionales que colapsaron en distintas circunstancias, y que tal vez uno esté mucho más cerca que el otro de la muerte. Digamos que sí, escribamos que sí. Y se encuentran chocando sus energías en un espacio sin profundidad, sin materia, y se sienten y se cruzan sus dispersos pensamientos, y se dan una serie encadenada de pesadillas en las que no se reconocen para nada, como si sus recuerdos materiales y reales se mezclasen de manera caótica, como si sus partes importantes de la vida fueran trozos de un rompecabezas sin sentido. Imposible reconstruir aquello. Una fusión descontrolada y donde esos dos cosos etéreos mantienen algo de su individualidad. Individuos hasta el final, y más allá...
---Y más acá intentan
identificarse esos personajes que se ubicaron en la posición de rescatistas.
Tal vez, uno se la comió de garrón, mientras que el otro fue decidido a
intentar sacar del abismo a ese personaje que había conocido en un asalto, con
quien días después había ido a la laguna a tomar mates, con quien había abortado y de quien creía
empezar a enamorarse. ¿Cómo enamorarse de un abismo? O ¿Cómo no enamorarse de
un abismo? Las historias se cruzan, los personajes también. Y es todo un
desorden porque no conozco ninguno de sus nombres. Hay algo que impide nombrar
en este abismo. ¿Y quién dice YO? Abismado como la historia que ahora parece
perder todo tipo de referencia, de sentido. El cielo está despejado, el otoño
descansa en sus hojas doradas sobre el asfalto, dos personas que no se conocen
comparten un viaje con destino a la muerte, pero solo hay lugar para una de ellas.
La otra, quedará en ese abismo, quién sabe hasta cuándo. A veces es mejor morir
y ya, se dicen para sí los otros dos personajes rescatistas. Pero no pierden
las esperanzas. Están atentos a una reacción, no quieren que su rescatado se
les muera, no al menos en ese instante, porque ¿qué hacer ante esa situación?
¿en qué ficción referenciarse? ¿llorar? ¿llamar a la casa velatoria? ¿salir
corriendo? Pero el abismo da garantía, las personas que elije no se pueden
escapar así de fácil. Y el trabajo es en dos direcciones: dentro y fuera. Pero
a no engañarse, el todo es del abismo.
*****y una música más para la no lista de la novelita:
*************Las fotos corresponden a una serie que se titula: las mejores peores postales de la ciudad**************humildemente, un servidor**********esta semana descubrí las mejores empanadas del barrio Rivadavia*********no me auspician, no te puedo decir********
No hay comentarios.:
Publicar un comentario