Una novelita marplatense (parte 10!!!)

Desde adentro…dos personajes que no se conocían y que tampoco se iban a conocer, porque cada uno estaba perdido en vaya a saber qué abismo. Aunque podemos jugar a que se trata del mismo abismo, y podemos vencer a la física y hacer pedazos la lógica, y ponerlos a comunicarse en ese espacio inexistente pero que queda muy copado en las ficciones. Como dos fantasmas que manejan el mismo GPS – iba a escribir brújula pero me tuve que actualizar -. Porque es verdad que rara vez los fantasmas de las distintas historias se cruzan para conformar una suerte de gremio fantasmal, y así darse una mano en eso de estar perdidos entre los planos más allá y más acá. Entonces esta parte fantasiosa podría jugar a que se realiza, y estos dos personajes cuyos cuerpos yacen en sendas camas del mismo y afamado Hospital que te tocó en desgracia – y tengo que confesar que yo también pasé una temporada en ese bendito hospital, y que un día, tiempo después que me fui sin visitar la morgue (quiero decir que zafé), vi en el informativo de la tele que se había descubierto que la comida para los pacientes internados se trasladaba en el mismo vehículo utilitario que los cadáveres que no habían conseguido zafar, lo que me produce todavía un revuelto importante en el estómago -, pueden, de alguna forma inmaterial y súper espirituosa, comunicarse, como a través de señales incomprensibles para un limitado escritor del barrio….no no no, nada de escrachar el barrio, que siga en clave incógnita hasta vaya a saber qué capítulo. Bueno, pongamos por caso que se comunicaban porque estaban atravesando procesos similares, y porque me conviene para la historia que estoy tratando de desarrollar, entonces…uno de los personajes – me corrijo-…Una representación por fuera de la realidad de la física de uno de los personajes que estaban internados, sintió que entraba en una suerte de sueño / pesadilla muy vívido/a, en el que no sentía el movimiento de su cuerpo, pero sí percibía cierta fluidez liviana que lo alejaba cada vez más del plano terrenal ¿hacia?..digamos que hacia el otro personaje que nos interesa y que está sufriendo el mismo movimiento en sentido inverso. Hasta que se chocan y las ideas y sentimientos de cada uno de ellos se comienzan a mezclar, entonces los dos personajes ven pasar sus vidas pero también la vida del otro, y sobre todo ven irse las muertes de muchos y de muchas –-- porque en los hospitales las muertes son un montón y se desarrollan de la siguiente forma / esquema: 1) se ingresa por planta baja, luego de firma de planilla por recepción y quita de ropa y demás objetos personales. Ahora se es un paciente / recluso. 2) Los pisos del uno al dos tienen camas para aquellos pacientes que están un poco más lejos de la muerte, y que hay que ver para qué lado transicionan. 3) Los pisos superiores suelen estar ocupados por pabellones psiquiátricos o por salas de complejidad diversa, donde los pacientes están más complicados, podría decirse que un poco más cerca del plano celestial, y por eso la altura. 4) Finalmente cuando el desarrollo de la estancia no es el más deseado, el paciente pasa a ser fiambre y es debidamente cubierto y llevado hacia el sótano, donde está la parte más fría y donde mejor se esconde lo que nadie quiere ver, pero que resulta un estado inevitable: la muerte. 5) Toda una compleja maquinaria institucional para tratar de ocultar la muerte por un tiempo más. Tiempo que igual se va a ir agotando, porque no hay otro lugar más allá donde nos vayamos a encontrar tarde o temprano: la morgue, en su sótano vedado a toda chance de vida ---.  Como si se tratara de dos películas distintas entremezcladas en un pésimo error de montaje, una edición totalmente equívoca. Y lo mismo pasa con los sentimientos, lo que va a traer consecuencias desastrosas para la pareja de adolescentes que se conociera hace meses en el asalto, y que hace semanas tomó mates en la laguna de los Mapadres, para terminar abortando después por falta de méritos en cuidados anticonceptivos. Este personaje adolescente enamoradizo y en coma, ahora es llevado devuelta a su cuarto con un montón de recuerdos y sentimientos que no eran suyos. ¿Para qué volver de esa manera? No se lo preguntó en ese momento. En todo caso, pensó, no me arrepiento de haber venido hasta acá no no no, basta de canciones fáciles, de verdad que me está empezando a molestar mucho esto de la lista musical casi automática y pegajosa de tan obvia. El adolescente ya estaba pensando, ya estaba volviendo. Su viaje hacia el abismo comenzaba a….Mejor dicho, se transformaba en... Del abismo había sacado una confusión que todavía le traería problemas mayores. Pero nada es tan fácil en el Hospital que te tocó en desgracia, porque cuando este personaje adolescente en vías de recuperación volvía en sí, un virus letal comenzó a propagarse entre los pasillos para nada higienizados, diezmando a todos los internados en estado de fragilidad. Y ahí sí que se pusieron abismales las cosas, casi que para siempre jamás…

*Aclaración: una cosa es un virus más o menos normal, y otra muy distinta uno de hospital. Este último se encuentra inmunizado casi absolutamente, porque ya tiene junadas todas las medicinas y procedimientos de los profesionales de la salud. Además, sabe cuál es el piso peor atendido y cuáles los profesionales de la salud que no tendrían que estar al cuidado de ningún ser vivo más que ellos. Hay médicos que saben alimentar debidamente a los virus, aunque en sus cabezas estén convencidos de lo contrario. Y habría que ver hasta qué punto la medicina no es producto, también, de un ataque viral. Pero por hoy ya estamos más que bien, a lo mejor este fue el capítulo dedicado a todxs lxs matasanxs que alguna vez hicieron un buen trabajo al tratarme más que correctamente, conectado las partes de mi cuerpo que estaban descolgadas, inyectándome las drogas necesarias para aguantar y curando mis heridas que todavía hoy destacan en mi ya vieja piel de escritor zombie.


********¿Hoy salió solo un temita de la lista prohibida, posta? Ahí va:


***********************Humildemente, Juan Scardanelli*********podría poner a disposición lista de músicas de la novelita marplatense, o cd compilatorio, o mp3***********hasta el capítulo que viene.............



Una novelita marplatense (capítulo 9, más tarde en ese mismo hospital)

Desde afuera…dos personajes que no se conocían hasta esa tarde en el hospital. El único hospital que vale la pena ser novelado, el hospital que todo lo debe poder, pero que carece de todo. El Hospital que te tocó en desgracia, un hospital público como cualquiera, que casi siempre en la Historia está siendo debidamente preparado para su propia destrucción y posterior privatización. Un hospital lleno de pabellones donde los internados cambian cigarrillos y yerba con visitantes y celadores, para después vender a otros pacientes y así poder tener un resto para mandar a comprar medio sánguche al bufete. Como si se tratara del penal de Bat…no no no, nada de nombrar lugares reconocibles, la cárcel podría llamarse Batata. Y dormir en Batata es bien complejo, porque por las noches los presos se pasan de pabellón en pabellón buscando venganza o calor corporal de otros presos recién llegados, o se la pasan tratando de no ser devorados por las ratas que se alimentan primero de sus colchones y luego de sus narices, orejas y genitales. Algo así también sucedía en El Hospital que te tocó en desgracia, que tenía un consuelo: sus profesionales. Enfermeros, enfermeras, médicos, médicas, los y las mejores. Las ratas también eran más educadas que en la cárcel de Batata, pero de eso mejor no hablar. Digamos que estos dos personajes que no se conocían, se conocen en este contexto. Ambos están esperando por entrar a saludar a un ser querido que cayó en un abismo. El peor lugar para caer, porque nunca llega el impacto, entonces no hay final definitivo ni comienzo de recuperación de tipo V. A mitad de camino, se dijeron, se encontraron. ¡Y qué casualidad más espantosa! Se miraron y se rieron, porque la tensión encuentra de esa manera su cable a tierra. Y uno le dijo al otro que había encontrado a esa persona así cuando la fue a visitar, que era algo – más o menos- como su pareja en formación. Y el otro le dijo que lo suyo había sido una casualidad de esas que no son tan copadas, porque había conocido a su abismado en la vereda de una calle, ya inconsciente. Entonces se dieron cuenta de que sus historias no eran tan parecidas. Pero estaban allí en el mismo momento y para visitar a pacientes internados con la misma patología. ¿Sería la misma? Se preguntaron, ahora más serios. Y se recordaron viendo unos ojos perdidos, más grises que nunca, y gritándoles y moviendo sus manos como saludando ante sus rostros. Pero la respuesta era la nada misma, los ojos abiertos y sin sentido, nada más. ¿Y cómo sería ahora con la atención médica mediante? ¿Esos ojos estarían abiertos igual, o ya se habrían cerrado para evitar confusiones? No supieron qué responder. Y llegó la hora de la visita. Se pararon, se miraron, fueron detrás de las demás personas que también estaban allí para visitar a algún ser querido. Se miraron una vez más, como corroborando que todavía sus ojos podían entenderse, podían comunicar algo de vida, podían contagiarse algo de tranquilidad mientras los dos se preguntaban ¿por qué carajos estaré en esta situación?------Y una aclaración: lo de los ojos grises como mitad de camino es una idea medio berreta. Vendrá de una mala película, de una mala obra de teatro, de una mala novela marplatense como esta. Serían algo así como un par de ojos que ni fu ni fa. Unos ojos desapasionados, o apasionados con otro lugar. Para este caso, una suerte de abismo donde caerían aquellos personajes con poca determinación para la vida y mala disposición para la muerte. Y ya estaríamos llegando al fondo de la cuestión de esta historia superficial. Como en esas películas donde la gente nada para escapar de un peligro que está en el fondo del mar, el peligro de no poder respirar más. Pero ese nadar es en realidad un aceptar que no se puede sobrevivir en lo profundo. Lo profundo es lo esencial a los ojos grises, pero se necesita de branquias para sobrevivir ahí. Entonces, de nuevo, lo más cerca de esa especie de limbo – otra figura muy quemada – serían colores a mitad de camino. Perfecto, que sean los ojos grises---Ojos de video……Ojos de pap…….y qué bonitos ojos tien…..no no y no, basta de listar músicas que tratan sobre ojos, más o menos reales, como los de un abismado o un escritor zombie, ojos que sirven más o menos para ver, pero sin lograr profundizar en lo observado. ¿Ojos de poeta? Ojos de vidrio-embocar en el opi----No conozco oftalmólogos que cuenten buenas historias. No tengo obra social, como cualquier escritor zombie del barrio que sea de por acá nomás, y creo que alguna vez sí fui con una oftalmóloga que me dijo que me iba a ir quedando ciego, pero que no me preocupara tanto, porque para cuando eso suceda ya no va a ser un problema tan grande. ¿Confiaba en el desarrollo tecnológico y su reparto igualitario en la sociedad, o sabía que un escritor zombie de por acá nomás suele morir mucho antes de quedarse ciego? Suele pasar, julio nos prepara y agosto…..etc…..Mejor no mirar mucho y apagar las pantallas lo más temprano posible, y nadar con los ojos cerrados, y no frotarse los ojos con el puño del sweater marplatense, y no andar mirando por la rendija de la puerta, y no poner la paja en el ojo de uno, y no poner la bala tampoco, todas esas cosas son malas para la vista, tanto como el amor a primera vista, ¿o era la vista del primer amor? Por las dudas, el amor no ayuda a tener buena visión de nada. La zanahoria sí que ayuda a los ojos, como el frasquito de lágrimas falsas y el té frío, y los sábados en los que se duerme toda la mañana. Y no me olvido del efecto relajante de un anillo de oro frotado contra el ojo hinchado. Y el ojo de vidrio que no es un ojo, es una bolita que hizo opi en la cabeza de una persona. Y otros chistes que mejor ni ver.


*****Este temita tiene que ver con un grandísimo momento que viví en el cine, donde suelen suceder cosas lindas y geniales:

***********************Humildemente, Juan Scardanelli***********la novelita sigue y sigue la lista apócrifa de músicas que no debería existir***********

Una novelita marplatense (octava parte)

Un tipo cae al piso fulminado por alguna arteria que no quiso fluir más. Otra persona se le acerca, porque todo pasa en una vereda de cualquier calle. Cierto, hay un montón de esas hojas de árboles inútiles que en algún momento beneficiaron a los vecinos de la ciudad. Ahora solo son una molestia, ensucian y tapan los pocos desagües que evitarían una inundación. A nadie le importa hacer nada al respecto, porque la memoria se activa cuando la catástrofe está sucediendo, nunca antes. Y el hombre que socorre lo toma de la mano al que está colapsado en el piso de la vereda, chequea el pulso aunque no tiene idea de qué sería lo correcto. Se da cuenta que debería haber hecho un curso de RCP en algún instante de su intrascendente existencia, para estar preparado para el momento más adrenalínico –otra de esas palabras inventadas que tanto me gustan, y ya debería ir armando un diccionario propio del “uso de la lengua en el barrio…”-  de su vida. Justo ese. Pero lo único que le sale es eso, tomarle el pulso al otro, mirarlo a los ojos que están como perdidos en un más allá, y decirle suavemente y lo más calmado posible, algo que vio y escuchó en más de una escena de película o serie de televisión: “Tranquilo, quedate conmigo”:

1) ¿Tranquilo? Mucho más tranquilo sería muerto. Y eso es en verdad lo que más o menos buscamos todos los días. El instante de tranquilidad. ¿O será que lo que buscamos es relatarnos un instante de tranquilidad? Entonces, en los momentos siguientes, aparece esa evocación en palabras, y ya nos lamentamos porque pasó. El momento de la re-lectura de una acción que ya se quedó muy atrás, y que inclusive puede que no haya sido tan así, o que directamente no haya existido. La materialización de cualquier vivencia se da posteriormente, cuando la ponemos en palabras, ahí existe y pasa por primera vez. ¿Y el grado cero de esa vivencia? El grado cero es eso, un lugar en el que nada pasa porque nada se conoce. Un abismo. El socorrista le pide tranquilidad a alguien que acaba de colapsar, un sin sentido que deberá ser aclarado en la próxima re-lectura, la única manera que tenemos para acomodar la realidad. Igual, tranquilo, lo que se dice tranquilo, es casi desearle la muerte. Como sea, bien por el socorrista, no van tan mal. Mal para el colapsado, no sabemos si llegue al final de esta historia. Aunque el final es en donde partí…no no no, nada de música.

2) ¿Quedate conmigo? De todas las personas que deseamos que nos digan eso, la que menos deseamos es aquella que nos socorre. ¿Por qué el colapsado se va a querer quedar con un socorrista desesperado, a quien nunca vio en su vida, en el medio de una calle otoñal, al aire frío / libre? ¿Y por qué alguien le diría a otra persona “quedate conmigo”, si en verdad tampoco lo desea? Una mentira que sale prefabricada desde el fondo de lo que alguna vez vimos en alguna ficción. Y ahí tenés, la ficción nos da los lineamientos generales para poder acomodar la realidad. Parece paradójico, pero es así. Lo que vivimos día a día, nuestras acciones, son en verdad actos reflejos que incorporamos de tanto consumir ficciones, en el formato que sea. En mi caso debo confesar que de no haber visto películas, no podría enfrentarme a una situación de socorro del estilo que intento redactar. Ver una persona en el piso, asistirla, hablarle para que “se quede conmigo”. Genial, gracias ficciones, gracias... 

Ahora, volviendo a la habitación del personaje perdido en vaya a saber qué lugar: entre perdidos suelen cruzarse, aunque no estoy muy seguro. Podemos aventurar un encuentro sobrenatural, más allá de lo físico, más acá de lo espiritual. Dos seres ficcionales que colapsaron en distintas circunstancias, y que tal vez uno esté mucho más cerca que el otro de la muerte. Digamos que sí, escribamos que sí. Y se encuentran chocando sus energías en un espacio sin profundidad, sin materia, y se sienten y se cruzan sus dispersos pensamientos, y se dan una serie encadenada de pesadillas en las que no se reconocen para nada, como si sus recuerdos materiales y reales se mezclasen de manera caótica, como si sus partes importantes de la vida fueran trozos de un rompecabezas sin sentido. Imposible reconstruir aquello. Una fusión descontrolada y donde esos dos cosos etéreos mantienen algo de su individualidad. Individuos hasta el final, y más allá... 

---Y más acá intentan identificarse esos personajes que se ubicaron en la posición de rescatistas. Tal vez, uno se la comió de garrón, mientras que el otro fue decidido a intentar sacar del abismo a ese personaje que había conocido en un asalto, con quien días después había ido a la laguna a tomar mates, con quien había abortado y de quien creía empezar a enamorarse. ¿Cómo enamorarse de un abismo? O ¿Cómo no enamorarse de un abismo? Las historias se cruzan, los personajes también. Y es todo un desorden porque no conozco ninguno de sus nombres. Hay algo que impide nombrar en este abismo. ¿Y quién dice YO? Abismado como la historia que ahora parece perder todo tipo de referencia, de sentido. El cielo está despejado, el otoño descansa en sus hojas doradas sobre el asfalto, dos personas que no se conocen comparten un viaje con destino a la muerte, pero solo hay lugar para una de ellas. La otra, quedará en ese abismo, quién sabe hasta cuándo. A veces es mejor morir y ya, se dicen para sí los otros dos personajes rescatistas. Pero no pierden las esperanzas. Están atentos a una reacción, no quieren que su rescatado se les muera, no al menos en ese instante, porque ¿qué hacer ante esa situación? ¿en qué ficción referenciarse? ¿llorar? ¿llamar a la casa velatoria? ¿salir corriendo? Pero el abismo da garantía, las personas que elije no se pueden escapar así de fácil. Y el trabajo es en dos direcciones: dentro y fuera. Pero a no engañarse, el todo es del abismo.


*****y una música más para la no lista de la novelita:

*************Las fotos corresponden a una serie que se titula: las mejores peores postales de la ciudad**************humildemente, un servidor**********esta semana descubrí las mejores empanadas del barrio Rivadavia*********no me auspician, no te puedo decir********


Una novelita marplatense (séptima parte + agregado)

Pero un abismo es eso, justamente. Un lugar. Perdón, mejor dicho, un no lugar. Y quién cae en él se convierte en un personaje. No, otra vez equivocado, se convierte en un no-personaje. Pero aunque negativo, todavía sirve. Como una especie de planta o animal de poca acción, tipo tortuga, ameba, o algo por el estilo. Tal vez razonando o no, ni el otro personaje ni yo lo podemos saber, aunque sí podemos operar sobre él, hablar sobre él, escribir sobre él, pero nunca profundizar en él. Y supongo que ese sentimiento sí que lo recuerdo bien, porque me viene cada vez que recuerdo una relación con alguien que se rompió, se terminó. Y entonces ver a ese alguien al tiempo, cruzárselo en vivo y en directo por casualidad, o por intermedio de cualquier red social. Y ver en sus ojos eso mismo, que ya no puedo saber qué carajos le pasa por la cabeza, como sentía cuando estábamos juntos. En este punto, el personaje que va a consolar al otro personaje caído en el abismo, siente lo mismo. Estaba con esa persona, como en el asalto de hace meses, como en la laguna de los Mapadres hace semanas, pero ahora todo había cambiado. Estaba ante una no persona. Alguien que estaba ahí en frente pero sin estar del todo (----aaahhhh, el efecto de la cursiva o bastardilla. Prefiero la primera acepción, porque la otra me suena más a bulling. Como sea, una manera de señalar al lector que en ese concepto hay algo más, una trampa, un exceso de significado que cambia el sentido de la lectura. Casi como subrayar para indicar que el narrador quiere decir algo más allá de ese concepto, algo que lo dimensiona hacia otro espacio. Eso, la cursiva en el reino de otro tipo de palabras, como una no palabra, una palabra caída en el abismo. El abismo de los bastardilleados, pesadilleados seres y palabras que nadie puede entender del todo, aunque todos entienden su situación excepcional----) y sin embargo estando algo. Y lo miraba mirando para cualquier lado, con los ojos como perdidos en otro planeta. Y yo nací para mirar lo que nadie quiere ver, no no no, sin música. O, mucho mejor, con música de abismo, de artistas abismados, que están ahí pero parece que no tanto, como tantas veces he visto al flaco con el bigote no no no, sin referencias obvias, sin dar nombres, sin lugares, sin números…un día vestido de rojo, de cumpleañera de quince, fifteen forever, no no no, olviden esa música, entonces el flaco se tira de una camioneta tipo van que venía andando por la Avenida artículo 14 bis, y se rompe las rodillas contra el asfalto, y yo veo todo eso y estoy muy borracho, parece todo un manga cyber punk, y este flaco con vestido rojo se levanta y sus rodillas tienen el color de la sangre que es igual al del vestido y al del delineador de ojos que utiliza, y es una imagen tan impactante que no puedo dejar de evocarla y hacer zoom en esa mirada que era el abismo en su estado más puro. Esa misma mirada que este personaje adolescente / inocente descubre en el otro personaje adolescente / inocente que ha quedado atrapado en un abismo del cual no puede volver por el momento. O tal vez no quiere, porque ahora lo pienso mejor y tal vez, cuando se llega a contemplar ese abismo, lo mejor es no volver nunca más. ¿Por qué? Todavía no tengo idea, no pude penetrar en ninguno de los dos, ni el flaco del bigote con sus rodillas sangrando ni en el personaje que se me acaba de perder. A lo mejor, esta novelita es un intento por entender ese abismo, o por tratar de evitarlo.

*Agregado: Por acá voy a utilizar por primera – y creo que por única – vez una cita textual, como apéndice de este capítulo, que me quedó muy corto. Sí, me voy a contradecir. Ya habíamos hablado de eso, que usar citas de autores que seguramente nunca nadie leyó es un exceso de esnobismo, una provocación altanera y pedante del escritor de turno. Suele pasar mucho en mi barrio. Pero justo estaba leyendo una novela, que justo trata sobre una pareja, que justo parece haber caído en un abismo, por una pérdida común que se insinúa pero que nunca se profundiza, porque es bastante molesto y muy doloroso andar jodiendo con esas cosas a los personajes. Allá ellos con sus pérdidas y rencores. Acá un escritor tipo zombie que roba carne fresca de donde puede, y en este caso le toca al escritor francoyanki Henri Thomas. Específicamente, su novela “John Perkins”, que creo que es la más conocida. Robo, copio, pego: “Al regresar a su casa, pensó que una calle durante la noche es un abismo entre las casas; la mirada puede atravesar ese abismo, pero no la mente”. La calle en la noche como un abismo, la distancia entre las personas, cada una en su fortificación, no solo material sino – sobre todo – mental. De ese tipo de abismo no se vuelve. Se cae cada vez más profundamente, porque lo que tiene de peligroso un abismo es el confort. Sí, el abismo es un invento burgués. Ahora a multiplicarlo por la cantidad de habitantes de esta especie de ciudad balnearia, donde los inviernos son cada vez más crudos, y la gente cada vez más pobre.

*********Esa caída de rodillas en la calle y con vestido rojo, quince por siempre:
********************humildemente, Juan Scardanelli********sumando capítulos a las cosas que pasan en el barrio**********agradecimiento especial a Walter Páez por la foto del capítulo de esta semana******************

Una novelita marplatense (sexta parte, paciencia que no falta mucho)

El futuro siempre es un tema que jode bastante. Molesta la cabeza, o es ahí donde uno suele alojarlo. ¿Cómo hacer para no pensar tanto en ese espaciotiempo que todavía no existe? ¿Cómo advertir a esa misma cabeza del engaño? Calculo que es imposible, y que es una de las grandes fallas de nuestro sistema. La naturaleza suele ser muy imperfecta, y nosotros somos prueba de eso, y mis dos queridos personajes son prueba de eso, también. Tan imperfectos como la creación de Frankenstein. Unos seres hechos de pedazos de otras ficciones, destinados a realizar acciones prefabricadas, y  a tener sentimientos que ya fueron demasiado tratados por otros creadores de ficción. Y me los imagino mirándome a los ojos y pidiendo que por favor se me ocurra algo original, una idea nueva, al menos unos párrafos que los justifiquen como entidades de ficción inolvidables. Y yo pidiendo perdón en japonés, “gomen”, porque se me hace una expresión bien sentida, ideal para ser interpretada correctamente por lectores. Y ellos me miran y siguen su camino por una vida ficcional que no pidieron, con pasos y gestos implantados de otros personajes icónicos que ya dejaron una honda huella en sus pasos, que ya irradiaron brillantez con sus reacciones memorables. Y ellos como desdichados personajes que habitan un barrio ficcional que ni siquiera puede ser nombrado, sin siquiera poder escuchar una música reconocible de fondo, porque su insoportable autor está empecinado en nombrar lo menos posible, en dejar des-armada una lista musical para acompañar una historia que no se sabe si es de amor o un drama o una mala comedia de domingo al mediodía. Es lo que es, o lo que viene siendo, o ese futuro que nunca llega y que sí es el mejor lugar para que habitemos todos, los personajes, el escritor, los lectores. El lenguaje que todavía no nació, y que nunca lo hará. Pero que está, de alguna forma.

Y la segunda falla de la naturaleza con nosotros es la de habernos dado un súper poder que es una cagada: el ser conscientes de nuestra mortalidad. Único invento que se sabe finito, y que debe convivir con eso, y que debe relacionarse con eso…como pueda…yendo de la cama al…no no no, nada de música para distraer, lo siento por esos dos personajes ahora ex parejos, que no es lo mismo que ex pareja. ¿Dónde está la diferencia? En que uno de ellos se despega y sufre un ataque de ansiedad porque se sabe consciente de la muerte. Y no cualquier muerte, uno de esos días en los que nos enteramos que x persona falleció, y el asombro y la angustia se presenta más que nada porque quedamos advertidos de que ese el “The end” común a todos / todas / todes. Sí, esta historia termina con la muerte, y la tuya – que estás leyendo – también. No te voy a recomendar que aproveches el tiempo, porque ni yo sé cómo se hace eso, o si tiene algún sentido. Como este personaje, también estoy muy apenado / cagado por la muerte y su inevitabilidad. Es que hoy escuché la historia de un tipo, un conocido, lo cual empeora el panorama. Este conocido apenas pasó los sesenta, y está postrado en una cama a la espera de su final anticipado y con anticipación. Todo empezó después de la pandemia, y no por causa de ella. Casualidad. No tuvo Covid, se cuidó muy bien. Estaba bien. Nunca fumó, no toma alcohol y come lo que todos comemos más o menos. Pero le dio Parkinson leve, cosa que lo alertó. Y luego empezó el Alzheimer y la explicación inexplicable de los médicos, que lo único que podían decir es ese disco rayado “estas cosas pueden pasar, no hay una razón precisa, solamente que está dentro de las posibilidades”. ¿Y el cáncer en los pulmones, si nunca fumó ni tuvo alergias ni ninguna enfermedad? “Suponemos que se debe a una reacción en cadena, del tipo me agarro una enfermedad tremenda y no puedo parar”. Una explicación aterradora, un caso que me tiene tan preocupado como al personaje joven que se vino a enamorar de alguien que no está muy seguro de sentir lo mismo. ¡Y qué cagada! Porque es muy consciente de que la vida se termina en un punto y no habría que perder demasiado tiempo. Sin embargo, no puede – o no quiere-  saber si ese otro personaje está tan metido como él en esa relación que comenzó en un asalto hace unos meses. Supone que es muy pronto, ¿pero a partir de cuándo uno queda habilitado para tener ese tipo de sentimientos? De cualquier forma, más vale ir tomando decisiones al respecto, porque la naturaleza es cruel. ¿O será algún Dios, una Diosa, unos cuantos diosas y dioses? Eso, no puede dejar de pensar en la muerte y en que su cuerpo se va volver polvo, pero antes va a empezar a joder con dolores y decaimiento general. ¿Cuántas enfermedades le deparará el futuro? ¿Y a las personas que ama? ¿Cuántos funerales tendrá que presenciar? ¿Cómo va a actuar en cada uno de ellos? Y si no va a ninguno, ¿quién va a ir al suyo? ¿Será como en las fiestas de cumpleaños, “si no fuiste a la mía yo no voy a la tuya”? Todas esas dudas y miedos lo llevaron a una parálisis paradójica, porque ahora resulta que estaba en riesgo total, su organismo no podía reaccionar, había quedado petrificado. Un personaje en pausa, con los ojos perdidos en un punto fijo del techo. De cualquier techo bajo el que lo colocara su familia, que no podía entender ese estado. Y su pareja del asalto de hace meses corrió a consolarlo, con la esperanza de tratar de rescatarlo de ese abismo. No había mucho tiempo, un cuerpo humano debe reaccionar luego de algunos días, porque sino…bueno, se imaginan. Entonces, tal vez, el tiempo se les empezaba a terminar, al igual que a este escritor, que no para de temblar justamente porque descubrió que le tiemblan un poquito las manos. ¿Cómo había empezado a deteriorarse ese conocido? Mejor no hablar de ciertas…no no no, nada de temas musicales, menos ahora.


*Una vez me enseñaron que los nombres de las enfermedades y los virus van con mayúscula. Ignoro si soy un mal aprendido. Soy un mal aprendido. Tendría que escribirme con mayúscula también.....peeeeeroooooo mejor escuchar ciertas cosas:

***************Humildemente, Juan Scardanelli***********mejor seguir hasta la semana que viene********a ver qué pasa*****qué me pasa¨¨¨qué te pasa+++++


El príncipe de Persia

Saltar, pasar en zigzag. Supongamos que un príncipe Persa cierra los ojos mientras le cae una bomba en el medio de la cabeza, y todo estalla...