Hace un tiempo escribí algo
sobre Atlanta. Hago la aclaración, una vez más, de que me referí y me refiero a
la ciudad yanki llamada Atlanta. En aquel entonces, fue en referencia a una
novela de Tom Wolfe, que tiene lugar en esa ciudad, entre fines de los ochenta y
principios de los noventa. Tiempo después, me toca volver a ese mismo espacio a
través de otra gran ficción: Atlanta.
Se llama así directamente, y es una producción muy reciente de una de las
plataformas de series más famosas del mercado. Aunque el formato cambie, poco
importa, la idea es contar la historia de unos amigos jóvenes -adultos, que
nacieron en el lado sur de Atlanta, donde predominan los afroamericanos
(utilizando el sentido progresista que se gestó en los ochenta, según la sagaz
observación de Tom Wolfe, y que venía a desplazar el racismo que representaba la
palabra negro- aunque siempre dependiendo de quién lo diga y a quién se lo
diga, porque dentro de la comunidad, tod@s se llaman negr@ y está bien, pero si
lo hace alguien del norte, o del centro o si es blanco o de cualquier otra
etnia no aceptada en el sur, automáticamente se trata de racismo, y la
consecuencia a pagar puede ser bien dura-). Si Tom Wolfe, en su novela, se anda
entre la superficie y lo anecdótico de los barrios en Atlanta, en la serie
televisiva la cosa es un poco más espesa. Los protagonistas son afroamericanos,
los barrios son los de la parte más olvidada de Atlanta, y las situaciones son
más violentas, obvio. La serie es actual, del 2016, por lo que muchas cosas que
Wolfe avizora apenas, en la actualidad son una realidad exagerada, muy bien
tratada por la serie que, para que sea soportable, usa y abusa del humor negro.
Y gracias por eso porque es lo mejor. La serie tiene otra virtud: sus capítulos
son cortos. Además de que visualmente es agradable y la música un caño. Pero
eso está ya bien probado, y existen cientos de reseñas y opiniones calificadas
como para que me haga pasar por crítico de series televisivas. Nada más lejos
de Francia y Garay, barrio Rivadavia. ¡Eso! habíamos convenido en que el
"modo Atlanta" podía emparentarse fácilmente con el "modo barrio
Rivadavia". La serie confirma, actualiza y amplía la postura. Ahora queda
mucho más claro que la ciudad yanki se ha ido pareciendo, con los años, mucho
más a Mar del Plata, y viceversa. Lo que manda es el dinero, era la base del
modo capitalista, sea cual fuera el lugar. Tanto es así que los personajes
buscan desesperadamente la manera de salir de una situación muy precaria, un
presente que los ubica en un lugar alejado del sueño americano. Mejor dicho, un
lugar histórico en donde el sueño americano ya se pasó hasta de ser pesadilla,
y no es más que el recuerdo de antepasados que ignoraban que estaban siendo
engañados, o que engañados a sabiendas preferían la ignorancia. La juventud del
futuro en el ahora, en Atlanta sur, se la pasa buscando formas de llegar a un
pasar más ameno. Y como las posibilidades no mejoraron con los años, pues hay
que hacerse camino al andar: los protagonistas tienen un costado artístico
ligado al hip hop, pero que no pueden terminar de explotar, por lo que el
comercio de droga es lo más rentable, y hasta ahí. Porque a pesar de que lo
intentan, las cosas cambiaron y las esquinas están más repartidas, ahora hay
latinos, orientales y demás bandas que operan desprolijamente, lo que licua una
ganancia que ya no parece ser lo que era. Algo similar nos está ocurriendo en
un barrio Rivadavia que parece haber aumentado su crisis con la inestabilidad
económica imperante en la ciudad. Y esa sed que enceguece, eso de tratar de
capitalizar cualquier descuido ajeno, eso de pisar cabezas porque solo algunos
pocos van a triunfar, y todos a los botes y que se salve el que pueda. Todo lo
que genera una cultura muy particular, un arte de la bronca que se palpa, y que
tiene muy buenos artistas. Pero que ofrece una otra reacción nada interesante,
que es el regreso de ciertas ideas violentas sobre las personas, que
capitalizan políticos de cuarta, que no merecen ser electos ni para
representantes de un consorcio de edificio. Las dos caras de las crisis, las
dos caras del "modo Atlanta", que por suerte dejan un espacio
esperanzador, una revitalización de la amistad. En la escena que paso a pegarles
al final de la nota, se puede ver a dos de los tres personajes principales de
la serie compartiendo una aventura. El contexto es el siguiente: uno de ellos
dos, es un tipo tranquilo que vive con su pareja y su pequeña hija, y que
quiere hacer las cosas medianamente bien. El otro, es el mejor amigo de su
primo, dos gánsteres de medio pelo, que se la pasan jugando a la play y
comerciando droga para no laburar, además de intentar pegarla en eso del rap.
Entonces el tipo tranquilo no tiene laburo y encima se come unas horas en cana,
porque la policía de Atlanta - al igual que en los ochenta y que en el
Rivadavia- se empeña en criminalizar afroamericanos que anden
"merodeando" por portación de cara y nada más. Todo lo que ocasiona
que su situación económica muy frágil, empeore aún más. Su idea inmediata para
poder sobrevivir con su familia, unos días al menos, es vender el celular.
Cuando el otro tipo lo escucha, le dice que con su intervención puede sacarle
el triple a la venta del aparato. Y el tipo tranquilo le cree, con lo que comienza
una aventura que es una onda cadena de favores. Primero van a un lugar de
empeño, donde cambian el celular por una espada samurái. Después, caen en una
especie de taller medio abandonado, donde para una banda de orientales, que no
queda claro bien de qué país de origen son, chinos, coreanos, japoneses - y ahí
es donde los mismos "afroamericanos" se autoparodian, poniéndose a
ellos mismos como racistas, en un momento inspirado de la serie-. A ellos les
cambian la espada por un perro gigante de una raza específica que no conozco,
porque no sé nada de perros. Con el animal, llegan hasta una especie de cabaña
en las afueras, que no tiene nada de bucólico, sino que más bien parece el
final de un basural. Finalmente, ahí un tipo les recibe el perro y los saluda
prometiendo un buen futuro. Entonces, el tipo tranquilo le pide al otro la
guita. El otro lo mira y le dice que la plata la van a cobrar cuando ese perro
tenga cachorros, en unos meses. Lógica pura, pero sin haber aclarado la
cuestión temporal. El tipo tranquilo le dice que necesita la guita ahora,
porque el pobre tiene el problema del presente, él y su familia tienen que
comer hoy, mañana se verá. Bueno, le dice el otro tipo, vos me dijiste que
querías triplicar la ganancia por la venta del celular, y eso hice. Toda una
enseñanza, o varias, en una sola escena. Genial definición del "modo
Atlanta", un modo bien identificable y universal, que ahora agrega algo
más, que no había tenido en cuenta en la novela de Wolfe, y que la serie aporta,
y que también es trasladable al barrio Rivadavia: el tipo negociante lo mira al
tipo tranquilo y le extiende su propio celular, se lo regala para que lo pueda
vender y tenga algo que llevar a su familia esa noche. La amistad, un gesto de
cariño, algo que nos caracteriza pero que a veces olvidamos por pensar
demasiado en cuánto cerró el dólar hoy.
*De verdad esa serie me alegró el feriado y me hizo pensar en Atlanta todo el día. Les dejo la escena citada con el tema del final que es una locura. Si alguien lo consigue entero, por favor, me lo pasa:
************************Humildemente, Juan************de todo este lío, si te quedan algunas amistades.....***********pues va a estar todo bien****************
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