Pozo


*Antes de trabajar en algo nuevo, resulta necesario pararse sobre aquel día en que cambió todo lo que consideraba vida. O rutina, que es una suerte de estancamiento de la vida, un pozo profundo pero lleno de algunas comodidades y sentimientos que pueden llegar a engañar, y que de repente pasen décadas y…alguna tarde, a lo mejor, el cimbronazo y vuelta a empezar con ese proyecto que llamamos vida, a falta de originalidad nominativa. Ojo, que tampoco estoy diciendo que quedarse en el pozo sea algo negativo. Por el contrario, si se encuentra un pozo lo suficientemente profundo y agradable, no hará falta continuar con otro camino, en el camino. A decir verdad – o a mentir lo menos posible- lo que primero descubrí fue que el pozo es pozo, un freno a eso que intentaba encontrar para no arrepentirme mucho tiempo más, porque el arrepentimiento sucede en todo momento, y se expresa siempre en presente. Es presente. Un pozo. Lo segundo que aprendí fue a sacar tanto pronombre cada vez que me meto a fondo con una oración. Más que aprender, lo que hice fue desaprender lo aprendido alguna vez, cavar otras cosas lejanas a ese que dice siempre YO. De eso se trata salir del pozo: ir desaprendiendo lo que ya fue convertido en roca en el fondo de la personalidad, que ya fue forjada, lo que somos o hicieron de nosotros. Ir desaprendiendo eso de ser, para continuar con el camino de la vida, el de la aventura hacia la nada, hacia el no saber, incluso de uno mismo. Ese Nadie en el que se transforma Ulises para engañar al Cíclope, en la Odisea. Esa escena clásica que nos definiría como viejos occidentales, afincados en los versos del también viejo poeta ciego, el primero de todos, luego vendrían Borges y Ray Charles y etcéteras. Todas referencias que deberán ser desaprendidas, porque algún día habremos de tirar por la borda todas las referencialidades que han detentado el poder constitutivo de la cultura occidental, la nuestra, la tan contagiada en instituciones varias, en innumerables Estados-nación, provistos de un  aparato regidor y delimitador de la acción. Me bajo acá. Digo, me subo acá, para escaparle al pozo y retomar el camino hacia donde no sabremos qué cosa puede acontecer, y mucho menos quiénes podemos llegar a ser. En todo esto aparece el lenguaje, sus formas, sus significados y sus oscuras metáforas. Lo más difícil de abandonar en el pozo, porque no podría siquiera explicar lo que quiero intentar, una nueva narrativa, unas nuevas palabras que no se llamen más así, que ni siquiera tengan puntos y comas y otros signos que delimitan, que construyen paredes al libre fluir de la imaginación lingüística. La trampa de siempre, la paradoja que no deja respirar, que no quiere abandonar la inercia del pozo y todos sus ladrillazos. Un pozo que se ahonda y se ensancha, un pozo que todo engulle, que todo lo desaparece, lo fagocita, lo mastica, lo piensa…igual, todo, todos, iguales ante el pozo profundo. El carácter de hundido, una forma de estar en el mundo, una forma de caer en un mundo que ya es un pozo cavado a la distancia, a siglos y siglos de distancia. Siglos con sus modos, sus palabras, sus batallas, sus mareas de sangre, sus justas injusticias, sus pésimas decisiones, hasta que llegamos los que llegamos, con todas las cosas hechas, y hechas muy mal, y con la idea prefabricada de que nada puede ser cambiado, el pozo es un pozo y nada ni nadie podrá justificar lo contrario, no al menos utilizando el mismo lenguaje que el del pozo, obvio. Pero si no se puede hablar de otra manera, si nos es imposible querer de otras formas: ¿Cómo hacer para escapar del pozo? Cerrar los ojos no sirve de nada, ya lo anticipamos. El único ciego que triunfó en eso fue Homero. Y habría que hacer un arduo análisis para saber a ciencia cierta si es que logró algo de revolución, o simplemente hizo lo que hizo para agradar a los habitantes del pozo de su tiempo, que ya estaban antes que él, moldeándolo para que les cantara las historias que querían oír, con los héroes y las virtudes que necesitaban resaltar, alabar, enseñar. Escribiendo ahora, caigo en el mismo pozo, en el original, en el de hace siglos atrás. Ya estaba perfectamente diseñado, esperándome como una tumba. Solamente debía ponerme a unir algunas oraciones detrás de otras, todas ya fabricadas. Me corrijo, lo que hago es elegir de entre todas las palabras que ya tengo grabadas en la memoria de lector empedernido, un lector direccionado, un lector prefabricado por empresas editoriales que son un pozo dentro del pozo. Intento salir cada día un poquito, pero termino cayendo porque no puedo redactar una maldita oración que diga algo contrario al diccionario y la gramática del pozo. Ese fue el momento en el que cambió mi vida, el instante en el que me di cuenta de lo terrible de una situación para la que ya había sido pensado: me toca ser el guardián, el celoso vigía del pozo del tiempo que me toca a mí. No me culpen, no me señalen, no soy capaz de otra cosa. Un farsante que ya empezó a abusar de los pronombres, otra vez. 


****Alguna otra vuelta había escrito algo sobre pozos, pero desde el barrio Rivadavia y con un tema de los Beatles de fondo. Pero el tiempo pasó, los pozos se complejizaron y suenan otras cosas:

************humil-demente, Juan****************alguna vez algo tenía que pasar****************************

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