Fragmentos de un discurso odioso


1-  Uno dice algo así: “A veces me dan ganas de mandar a la mierda todo”. Y en ese todo estaría condensado el descontento social, de una sociedad determinada en un tiempo determinado. Mala suerte para quienes caminan por estos días sobre tierra prometida, porque la promesa ya no fue cumplida. Entonces, ¿qué podemos hacer con esos cuerpos? ¿cómo meterle el miedo del infierno a esas almas descreídas?

2- Un barco que no llega, la lluvia, ese mismo personaje gris de siempre, que sucumbe ante la tragedia de no tener a nadie en quién creer. El abismo del que hablaba Roland Barthes, el abismo que no deja espacio más que para la conmiseración. Y todo un género literario que surge a partir de eso. Un fragmento por acá: justicia social no quiere decir ojo por ojo. A lo mejor estaría bien sentarse en el inodoro a leer con un poco más de profundidad a…

3- Tomo lo de catástrofe, un término que tanto suena en los quinchos mientras se asan carnes que nadie puede comprar. En el barrio Rivadavia ese es un concepto caído fuera del mapa. Perdón a todos esos libros de análisis recortados que salieron hoy sobre el Conurbano y sus pliegues. Por acá no entendimos muy bien eso de que la catástrofe se apodera de los sujetos. El otro día una banda ajustició a un pibe de otra banda, un auto que recibió seis balazos, y una cabeza que recibió el restante. Se dice que el pibe manejó estando clínicamente muerto. ¿Catástrofe? Los medios de comunicación no lo vieron así. La catástrofe en sí no existe hasta que no es inventada por el lenguaje.

4- Si hubiera un Dios no haría falta celebrarlo. No tendría que haber días que lo recuerden en ninguna agenda. En la esquina de Francia y Garay solía pasearse el último apóstol. Se hacía llamar Scardanelli, pero no leía la biblia sino que lo que recitaba era un poema de Holderlin o de Mario Santiago, da igual. Nadie entendía nada y todo el mundo lo rechazaba. A lo mejor era Dios o su apóstol. En ese caso es lo mismo, porque no hay diferencia. El apóstol da cuenta de un Dios que se inventa para agradar. En todo caso es un gesto de cortesía. Dios o el Fondo Monetario Internacional, dos entidades que no vemos pero que nos hacen daño a diario, y no entendemos del todo el mecanismo. Sería como intentar explicar cómo funciona este artefacto que me permite escribir hoy.

5- El drama antes se escribía en una carta, se enviaba a la persona que uno quería joder. Esa persona no tenía réplica instantánea, no podía volcar su ansiedad en el momento. Tenía que leer con paciencia, decodificar esos jeroglíficos, tramar una respuesta, escribirla con una mediación temporal diferente a la de hoy. Era un drama poderoso, muy difícil de actuar, y que no se diseminaba en otros territorios. La carta era una cosa de a dos personas. Hoy los mensajes se piensan desde la instantaneidad, como el puré. Y todos sabemos que el sabor no es el mismo. “Me hubiera gustado haber desarrollado un drama con la densidad adecuada de lo que fue nuestro vínculo”. Algo así diría un diccionario del futuro. Lo escribo.

6- Hay mucho fastidio. De dónde viene el fastidio, por qué aparece los lunes por la mañana, y otras cuestiones que deberían formar parte del boletín oficial. El fastidio como ese compañero infiel que se proyecta como una sombra, y que solemos olvidar cada tanto. Pero no va que aparece y resulta que un fastidio debe ser repelido con otro fastidio: ahí se abre el espacio del análisis y de las pastillas. El estado del fastidio no es negociable, se está ahí dentro y para escapar no se puede utilizar la salida de emergencia, simplemente porque no hay señalización. Tener cuidado con la salida, es lo más difícil de construir.

7- Si tuviera que inventar un Dios no sería de este mundo, para nada. No tendría sangre ni se podría dibujar su cara. Pero, sin embargo, no sería perfecto. Ningún Dios imaginado es infalible, todos tienen una pata quebrada, o no conocen el amor. No se puede inventar algo que no desea ser inventado. La arrogancia es una conducta que nació en el Monte Olimpo, y se extendió por el resto de la geografía divina de Occidente.

8- No hay diferencia entre las carnes. Lo mismo da que te comas un bife de vaca, la pata de un pollo, el lomo del cerdo, el brazo de un cuñado o el pescuezo del dragón. Lo más tranquilo sería no comer animales vivos, ni siquiera los fantásticos. Sobre todo los fantásticos. A un Dios sí que se lo debe devorar, antes de que sea demasiado tarde.

9. Las lágrimas son saladas pero no tienen sal. Es improbable que vayas a poder sacar litio de cada momento de tristeza. Por lo general, ese momento tan terrible no deja más que un dolor agudo en el pecho, y la tremenda sensación de que es imposible encontrar el interruptor que ilumine el camino. Esa última imagen es una ilusión óptica, porque la realidad es que: no hay luz, no existe el camino.

10- Fin. Una palabra que indica algo poco probable. Cuando llegues a materializarla, no te vas a dar cuenta. Ergo, no existe el final para el ser. El final es lo imposible para el lenguaje. Alguna bestia imaginó que algún día se apagaría para siempre la llama de su escritura. No pasó nunca. El lenguaje pervive a todo y muere con todo. Si yo escribo por acá FIN, no muere nada. El fin es la posibilidad de una próxima salida.

11- Mentí diciendo que las cosas pueden ser eternas. No lo son, nada lo es.  Ahora la tarea es ir recogiendo todos estos fragmentos a contrapelo y encontrar el sentido. Pero ojo, ese sentido que encuentres tiene que ser un comienzo. El grado cero, o tal vez un pequeño e irrespetuoso homenaje a Barthes.


*******Un poco de amor...:

*********************************Humildemente, Juan***************una casa no se puede comprar leyendo en francés*********feliz cumpleaños a ese soldado romano*******


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