Un CEO de
una de las multinacionales más importantes de la historia de la humanidad, y
que todavía sigue intoxicando con sus productos a las personas de todo el
mundo, dijo algo así como que la vida tiene cinco pelotas y cada uno de
nosotr@s es un@ malabarista. No usó inclusivo ni variante que se le acerque,
pero aclaró que de las pelotitas una sola es de goma mientras que las demás son
de vidrio o cristal. Entonces, las de vidrio serían la familia, la amistad, la
salud y el alma – vaya a saber para el CEO qué es ese último término, no lo aclara-,
mientras que la de goma correspondería al trabajo. Un análisis simplista y
retuiteado y compartido por millones de avatares, o lo que sea que tenga cuenta
en redes sociales. Ahora, en este preciso instante, estoy llegando algo así
como a la mitad de mi vida, suponiendo que voy a insistir hasta pasada la edad
jubilatoria. Como no lo sé con certeza, debo decir que ya alcancé una edad
donde la juventud me queda lejos y se partió en el suelo varias veces, pero que
enmendé lo que pude y todavía sigo en manos de malabaristas que apenas conozco,
pero que intuyo. Bien, en el Barrio Rivadavia no hay tantas pelotas como las
que cuenta el CEO, ni tampoco somos tan buenos malabaristas como para detectar
con el tacto el material de cada una de ellas. Pero lo que sí tenemos más en
claro es que podemos juntarnos una tarde en cualquier esquina – pongamos por
caso Francia y Garay, o por costumbre – y ayudarnos con eso de las pelotas y
los malabares. Hasta a veces nos intercambiamos las pelotas y las compartimos.
Tampoco desprestigiamos a la que es de goma, porque por lo general eso es lo
que hacen los que nunca tuvieron problemas de guita, de laburo. Entendible lo
del CEO, capaz nunca necesitó una mano, capaz nunca tuvo que laburar con la
soga al cuello, capaz nunca le faltó nada. Y me pongo bien proletario y
panfletario porque es una costumbre de cumpleaños. Lo hago todos los años para
esta fecha, más o menos, y después lo dejo porque mejor no ser tan directo, no
vaya a ser cosa que la escritura se me vuelva literatura del yo. Mejor que sea del Yo que dice yo, un poco más mediatizada,
un tanto más opaca. Para Dante era claro que en algún momento se llega a la
mitad de la vida, preferentemente en verano, y que ese es el momento para
tomarse unas vacaciones con héroe literario del pasado y recorrer el infierno
sin sufrirlo, después pasar por el purgatorio como para tomar algo de aire, y
terminar todo con una buena estadía en el paraíso, con mujer celestial
idealizada que sería la que nos espera al final del sueño. Pero claro, el sueño
tiende a esfumarse antes de encontrar algo concreto, y otra vez la vida diurna
y a seguir discutiendo con el CEO. En fin, ni idea cómo resultó el cálculo de Dante,
pero dejando de lado la cuestión matemática, parece que hay lo que sería un tiempo
relativamente estimado para considerar que uno vivió la mitad de la vida. Sería
más como un estado anímico, una etapa sentimental, o que se yo, y rondaría
entre los cuarenta y los cuarenta y pico. Momento en el que ya los brazos para
hacer malabares se empiezan a agotar, y resulta cada vez más difícil combinar
horario para que alguien venga en tu ayuda, o que vos puedas socorrer al otr@.
Entonces, se suelen escuchar los vidrios romperse contra el asfalto o los
cerámicos de cada living de casa del barrio. “Y bueno, viste que ya venía medio
mal” y “ya estaba en edad de empezar a cuidarse”,” no se cuidó”, “qué va a
hacer ahora”, “quedó derrumbado porque lo dejaron y ya no es lo mismo”,
etcétera. Todas frases encantadoras que ya no vienen con el tranquilizador, “pero
por suerte es joven”. Y eso que prometí no ponerme depre en esta fecha, pero la
verdad es que la frase del CEO me hinchó las bolas. Otra consecuencia de llegar
al territorio cuarentoso es que empiezo a utilizar una mayor cantidad de
insultos cuando me pongo a escribir, y que por lo general me duermo más tarde y
me levanto más temprano, motivo por el cual empiezo a olvidarme de cómo era estar
cansado o con sueño. Y digan lo que digan el cuerpo no es para nada sabio, sino
hubiese ideado la manera de no morir, o de al manos mantenerse joven todo el
tiempo, o por lo menos con todos los dientes, o con algo de pelo –dejo la
cuestión sexual para el año que viene, una pelota de cristal que olvidó incluir
el CEO-. Estaba en medio de la vida, empantanado, algo así escribe Dante, pero
él es poeta y lo hace bien y convencido de que lo que está por hacer es una
obra muy adecuada para bardear a sus enemigos, y endiosar a sus amigos y su
mujer. Una suerte de manifiesto político social que le va a resultar de gran
utilidad en lo práctico. De yapa, va a perdurar en la historia porque va a
dejar cristalizado el mejor libro de la literatura italiana, nada menos. Y ese
sería el mejor ejemplo para alguien que entra en la mitad de la vida: hora de segmentar
entre las personas que son copadas y las que no, mandar al cielo a las primeras
y al infierno a las segundas, y tratar de escribir una obra que supere al
olvido de la muerte. Lo segundo se lo dejo a quien tenga el talento suficiente,
y de lo primero me voy a encargar con mucho esmero, no vaya a ser cosa que en
el camino sinuoso de la mitad de la vida me salga al cruce el CEO y me rompa
todas las pelotas, hasta quedar sin nada, al costado del camino de una selva
que creo entender cada vez menos. Por lo pronto, sigo haciendo malabares con lo
que puedo, y te convoco a que me des una mano, en el barrio de siempre, en la
misma esquina de todos los días.
****Hablando de cumpleaños, no hay muchas canciones copadas que valga la pena compartir sobre el tema, la única sería la siguiente:
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