Continuidad – oda a la mierda –

 


“Cuando el virus se relaje un poco voy a desayunar cada mañana en una mesa de un bar distinto de la ciudad en que me toque vivir. A leer el diario en papel, a ensuciarme las manos de tinta. Me sentaría solo en un café a mirar hacia la calle por la ventana. ¿Cuánto tiempo va a pasar antes de poder hacer algo tan simple? No me gusta el precio que estamos pagando por mantener toda esta mierda a flote” (Pablo Ramos, “El origen de la alegría”)

“Esta tarde llueve, como nunca, y no / tengo ganas de vivir, corazón” (César Vallejo, “Heces”)

 

No me digas que ya no te sale escribir de corrido más de cinco minutos ¿Desde cuándo te secaste de palabras? ¿Será el calentamiento global? ¿Serás un globo pinchado? ¿Picado? Y no quieras poner todo en versos, porque es innecesario. Afuera existen un sinfín de glóbulos orbitando espantosos centros urbanos, que son como la falopa berreta, súper dañinos para el corazón no domesticado. ¿Para qué lo necesitás, lo necesitamos? Al corazón, digo. ¿Para ducharte y quedarte mirando el techo a lo Jim Morrison,  a ver cómo te insisten con eso de que siempre se está en el peor lugar del mundo, rodeado de la peor gente? Para consumir mentiras como esas es mejor saltar de la punta de una escollera y ver qué pasa, más en sintonía con la Storni, la Alfonsina que paseaba por el barrio Rivadavia para ir juntando imágenes que se llevaría mar adentro. Igual mejor no lo hagas, mal consejo. Tampoco es verdad que Alfonsina estuvo en el barrio Rivadavia, y si saltás de la escollera te vas a hacer mierda seguro. Ya ni sé cuántas veces escribí la palabra mierda en todo el año. ¿Servirá de algo contar eso? Habrá algún departamento en la facultad de filosofía y letras que estudie eso, con seguridad, y si no lo hay debería haberlo. Pero mejor tendría que estar en la facultad de exactas, que son más limpios y ordenados. ¿Por qué un poeta tiene que oler a mierda? ¿Por qué esos libros de poesía  tienen que estar siempre en los lugares más incómodos de las librerías? ¿Será porque a la poesía se llega con esfuerzo y mal olor? ¿O será porque una vez que damos con un verso no hay más remedio que dejar de bañarse, entregados únicamente a la lectura y a la búsqueda infructuosa de palabras que valgan la pena?. Es la primera vez que escribo drogado. Una de las dos afirmaciones es falsa, mentira. Cuesta entender mis palabras, al menos a mí. Sobre todo cuesta entender mis acentos y – aún más – mis días nublados. En verdad, esta sería una nota de agradecimiento a esas personas que intentaron descifrarme, como a una muy mala adivinanza. Personas que se fueron ofendidas y con las manos vacías. Perdón, no pude con eso. No puedo con las palabras porque no me necesitan, ellas se bastan por sí solas. Yo soy un canal, uno muy malo, pero necesario. Por mí las historias pasan y continúan hacia un futuro mucho más estimulante, porque en realidad nunca me pertenecieron. ¿Consuelo? Este, el de nada más y nada menos que ponerme a escribir, como si fuera que me siento a cagar en el medio del fin del mundo. Mierda. Puedo adaptarme a cualquier formato y situación, con mi culo y mi escritura. Soy una cucaracha de la literatura y ando merodeando por la basura más putrefacta, y me escondo de la luz del sol y de la gente que es muy linda, a la que sólo puedo ver con máscara de soldador. Mi realidad es subterránea y huele a…mierda, bendita mierda. Sabías que podría escribir esa belleza de palabra cien días seguidos, y girar para ver que quedó atrás, todo el año que se viene. En serio, ¿cuántas veces la habré escrito este año? ¿Cuántas mierdas habré escrito? ¿Cuántas mierdas me habré tragado? ¿ Y cuántas más mierdas puedo llegar a proyectar? 2022 el año de la mierda. ¿Dije canal? más bien una cloaca que va filtrando porquería en cada tramo de vida que le llega al inodoro de su piecita, la misma de este y todos los años. Barrio Rivadavia, esos lugares que ni se nombran, porque ¿para qué? Cada rincón de Mar del Plata y Batán son iguales, gemelos, se tocan y se parecen. Todos cagan igual de caro, igual de barato. Tanta mierda, a veces, se estanca, y ahí todo eso se confunde con filosofía de vida, maneras de vivir que no son más que muy malas lecturas de Proust, Joyce, Kafka y Cervantes. Lo siento, es mi secreto del día. El Santo Grial existe ahí, y después de eso nomás nos queda administrar paladas de mierda. Y gracias a tod@s l@s admistrador@s cloacales, sin ustedes la literatura descansaría en paz. Reconozco que sin mí, el barrio sería mejor, se escribiría mucho mejor. Pero, para desgracia del universo, acá estoy y pienso seguir cagando mi mierda. Nada personal, nada impersonal. Solo es esa rara sensación de especie, necesidad de continuidad de algo. Creo que escribí mierda 365 veces en todo este año que termina. Por suerte, nos vamos juntos por la misma cloaca, por el mismo canal. Al menos, es lo que puedo prometer hasta la semana que viene. Y ahora me voy, queda mierda por procesar todavía.


********Un poco de obviedad debiera haber en cada texto, ¿no? Bien, lo que no necesita explicación es la siguiente música de fondo para cualquier día/mes/año de mierda:

***********************************************************************************************Humildemente, Juan*********Del otro lado de esta suerte de catarsis***********************A lo mejor sólo fue que se me rompió un caño del baño*******************Salud!*******


Vida Matrix

 


Imagino que con la vida pasa algo similar a lo que sucede en la última película de
Matrix, la que vendría a ser la cuarta de la saga. Quiero decir, lo mejor se da en la primera parte, después el peso de la memoria, los recuerdos y el envejecimiento, bueno, llevan a que ese inicio estimulante se vaya diluyendo, como pastilla roja pasada por agua. En eso estaba pensando hoy, sentado en esta vereda de siempre, cito: Castelli y Francia, verano, barrio Rivadavia, casi-feliz navidad y postpróspero año nuevo. A esta altura del todo no me queda mucho por pensar, nomás intentar hacer una especie de racconto de lo que fue ayer a la noche, con algunas cosas raras que pasaron y que recién ahora empiezo a decodificar:

1. Me enteré en la fila del cine, de que había que sacar el permiso o certificado o lo que fuera de vacunación, para poder entrar. Ahora que lo pienso habrá sido una advertencia. En caso de haber recibido solo una dosis de vacuna anti covid 19, tal vez tenía el permiso sólo para ver una hora de la nueva de Matrix, lo que hubiese sido un verdadero golazo. Por desgracia, me la tuve que fumar enterita.

2. Hay gente que se empeña en ser muy molesta en el cine, todavía. Serían las once de la noche, y entiendo que hay mucha emoción por el hecho de poder volver a las salas a ver películas, y que hay mucho miedo a que en el futuro cercano este divertimento se desvanezca como algoritmo en Matrix, con símbolos raros y verdes que caen como catarata. Peeeeeeeeroooo, ¿tanta desesperación por comprar comida y hacer ruido por más de dos horas, inclusive en las partes más dramáticas? Por fortuna, todo lo que tiene de dramático la nueva Matrix, es muy flojo. Entonces me voy a des-decir: gracias por los pochoclos y los nachos y los morcipanes cinéfilos.

3. Parece que la tendencia sigue más o menos igual, y es que lo único que “funciona” en las pantallas grandes de ciudades como la nuestra, es el estreno de zagas, continuaciones o nuevas entregas de viejas ideas, de viejos súper héroes. Y una paradoja llamativa: el hombre araña tiene como cien años de existencia, pero en las películas aparece cada vez más joven. Por su lado, el pobre y siempre conflictuado NEO, apenas veinte años después, luce bastante achacado, hasta le ponen canas en alguna escena. Me pregunto cómo estaré yo, que también fui arrasado por veinte años entre Matrix y Matrix, utilizado como batería para el funcionamiento de máquinas que realmente no tienen idea de para qué funcionan. Nos conviene el multiverso, una suerte de país del nunca jamás, donde los Peter nunca envejecen.

4. Esto fue lo que más disfruté de la película: una escena en la que Keanu Reeves camina solo por la calle, entre locales cerrados y algún hotel que parece tener una luz tenue en el fondo, con la noche dibujada medio en serio y medio con esos simbolitos verdes. Esa sola pintura sería lo mejor del universo Matrix, la soledad en su máxima expresión, el héroe melancólico y angustioso que camina medio perdido y sin rumbo claro, dentro de un mundo que se descascara a su alrededor, y que luce tan falso como criptomoneda semanal. Y listo, ahí tenía que empezar y terminar la película.

Y yo salí de nuevo hacia el barrio Rivadavia, que es como una suerte de Matrix des-cargado, dentro de una Matrix con batería baja, que vendría a ser el mundo o algo así. De NEO no tengo nada, ojalá pudiera conseguir ese tapado negro. Más bien, sería medio OLD, o viejecito en formación. Tampoco están esos edificios gigantescos acá en Jara. Más bien, parece como que ya tuviésemos ante nuestros ojos la Matrix con sus codiguitos verdes deshaciéndose. Pero no pasa nada, no temas. Hace mucho calor, el viento establece prioridad en la costa, y no hay ningún Morfeo especialista en kung fu con ganas de poner las cosas en su lugar, con ganas de cagarme a palos para decirme: ¡Hey! Despertate de una vez. Si no te gusta la historia, ponete a escribir la tuya propia, a ver si en una de esas se te ocurre algo original, y le sacamos el velo a toda esa gente que se empeña en buscar autoayudarse, comprando libros de autoayuda, que son una Matrix en sí, pero con un objetivo bien claro: la ganancia absoluta para el autoayudador, que escribe para autoayudarse el bolsillo. Acordate lo que dice el nuevo Morfeo, en realidad no hay opción, siempre que llegues a esa instancia de elección, vas a optar por la pastilla roja. El inconveniente es alcanzar ese ansiado instante, ser el elegid@.

Acá debería terminar esta semana, pero voy a seguir un poco más, a lo Matrix IV, buscando autosabotear un par de ideas más o menos potables que vengo llevando a los ponchazos. Porque, en verdad, la noche no la terminé ahí en el cine. Hubo un regreso a oscuras y por la puerta de atrás, con cara de póker estilo Keanu 2022. Todo lo que llevó a realizar una especie de evaluación del año (ya casi)pasado, repleto de vaivenes, como supongo que son todos los años. Puede que establecer una comparación sirva de algo, entonces insisto con la idea del principio, y me meto en el museo de mi vida, tal como hace esta última película de Matrix con su propio pasado: no hay duda que las mejores partes son las primeras, y que estirar las cosas no sirve de nada y no vale la pena, más que por una cuestión materialista concreta, o solo por ceder ante la presión de alguien más. Puede que eso me haya pasado en estos últimos meses, puede que tenga que ver con mi escritura. Como sea, lo mejor –como le pasa al protagonista- será estar bien atento a la realidad que se presente ante mis ojos, sin olvidar nunca que no tengo otra manera de funcionar más que en el lenguaje y por el lenguaje. En una de esas, podría ser muy inteligente aprender bien qué carajos quieren significar esos símbolos verdes que caen como catarata, que no es ni más ni menos que la materia de la que estamos hechos cada un@ de nosotr@s, y sobre todo yo. Perdón, suena el viejo teléfono de siempre, me voy a desconectar antes de que me desconecten primero. Sin señal  hasta el año que viene.


*****Y como bonus track o regalo navideño, comparto la que para mí es la mejor música de toda la saga Matrix:

*******************************************************************************Humildemente, Juan, desde el barrio Rivadavia*************************Tarde soleada, con viento y una realidad que se desvanece*********¿No había una tercera píldora?********


Cosas del 2021

 


La segunda ola,

las vacunas,

la violencia policial,

el gatillo fácil,

las PASO,

elecciones:

 ganadores que perdieron,

perdedores que ganaron,

la inflación,

los precios congelados,

el arreglo con el FMI,

el no arreglo con el FMI,

la escaloneta,

los 70 de Charly cumple,

Get Back,

un Rolling Stone menos,

cine online /

cine presencial,

las clandestinas /

la liberación,

la vuelta del público a los espectáculos,

las variantes interminables de COVID

dejando corto el alfabeto griego,

las dosis de refuerzo,

la tercera ola,

los anti derechos,

los anti vacunas,

los aduladores de la criptomoneda:

“In cripto we trust”,

los humedales destruidos,

los incendios forestales,

el cambio climático,

el negacionismo,

el saqueo a los pueblos originarios,

el negocio inmobiliario:

la entrega de los espacios públicos,

el regalo a los empresarios del transporte,

los regalos a los mismos de siempre,

los anarcoliberales

y sus raros peinados viejos,

a 45 años del golpe,

el aporte solidario /

el impuesto a las grandes fortunas /

la evasión y la fuga,

el dólar ilegal /

a 20 años del corralito,

la prohibición para exportar carne:

las vaquitas son siempre ajenas

y las penas siempre nuestras,

recuperación en marcha,

post crisis /

precarización laboral,

arreglate como puedas,

la financiación de la muerte,

cómo salir de la crisis de la pandemia /

cómo no entrar otra vez en pandemia,

la bajante del Río Paraná,

el espionaje por el ARA San Juan,

la injusticia,

la contaminación de los campos /

los dólares de la soja radioactiva,

los chanchos de China,

marchas por derechos y justicia /

marchas anti derechos,

redistribución /

concentración,

balanza para el mismo lado,

siempre,

aumento de la brecha: ricos –------------------ pobres,

muerte y resurrección del turismo,

precarización laboral de temporada,

cerrar fronteras /

abrir fronteras,

mil maneras de hacer un Zoom,

la venta de datos de Facebook

o Meta

o como la llame el filántropo Zuckerberg,

la importancia del sol para la mitocondria,

cerrar escuelas /

abrir escuelas,

la superproducción de memes,

la necesidad del otr@...

El final del año

con pase sanitario,

y que entremos en el 2022

estando donde salga ese sol...



***************************Estaré por las mismas veredas del barrio Rivadavia************************Humildemente, Juan************


El viejo año nuevo

 


“Kurt observó que en “El Paraíso” el tema de la edad, de la vejez, constituía un estribillo, un refrán de balada que volvía en las conversaciones. Ya Don Boní le había dicho que había cumplido mil años y Carlota Bramundo había rogado, como parte interesada, que no tocaran el asunto. Pero, por otra parte, Silvano lo había acostumbrado a la música del mismo “ritornello” pesaroso “Soy un viejo pecador – repetía -, soy un pecador viejísimo”. Quizás, más allá de cierto límite -pero ¿cuál sería, en verdad, esa frontera? ¿cuándo se la pasaría? – todos tendrían que salmodiar, como santo y seña melancólico, la frase exasperada: “Tengo mil años, tengo más de mil años”. Quizás a él también le llegaría el turno”. (Invitados en El Paraíso, Manuel Mujica Lainez)

 

“Ya vas a llegar”, me dijeron una de esas tardes, “ya te va a tocar”, me dijeron otra de estas tardes. La idea es la misma, en todo caso, que la planteada por Mujica Lainez en esa parte de su novela: guarda que la vejez nos llega a tod@s. Y en verdad que nos llega, porque no tiene que ver exclusivamente por obra y gracia del paso temporal, sino que puede ser un estado emocional también, una cierta actitud sobre las cosas, mucho más acotada y espontanea. Lo primero que uno piensa es que eso es algo negativo. Pero con un polo posible de positividad, si se tiene ganas. Un punto de vista. La vejez, en cuanto al paso del tiempo y la extensión de la vida estaría bien considerada si no se es viejo, como la llegada del tiempo para el descanso, la reflexión, la vida sin trabajo pero con dinero y la sabiduría rebalsada. Pero el que pasa por ese tiempo alargado, no lo ve tan así, porque comprueba que nada de eso sucede, nada alcanza para el júbilo, nada rebalsa. Una imagen idealizada del hecho de alcanzar la tercera edad. En cuanto a la otra forma de abordar la vejez, como un estado emocional, una filosofía de vida, en principio parecería tener una connotación negativa, algo así como decir “esa forma de pensar es de viej@ chot@”. Suele pasar. Suele pasarme. Lo que descubrí recientemente es que tengo varias costumbres que están ligadas a la tercera edad, y no a la segunda, que sería la que me corresponde por tiempo en vida. No las percibo para nada como algo negativo, porque no soporto pasar de las dos de la mañana sin dormir, como tampoco puedo bailar más tarde de las doce. Mejor dicho, podría pasar la vida sin bailar, por el bien común. Los shows de cualquier  índole se disfrutan más en un cómodo asiento. Y eso de estar tantas horas expuesto al sol, bueno, a quién carajos le puede gustar. Mucho mejor se lo pasa uno en la cama la mayor parte de la noche, aunque sea dando vueltas o escribiendo o mirando una película sin prestarle atención. Y estaría bien que me pagaran una jubilación a los cuarenta años, así me voy retirando a tiempo. ¿Para qué quieren que me quede treinta años más con cara de ojete haciendo cosas raras para gente normal? ¿Quién se puede alegrar con tenerme a mí sentado en una mesa de un bar para festejar haber casi llegado al año 2022?. No tiene sentido, o si lo tiene no lo puedo entender. ¿De dónde sale toda esa emoción por gritar toda una noche hasta terminar abrazado a cualquier inodoro? Prefiero aflojar con tanta ansiedad y jubilarme a tiempo, hoy, a los treinta y siete años. ¿Por qué no? Ni siquiera haría falta asistir a ninguna subasta de vejeces. Quedaría en cada un@ la impresión de la edad que se padece, y todo podría cambiar mañana. Ya no habría etapas en la vida, sino que se podría variar de un día a otro, ir y venir desde la niñez hasta la vejez, y tal vez morir bebé, como el Benjamin Button de Fitzgerald. También se podría nacer con noventa años, y llorar como un niñ@ a los cincuenta porque alguien nos dijo que no nos queda bien el corte de pelo. También se podría ser caprichos@ y egoísta sin culpa en cualquier momento, y sabio a la tierna edad de quince. Vivir como tralfamadorianos, empezando el último día de vida al principio, comenzando a nacer sobre el final del camino, a horas de la muerte. Ahora parece que volví a la juventud un rato, y las palabras se apilan como ansiosas por llegar al fin de año. Eso, fin de año: festejar el último día para que a las 00:00 sea el primero otra vez, y así empeñarnos en que todo el tiempo estamos envejeciendo, muriendo y volviendo a renacer. Tal vez así no sufriríamos tanto las pérdidas y los vínculos serían menos traumáticos. Porque hoy podría decirle a alguien te quiero, pero mañana ya no, y pasado te quiero otra vez, y la semana que viene quién sos, pero podemos volver a amarnos en cualquiera de los días, y estaría todo bien. Sin rencores, la vida sin tiempos carece de grandes broncas, porque nos vamos a volver a ver después del último día, en un único tiempo. Mañana siempre va a llegar y se va a repetir hasta que no nos quede otra que ponernos de acuerdo, porque qué sentido tenía eso de que no te puedo tragar. Este fin de año o el que viene, pasame la botella, vamos a estar como siempre, y mañana nos juntamos otra vez y empezamos otra vez con hoy. Nos sentamos por acá, en esta misma esquina que era la que se terminó ayer. Qué casualidad, la botella de cerveza es la misma, y los acordes que nos gustan suenan igual a la vez que nos habíamos distanciado. Fijate que no cambié mucho, tengo la misma barba blanca que cuando nací, y pienso seguir cantando el mismo verso, con la misma sonoridad, con todos esos vicios de viejo pecador, que no es más que una mala interpretación del pasaje de una novela. Mi rol, ahora, es el de jubilado. Estoy cansado, son las doce de la noche, la luna me tiene cansado con su estupidez y no me diseñaron para poder ver cómo carajos se alinearon marte, venus y Júpiter. Puede ser que no parezca, pero mis ojos tienen límites insospechados. Prefiero estar bajo techo escribiendo como un pobre diablo, jubilado, sin pensión. Y que mañana sea el año nuevo, y que se parezca al viejo, y nos volvamos a encontrar para decirnos: Cómo estás, tanto tiempo sin verte, parecés mucho más viej@. Pero sabés una cosa, te sienta tan bien.


**Y el sol es el mismo, pero nosotr@ ya no...

*****************************Humildemente, Juan******************con tiempo**********************todavía**********************************************

Una foto y la realidad



“Podemos entonces concluir diciendo lo siguiente: en nuestra sociedad que, debemos reconocerlo, se encuentra en la actualidad un poco a la deriva, únicamente la esfera material funciona como referencia de realidad, y como el origen, la finalidad, la extensión y la naturaleza íntima de lo material se nos escapan, tenemos la impresión de haber perdido el sentido del mundo o de que vamos a perderlo o de que ya estábamos perdidos antes del inicio mismo del tiempo y de las cosas” (Juan José Saer, La narración objeto)

 

No hay mejor manera de terminar la tarde y empezar a escribir, que contemplando una imagen estúpidamente idealizada de… una tarde. Que pude ser cualquier tarde, con cualquier sol en plena decadencia, cayendo sobre uno de esos campos que parecen tan adorables con ese orden cuasi religioso, pero que en realidad esconde varias otras cosas muy turbias, que también conforman el hermoso y caótico complejo que llamamos realidad. Porque además de todo ese aspecto tan benigno de la foto, del paisaje, del sonido de una suave brisa y etcétera, hay que aclarar:

1) El sol es una estrella muy dañina, y que más que acariciarnos lo que hace es mantenernos a raya. Por eso duele tanto cuando uno intenta mirarlo, o quema de tal manera aunque estemos a millones de kilómetros de distancia. Así que basta con eso de que los rayos del sol nutren, porque lo que en verdad hacen es quemar y matar. Linda forma de aclarar las cosas y esa parte de realidad. Además, sabemos perfectamente que un buen día tendrá su último resplandor, se agrandará como una pelota naranja y gigante, y luego llega el FIN, o The end. No habrá más capítulos para la humanidad después de ese último brillo.

2) Los venerables campos sembrados, imagen de la libertad y del granero del mundo, de un país pujante que busca su lugar en el planeta, un lugar de producción y crecimiento. Pero todo a base de pobreza, precarización laboral – y soy bueno, porque deberíamos hablar de esclavitud en lo que refiere al trabajo rural- y presencia total de monocultivo, que en verdad es un producto transgénico, que depende ya no tanto del agua sino más bien de la lluvia artificial de agroquímicos, que derivan en una contaminación de tierra y aire cuyas consecuencias pagan los organismos vivos que le pasen cerca y que intenten respirar. Todo sea por los dólares, el verdadero monocultivo mundial, que practican unos pocos.

3) Del otro lado de la foto, está la fábrica de Coca Cola, como perdida en el medio de la nada. Un tramo de campo semi regalado a la multinacional, que a cambio se encarga de regar con su pis oscuro los cuerpos de cientos de miles de personas que consumen pasivamente un producto de mierda, que sirve mejor para aflojar tornillos. Pero de lejos también se ve bien, hasta parece que haya personas laburando allí con cierto aplomo y tranquilidad. Alabado sea el Papá Noel cocacolero, que llega con sus bolsos llenos de gaseosa y se va para cualquier paraíso fiscal, con esos mismos bolsos pero llenos de pesos argentos, que parece que sí los aceptan mejor en otros lugares. Paradojas de la argentinidad, y felices fiestas.

4) Otra cosa que se ve en el fuera de cámara de la foto, por ruta 2, es uno de esos nuevos/viejos barrios privados, donde los escasos ganadores de la era de la post pandemia buscan refugio para ellos y sus familias, mientras imaginan el día final del resto de la humanidad que, lamentablemente, no pudo adquirir su espacio seguro y libre de chusma y colectivos de línea. Igual qué cagada, porque cada tanto aparece un grupo entongado con los de la seguridad de los barrios privados, y en una de esas también se las ponen, o se matan entre ellos por un mal asado de domingo, y al otro día hay noticia en todo el país “Crimen en el country de Marpla”, y el escándalo se hace universal, y vuelta al primer mundo pero por la puerta de atrás.

Igual la foto me gustó, y es una de esas cosas que te permiten el hecho de andar bicicleteando por diferentes partes de la ciudad, ahora que se puede, ahora que no está tan asesina la pandemia. Igual cuidado, porque como bien muestra la imagen, todo ese paraíso ideal se puede desmontar en un parpadeo. Mejor aprovechar el momento de disparo de la foto, una epifanía y la sonrisa como instantánea. Después, ya con el siguiente temporal encima, darle vida nuevamente a través de las redes sociales, el afamado no-lugar que extiende nuestras alegrías, o les da una suerte de segunda vida. Pero a no engañarse, ya es pasado, el paisaje no está, no estamos sonriendo, y del cálido momento queda un me gusta, un corazoncito, una carita de felicidad fingida, la sensación de que toda imagen pasada fue mejor. En verdad, si me sacara una foto ahora, vería un cuerpo flaco, desgarbado y ansioso, esperando por volver a tener la oportunidad de esa sonrisa, esa tarde, ese sol tibio. Pero, por favor, lejos de las cosas que están mal en la sociedad, y que ya enumeramos más arriba. En lo posible, un buen abrazo estaría más que bien, un “cómo andás tanto tiempo” y barbijo, un trago de cerveza, las espaldas contra el paredón, la misma esquina de Castelli y Francia, y un par de buenos deseos para el año que viene. No porque vaya a pasar algo muy diferente a lo de hoy, sino para asegurarnos algunas lindas tardes al sol, con un sentido mucho más humano que el de ahora. Volver está hermoso, pero podemos esforzarnos un cachito para seguir volviendo un poco mejor, mejor sembrad@s, más hermanad@s, más repartid@s, más amoros@s, menos contaminad@s, menos egoístas. Sobre todo, mucho más atent@s al sonido del viento, a sus advertencias, porque no tenemos más que este mundo, no tenemos más que esta vida. Las cosas y la realidad son lo que queramos hacer con ellas, aunque no sepamos definirlas con precisión. Puede llegar a estar muy bien que no nos vayamos a la mierda. Tranquil@s, hay lugar y comida para tod@s. Será cuestión de ponernos de acuerdo.  


******Y como para continuar con la temática, música de fondo para cualquier tarde soleada:

********************************************************************************************************Humildemente, Juan***********desde por acá, hasta allá*******continuará...******************


El príncipe de Persia

Saltar, pasar en zigzag. Supongamos que un príncipe Persa cierra los ojos mientras le cae una bomba en el medio de la cabeza, y todo estalla...