El castillo infinito

Un tipo está a punto de ser alcanzado por alguna especie de justicia en formato samurái, cuando desde sus entrañas empieza a crecer un abismo, que pronto va formando un castillo que se alimenta de su propia energía, generando nuevos espacios y recovecos a la velocidad de la luz, o similar. Esto da pie al inicio de un camino que no pareciera tener fin, para un grupo de héroes más bien limitado, que encuentran en cada nueva habitación un nuevo enemigo a enfrentar hasta la muerte, sus propios fantasmas. Entonces el espacio que parece infinito y vertiginoso su tiempo, de golpe se retrae, se concentra en una sala minimalista y casi claustrofóbica, donde el reloj comienza su camino en retroceso a velocidad crucero, la apacible y destructora visión del pasado. Toda esa doble locura, doble velocidad, a punto de hacer volar el espacio en mil pedazos, pero nunca llegando a tal extremo. Y ahí ya nada importa si se es héroe o demonio, porque todo condensado se mezcla en una historia que bien podría ser la de cada una de las personas que imaginamos esa película. O tal vez no sea más que la realidad, una ruta con dos direcciones pero con espacio para circular solamente en una, y avanzar a doscientos quilómetros de ida para volver a veinte al punto de origen, y llegar a un destino que ya no es el mismo que dejamos, que soñamos. La sala del cine se proyecta sobre la avenida Independencia, los bancos a la madrugada tienen su flujo de gente, que por lo general es más amable que la que se puede proyectar durante el día. Hay un héroe también, que tiene los ojos perdidos, las pupilas dilatadas, como si hubiese visto el corazón secreto de la ciudad, o se hubiese tomado todas las drogas de Sierra de los Padres. Como sea, algo en sus ojos dice que su visión es única, que su manera de caminar es flotar en la luna, que está en cueros con diez grados porque no tiene mucho que ver ya con este mundo. Y tiene una bronca sin pasión. Una necesidad de expresar esa bronca, pero solamente contra objetos sin vida. Entonces encara las persianas cerradas de los comercios y las golpea con toda la furia contenida en sus nudillos, que misteriosamente no sangran. Pasa la gente, lo mira, pero él no parece percatarse de que existen, solo están las cosas y la rabia que generan con su imparcialidad, la estructura metálica de la parada del colectivo, un cartel con la propaganda del que será el próximo candidato a presidir un lugar que no quiere ser presidido por nadie, porque es una cosa también, y da mucha bronca. Y los nudillos rebotan descargando las frustraciones de todos los espectadores que estamos allí, engañados por un espacio que se figuraba infinito y que al final solo guarda pequeños recovecos donde nos esperan nuestros peores miedos, nuestros fantasmas de siempre. La ilusión del vertiginoso futuro, que solo tiene una versión corregida con nota al pie de un pasado remanido para ofrecer. Noticias que se parecen demasiado, con solamente un cambio de formato, uno que ni siquiera nos da la oportunidad de golpear con esos nudillos para descargarnos. El héroe sigue su derrotero por la noche infinita de la avenida, ante la atónita mirada de quienes no se animan a golpear todas esas cosas construidas para fulminarnos. Es inminente la llegada de la patrulla, esa banda de matones destinada a proteger todas esas cosas que no se deben tocar, son propiedad privada, son de alguien más, todas con el mismo o los mismos pocos dueños. “De un paso atrás o le disparo”, le gritan al héroe, que retrocede ante el peligro de las armas de fuego. Alguien se acerca para esposarlo, pero logra zafarse con una habilidad impropia para su estado físico. Se suma otro miembro de la patrulla, y ya son dos los que persiguen con sus armas al héroe, que continúa su gambeta eterna, con la luna rielando sobre su cuero invicto. Las horas pasan y la persecución es infructuosa. Los espectadores comienzan a aburrirse, porque el duelo nunca llega a su fin. Y esa es la única realidad posible. Un sentido de la ruta. El castillo no es tan infinito como quisiéramos imaginar. En algún instante las cosas se vuelven insoportables, y hay que estallar con ellas o dejarlas estallar solas, o estallar uno mismo contra las pandillas que controlan la moral y todas esas situaciones que no existen para ser controladas. Ya no me acuerdo si esto era parte de la película, o tal vez la película va llegando a su final así nomás. Un héroe que continúa su camino por la noche desierta, una patrulla torpe que lo sigue para aumentar su brillo en la noche, un espacio que es un reino en ruinas, lleno de espectadores de la nada, que no pueden entender cuál carajos es la diferencia entre un samurái y su espada. Vuelta al inicio, cuando casi llegamos a la resolución del dilema planteado, la pelea antes del big bang que generó el castillo infinito. ¿Importa ahora la conclusión? Supongo que se fue terminando la noche. Supongo que las luces se fueron apagando con el lento amanecer. Supongo que el pasado hizo de las suyas. Supongo que el tiempo empezó a caminar hacia atrás, cada vez más lento. Supongo que esa es la patrulla persiguiendo mis huellas futuras, que se plantan en el presente de las cosas, para ver si entienden algo de lo que les llega del pasado. Fantasmas, laberintos, héroes y demonios, todo lo que encierran las historias en una sala de cine o en la esquina de la avenida Independencia y Belgrano, más la patrulla de ortivas que intenta contener lo que se derrama a los costados.


****eso fue una recomendación cinematográfica más o el inicio de un historia. Esto es una música que me encantó:

********humildemente, juan†***********y nada más que escribir*******


Escena en una playa

Una porción de arena les comía los tobillos, mientras caminaban charlando contra el viento sur. Una escena que nadie, con dos dedos de frente cinematográfica, rodaría esa tarde. No, ni en ese espacio ni en ningún tiempo. Pero se suele suponer que las mejores ideas surgen en los peores contextos, como si fuera una película sobre cómo nació esa película tan buena, una suerte de precuela o prólogo necesario para explicar innecesariamente razones de grandes éxitos. En fin, un detrás de escena, un especial por si acaso la película la pega. ¿Qué sería pegarla? ¿lograr contar una historia más o menos con sentido? ¿o lograr contar unos personajes totalmente perdidos?...en una playa, fuera de temporada, con viento sur moderado, ni fuerte ni suave. De la escena hay que tomar unos planos especiales, cosas al parecer insignificantes pero que después son la narración en sí, a medida que avanza la trama, como las uñas pintadas de uno de los dos personajes, mojándose con la crecida del mar, intermitentemente en la orilla. Un sonido de fondo, que es más bien un zumbido acristalado, que habrá que imaginarse cómo sonaría, no queremos realismo en la escena porque para eso está la vida. El plano se corre de los pies de uñas pintadas hacia el rostro del otro personaje, que realiza un gesto que parece melancólico o apenas divertido. Es, en cualquier caso, un gesto contenido. La escena parece tomar un desenlace lento, como de tortuga masticando un caracol. Reitero, no es una escena realista, no busquen referencias en la rutina diaria, ni sonidos que se correspondan con lo que ven mientras leen. Este es una especie de viaje al pasado, que se caracteriza por su lentitud, porque hay que escarbar donde hay mucho fondo, mucha materia informe. Momento del flashback: el personaje del gesto contenido intenta recuperar otro paseo en otra playa, en otro tiempo, en otro clima, con otro sonido, con otras uñas pintadas, junto a otra persona con la que alguna vez se imaginó pasando el resto de su vida. En presente, ese recuerdo le hace cambiar el gesto, la cámara lo enfoca pero no lo entiende, esa mirada a los pies con las uñas pintadas de la persona con la que comparte el paseo y lo vertiginoso del presente, que sí se expresa a toda velocidad. Es el ahora frenético de la escena. El foco de atención se va hacia el cielo nublado, en el horizonte. La cámara muestra la línea que separa al cielo del mar. Parecen casi la misma cosa, pero no lo son. Parecen destinados a ser uno, pero no. Los dos simulan un mismo tono de gris. La lluvia amenaza. El futuro prefigura una complicación. Del cielo caen las primeras gotas saladas, la escena sigue ahí. Una voz fuera de foco se escucha tímidamente, como a la distancia, como no queriendo preguntar lo que, finalmente, no puede evitar preguntar: “Vos ya no me querés, ¿no?”

Una música se apodera del ambiente, mientras vemos que del cielo las gotas intensifican su caída. El cielo y el mar, cada uno por su lado.

Fin de la escena. No hace falta contar nada más.


*****esa música de fondo:

************************************+humildemente, Juan***********************+un trozo de ficción****************


Crítica de una película reciente

La trama no importa. O bueno, sí que importa pero no tanto como el desarrollo de los personajes. Tampoco tan así, a lo mejor las dos cosas importan bien poco y lo que más importa es el lenguaje. Pero no estoy seguro, capaz que lo más trascendental sea el precio de venta que se le pone a la historia, porque por ahí si el precio es muy bajo queda en claro que el material no vale nada, o casi nada, una mierda. Las historias suelen ser muy parecidas unas con otras, es probable que comiencen con una partida, una salirse de ambiente cerrado, un meterse en ambiente cerrado, en todo caso un movimiento, un traslado. Pero también puede ser que eso no ocurra, y que la trama completa esté atrapada en una suerte de caracol dormido, un arrastrarse casi imperceptible…pero claro, eso ya sería un movimiento, aunque leve. Qué tal si nada se mueve y las cosas se quedan así como están durante un buen rato, digamos dos horas, que es lo que debería durar una película más o menos soportable. El colmo del conservadurismo, unos personajes que se quedan fijos sobre una escena y nadie hace nada. Una suerte de museo de cera de lo que vendría a ser una historia. Y ahí lo tienen, la historia más perfecta de todas, el héroe que se queda en casa mirando el techo, un héroe bien fácil de imaginar hoy, un héroe menos que mínimo, un héroe sin retorno porque nunca salió. Todo inmovilizado, ni siquiera las plantas y su casi imperceptible inclinación hacia el rayo de sol que apenas acaricia el patio interno de un mono ambiente, por aproximadamente diez minutos. El tiempo pasa porque eso es inevitable, no lo podemos congelar, ni siquiera en una foto. ¿Por qué? Podríamos sacar una foto ahora de ese héroe en la mecedora de su living, contemplarla por un rato y seguir con lo que sea que se tenga que seguir. Luego, pasadas unas semanas, volver sobre esa misma imagen y entonces hacerse la pregunta: ¿qué pasó? ¿por qué no se percibe igual que la primera vez? ¿por qué siento que cambió la imagen y que yo también no soy igual? ¿Hubo movimiento en la inmovilidad de esa imagen? Cerrar los ojos, y si no pasa nada, quiere decir que la imagen es una cagada y no sirve, no es arte. Pero, a veces y con suerte, se tiene la sensación de que la imagen vista continúa moviéndose dentro de uno, o con uno. Va cambiando la forma de percibir todo lo demás que sería el ritmo tortuga de la rutina diaria. Puede ser una escena, una imagen, una pintura, una escultura, un poema, un algo humano que nos dejó en otro lado, nos depositó en un movimiento que no esperábamos. Y eso se continúa, y nace como una fiebre que impide por unas horas continuar indemne como antes, como el amanecer que no traía más que el pronóstico del tiempo y la parada del 554. Sigue el barrio Rivadavia, donde pasan todas las cosas más importantes del universo, porque es el único lugar desde el que se pueden realizar lecturas que son como esa imagen, esa escena, esa pintura, ese poema, hechos extravagantes que continúan su influencia en el tiempo, aunque no se esté allí, aunque la experiencia se haya terminado. ¿Eso no depende del héroe, del Yo que dice yo? No, nada que ver, depende de otra magia, una cosa que está fuera de uno mismo pero que lo moviliza, lo que significa que se va a meter dentro de uno…si es arte, o así debería ser el arte, o así percibimos el arte desde este micro espacio del multiverso entero. Líneas rojas que no pueden poner lógica y razón sobre cosas que fueron creadas para derribar la lógica y la razón. ¿Quién dijo que este texto tiene que mostrarte algún sentido, tiene que conformarte, tiene que ofrecerte el final adecuado para que vuelvas a dormir una noche de insomnio? ¿quién escribió en algún tratado que dormir por la noche es adecuado para nosotros? ¿serán los mismos que nos dicen que ya nada se puede hacer con el orden establecido en el mundo? Ok, tal vez hay un orden que sí puede ser desestabilizado, pero hay que inventarlo, hay que escribirlo, hay que dibujarlo, hay que soñarlo en una pesadilla insomne. ¿Suena a algo que podría servir para revolucionar esta página, al menos? No, la revolución es ese constante inconformismo que nos puede ayudar a entrar en trance, que sería abrir las puertas perceptivas (y eso fue un choreo de paja nomás) para aceptar ser movilizados por algo que escapa de lo establecido. Bendito sentimiento de felicidad, como gritar un gol de un equipo que no sabemos por qué carajos estamos alentando. No todo es lógica y razón, por suerte, y digo que por suerte porque es esa especie de locura lo que nos permite relacionarnos con el mundo sin explotar de un ataque cardíaco cada noche a la vuelta del chino. Eso, un vino vendría bien porque ya no hay en la heladera –sí, acá se lo toma frío- y se necesita pasar la madrugada lo mejor posible. Igual no te hagas drama, es algo que me pasa a mí, nada más, al escritor que dice a mí o que afirma ser un Yo. Nada de eso existe, lo que sí existe es una escena indescriptiblemente impresionante, una persecución en una ruta en el desierto, unos sonidos, unas músicas, unos personajes, una trama, una novela adaptada a los ponchazos, unos ojos que se cierran para corroborar que es imposible seguir la historia así, porque si la película es buena y vale la pena como obra artística, es imperiosamente necesario tener los ojos bien abiertos, esas escenas van a quedar en la memoria, esas escenas se van a seguir desplazando aunque el héroe esté sentado en la mecedora de su living, en un mono ambiente muy mal iluminado del barrio Rivadavia.


********Sí, puede ser la mejor película del fin de semana:

*****************************humildemente, Juan******************sí, buena forma de recomendar algo***********************


No sabrán de donde vino el golpe

Un presuroso atardecer, de esos que pintan de negro el día más soleado en apenas unos segundos, cortando en seco la inspiración suficiente como para disfrutar una trago más de birra, una pitada más de faso, y hasta ahí los placeres de la vida en el barrio Rivadavia, hoy – sea cuando sea que leas esto -. Perdón, mas la música de fondo que se va a sugerir al final del camino de la lectura, un final que sospecho aliviador, como cuando el angustiante drama televisivo marca Hallmark channel ponía un fundido a negro, dejando más que claro que aquel personaje, con enfermedad terminal desde la presentación de la película, al fin comenzaba su eterno descanso en paz, luego de haber establecido a cuáles personajes secundarios quería más, y a cuáles otros necesitaba sacar de escena para no…,,¿empeorar? ¿se puede empeorar teniendo una enfermedad terminal, o ese es el límite? Calculo que más allá no hay nada, más acá…..otra clase de problemas, inconvenientes, caprichos cagados por el destino. Un camino lleno de obstáculos hacia el cual, dependiendo de quién esté contando la historia, las cosas se van a ir solucionando….más o menos. De las típicas historias esperamos unos típicos finales, como lectores. Cargamos las tintas de los lagrimales a sabiendas de que ese último suspiro del o la protagonista funcionará como contraseña para abrir las puertas del llanto catártico. Después, recordar que “hacía bastante que no lloraba así”, y más tarde un mensaje a alguien a quien se le comenta lo sucedido y se le recomienda pasar por el mismo suplicio, y hasta mañana que la historia empieza nuevamente con el siguiente amanecer…pero tampoco tiene por qué ser así. De esas películas para televisión queda una enseñanza más profunda: la temática está terminada, no hace falta escribir nada que se le parezca a lo que ya se escribió. El mecanismo funciona la primera vez, tal vez la segunda, pero luego pierde el encanto, lo que resulta en un endurecimiento de los espectadores, que encuentran cada vez más imposible eso de empatizar con el/la protagonista. ¿Qué hacer para no sentirse mal cuando no lloramos en una película como esas? Lo más importante sería apagar el televisor, aunque hoy día ya no basta, porque lo que sigue es el algoritmo, que de alguna manera detectó que estábamos viendo ese drama televisivo con enfermo terminal, precipitando una cantidad casi infinita de videos cortos con escenas similares, donde una música lacrimógena de fondo acompaña un abrazo final de amantes sobre camilla de hospital privado. Digo privado porque, por lo general, en esas películas de ese canal los pacientes no tienen problemas con la prepaga o la obra social o el seguro de salud. Enfermos terminales siempre bien atendidos en muy luminosos y ordenados hospitales de estudio televisivo en decadencia. La magia de la televisión, centrarse en un drama que pierde de foco el contexto, siempre dado y nunca bien explicado. Mejor y más dramático sería mostrar cómo carajos hace esa gente para lograr obtener un turno con un oncólogo antes del final con fundido a negro. En la película que me imagino, acá desde una plaza muy muy lejana, el hospital está totalmente abarrotado y no tiene turnos para lo que resta del año, por lo que el protagonista decide internarse en su casa para pasar los que sospecha serán sus últimos días. Y nadie lo puede acompañar porque el año está bastante jodido, y todos sus “seres queridos” están en una: algunos en viaje por la ruta de las changas, otros -que se separaron por segunda vez de sus parejas- no tienen cómo mantener a sus queridos y entrañables niñes. Sayonara a las escenas donde se reúne la familia para cuidar al enfermo, cocinarle, bañarlo, leerle una novela….¿leerle? Imposible, en esta película los libros fueron utilizados para calentar la casa. Sí, ya sé, perdón por eso, estoy tornando mucho más depresivo un drama que ya tiene suficiente con esa sentencia de primera fila: “lo siento, no hay nada que hacer”. “¿Con qué, doctor?” “Sería con su consulta, nadie la va a pagar, porque el ajuste llegó hasta el botiquín de primeros auxilios”. La escena alternativa sería un escape hacia la ruta, una especie de último viaje de egresados sin regreso. Tomar la 226 rumbo a Tandil en un par de motos Harley…..pero eso sería en la película de Hallmark, en esta de la productora barrio Rivadavia, el escape es en autoestop, hacer dedo. Lamentablemente, ese drama termina aún más rápido, porque si bien estamos empezando la primavera, el frío todavía cala hondo en los débiles huesos de un protagonista que muere por hipotermia antes de llegar a Balcarce, en la caja de una Ford F100 modelo 1980, sin VTV y con tres tubos de GNC, con la oblea vencida. Drama que finaliza con el pago de una coima a la policía, para no perder la camioneta, y con el cadáver llegando muy tarde a su propio velorio porque claro que sí, la chata pierde aceite y se queda entrando a la avenida Luro, y andá a salir de ahí un día de semana después de las nueve de la noche…Pero de alguna manera los dramas se van superando y se llega a la escena del final, seamos un poco más amables con lo que queda de la ciudad. Bien, pongamos por caso que algún alma caritativa ofrece su lugar en la habitación medianamente confortable del hospital X. Supongamos que hay enfermeros y enfermeras y médicos y médicas más o menos confiables, como en la película de Hallmark channel. También pongamos por caso que la familia se reúne en su totalidad esa –la que va a ser – última noche del paciente con vida. La escena es triste pero tierna, la familia y algunos amigos se van despidiendo en orden de importancia, para que el drama vaya in crescendo. Así, luego del último beso apasionado, el paciente pone cara estoica con una lágrima cayendo de su mejilla izquierda, entra el doctor con una inyección en la mano. Se supone que va a colocar la morfina en estado puro, pero no llegó la orden, la farmacia no autorizó. La escena se suspende, comienzan las discusiones, hay trompadas en el pasillo, el paciente terminal se tira por la ventana del segundo piso. "¡Qué cagada, cayó arriba de la única ambulancia que todavía funcionaba!". Justo entra una llamada urgente, hay un fiambre en la caja de una Ford F100, por la avenida Luro, casi saliendo de la ciudad.

 

******la música para la escena de lectura con birra y faso sería la siguiente:

***********************************humildemente, Juan***********************esos días en los que me cruzo con una tele***************************Aclaración/recomendación: el título es una frase que extraigo de la novela muy genial "El universo maravilloso" de Bruce Wagner, de la que voy a seguir escribiendo cosas*****************seguro******¡?


Retiro Villa Crespo


 

En cada rostro una poética desesperada,

historias de insomnios y palpitaciones asesinas,

miles de pasos chocando contra los acantilados

de voces en salina ausencia,

imágenes sugeridas de futuros inmediatos,

accidentes cerebrovasculares,

el deseo de que un hijo juegue como Messi,

ansiedad y antidepresivos con nombres

que suenan peor que la enfermedad,

una noche en soledad de miles

que retratan en instantáneas

el “momento épico”

que les vendieron por ticket online,

un reviente con auxilio inmediato,

la tranquilidad de un baño homeopático

donde no se coge,

salidas señalizadas hacia el pasto

de la plaza que nadie pisa,

a las cosas hay que verlas

¡No se toca!

¡Peligro!

Mejor postear al mejor postor,

universo en paralelo

de las cosas que no se tienen,

se comparten en punto net,

se viralizan fuera de los cuerpos,

ojos que no ven

corazón muerto,

la sobrevida de unas letras

que se van evaporando

con la débil intención

de una lectura,

“Seguro que hoy no le viste la cara a Dios”

Sí muchos carteles invitando

a fiestas imposibles,

Iggy Pop está en una plaza

de Villa Crespo

siempre en cuero,

curtido,

doblado,

tomando un tinto

con otros punks olvidados,

durmiendo y comiendo

en el pulso de una avenida

Juan B injusto

mitad meo / mitad Shopping,

locales con estilo

sin empleados contentos,

las ventas no son

de primer mundo,

se dice que en el próximo show

internacional nos salvamos todos,

eso o esperar al clásico del domingo,

hay más policías que perros

haciendo una parodia

que no se entiende qué cosa es,

en alguna esquina conseguís un buen chori

o un rasta te regala un faso

porque pasan algunas cosas buenas,

pero al anochecer los rostros

se vuelven un despliegue de ojeras,

paréntesis oscuros

de la tierra prometida

que ya no tiene lugar

para estacionar,

ni siquiera fuera

de la hora pico.


******++++++******+:

**********************humildemente, Juan**************aguante Buenos Vampiros loqueeeee*******************

Hablar solo


Supongo que estaba cansado de hablar solo. Y digo supongo porque es un verbo que me suena bien como para empezar a escribir algo. Eso es una decisión arbitraria, caprichosa, nada lógica. Pero lo otro no, lo que viene después es un enunciado preocupante. Se ve que ese personaje se agotó, y en el acto de agotarse comienza a crecer el riesgo de una muy mala decisión, porque cuando alguien está cansado se duerme o se muere. Cualquiera de las dos cosas son lo mismo para el acto de escribir, quiero decir, si acostamos a dormir al escritor da lo mismo que se muera. No me voy a dormir, no por ahora. No me voy a matar, no por ahora. El que se cansa de hablar solo necesita la lectura, para que algo más hable por él y para él, y que sienta esa exclusividad iluminadora, reconfortante. Y ni tanto. El que se cansa de hablar solo necesita con desesperación escribir, para no abrumarse o perder el hilo de aquello que diagnosticamos como realidad. Seguir el hilo es una metáfora de costurero, y automáticamente trae recuerdos que no deberían ser expuestos en ninguna historia. Mi abuela tenía un costurero, mi madre tenía un costurero, yo tengo un costurero. Ninguno de los tres nos llevamos bien con la realidad y la lógica. Aunque sabemos muy bien disimular agujeros en camisas, polleras y pantalones, porque de algo sirven los hilos que te vendían en el bondi hace tiempo. Calculo que todavía hay alguno que sube al 554 y te vende un hilo negro más otro blanco y ese cartoncito con agujas de diverso tamaño y espesor. Sí, hoy me pasó. Tuve la fortuna de comprarme uno de esos cartuchos de agujas para coser, y ya dejé las medias casi como nuevas, o por lo menos con un solo agujero que es el que se utiliza para que pase el pie. ¿Y todas esas otras cosas importantes que sucedieron en el barrio por estos días? Se me permitirá el desvío, el desvarío, estoy casi hablando solo o en la antesala de un soliloquio insoportable. No soy Yo soy Joyce. Escribir o enloquecer, esa es la cuestión. Un perro rompe las pelotas en el patio del monoambiente de al lado. En la esquina del barrio hay otro de esos microbasurales que no sirven para nada. Dos sustantivos compuestas que dudo que aparezcan en el diccionario de uso del español de María Moliner. ¿Por qué será que a la pobre de María no la dejaron entrar a la Real Academia? ¿Para qué carajos querría alguien entrar a una Real Academia? Irreal Academia de escritores debidamente olvidados, lo que sería una institución similar a la del Sargento Pepper y la banda de los corazones solitarios. Esos lugares que son lindos para visitar como artefactos ficcionales. Son tiernos, dan ganas de escribirlos o cantarlos. Realmente nadie quisiera estar en ninguna institución de ese tipo. Aunque la Irreal Academia promete un futuro imposible, sería una suerte de utopía en tiempos donde la utopía es tratada como una mera pérdida de tiempo, porque no se la puede comprar o vender por Merqueado libre o Amazonia. Imposible, la utopía no sirve para apostar en poliuBetano o para convencer a una persona de que la querés demasiado, o demasiado poco como para dejar de leer, y lo siento mucho te prometo que el domingo salimos a caminar por la costa aunque llueva o esté mintiendo. Nada, la utopía es como un texto a la deriva o un poema que sirve para ir nadando hasta una orilla de cordón, de cemento, radicada en la esquina de siempre, Francia y Garay. La porción del universo que completa la experiencia vivenciada por cada uno de los personajes que se me ocurre sacar de su soliloquio para que…¿para qué? Buena pregunta, y calculo que la respuesta sería: para que no me dejen hablando solo a mí. Una búsqueda de piedad y misericordia en otras voces, para un lector que padece esa enfermedad intratable / incurable / insoportable que Antonio Castronuovo explora en su Diccionario del bibliómano, a la que considera un vicio que “al final reclama el rechazo del mundo y la inevitable extinción de aquella llamita comunitaria que se enciende en otros, pero no en el bibliófilo”. Y aquel o aquella que entienda, que arroje el primer libro, y cuidado porque ya he perdido bastantes amistades practicando el arte de robar libros, o lo que es lo mismo, no devolver jamás el ejemplar prestado. Otro defecto del bibliófilo, tanto como olvidar cumpleaños, no acudir a reuniones importantes, no contestar el teléfono – o cualquiera de sus variantes actuales, desde mensajes de texto hasta mensajes de wasap o imeils o posteos en redes sociales -, no prestar atención al cónyuge o pariente o amigue que se tiene en frente. ¿A qué venía todo esto? ¿cómo llegamos hasta acá?........cierto, supongo que estaba cansado de hablar solo.


**********una música de fondo que encontré hace poco y que me sirvió de fondo de escritura:

***************************+humildemente, Juan*****************nos vemos********************la próxima lectura************recortando distancias********

Lourdes (una sinfonía en cuatro movimientos)

 

DEPARTAMENTO (Lourdes, primer movimiento estático)


Más allá de la felicidad

hay un modo de formar sentimientos,

una ficción de consideraciones,

aparatos a tener en cuenta,

instancias de diálogo con los muertos

- con los vivos muertos –

- con los olvidos –

Poner en eje eso que no sucedió así

pero que sucedió

como atender la caída de los ojos

por un acantilado del sur,

pasar frente al departamento

donde nos conocimos

muy a destiempo,

un día de invierno con lluvia,

sin luna, con niebla,

uno de esos tantos días

en los que no nos vimos más.

 

PRODUCTO (Lourdes en el chino, segunda escena)


A veces los productos nos dicen

que la vida es buena,

que simplemente lo hagas

y que mejor desayunar nescuik,

que todo ese romance

no es más que una propaganda

de otro producto,

que otra vez estamos

como al inicio de los días:

todos productos,

el yo producto,

el hacer producto,

el amar producto,

el Dios producto,

el tiempo producto,

el lenguaje producto,

ir desgranando

hasta que no quede

nada por subordinar,

la muerte producto,

el más allá producto,

el infierno producto,

el paraíso producto,

el inicio junto al final

empezando desde este producto.

 

POÉTICA 2025 (o Lourdes bajo el sol, tercer ensamble)


Ya no hay quien respire

ante esa antena,

¿qué haría si apareciera

Ricky Martin en una fiesta

de fin de ciclo?

¿hacia dónde caminaría

esa dulce mañana bajo el sol,

de un no más buen día, día,

con Minneapolis sonando

a oscuridad del pasado,

los vientos del aserradero

de la esquina de siempre,

todo el tiempo por juntar

para poder pagar la luz

o pedir un Uber

sobre los charcos

de las calles noventosas,

movimientos desparejos,

gatos que se mueren

de confiados nomás

en una cámara 4k,

kilos de una pasta

que te liquida

porque la solución estaba ahí:

dejar que las cosas pasen

sin alterar los significados

¡qué pedante!

¡insoportable!

La reconstrucción

del crimen perfecto,

y de ahí el olvido

hacia el retiro

de la mínima

¡el paraíso del lumpen

en el siglo que ya

no lo sabe nombrar!

¿quién necesita la antena?

¿el disyuntor?

Con la clave del wifi

y unas buenas crocs

se pueden interpretar

la cuadra, la tribu,

y todo lo demás,

a lo mejor,

ni hace falta.

 

LOURDES (el movimiento final, continuado)


La culpa.

La molestia.

Esas cosas que fabricamos para cagarnos la vida,

 

un gesto que olvidamos...

o que recordamos haber olvidado

pero ahora,

 

la sensación de que el tiempo

pasó sin darnos chance,

dejando un rastro,

 

el dolor por no resultar

como en la relectura,

siempre mejores,

 

siempre peores

que el reflejo

de ese espejo empañado,

 

el deseo de ser

lo que no somos,

un asesinato de identidad,

 

el rastro que nunca

quisimos dejar,

lo que quedó del olvido,

 

nunca es lo que se dijo,

nunca del todo,

el fantasma del personaje engranado,

 

una cadena de símbolos

que no dejan respirar,

la soga al cuello de los lunes,

 

las frases que encontramos

para encerrar

lo que duele

 

el imposible de una postal

que indique ese día

brillante que no existió.  



*********con algo así sonando de fondo:

**********************************humildemente, Juan************************haciendo todo para este - otro - mundo*****************
{+
+
+**********esto no es acá*+***********++++++


El castillo infinito

Un tipo está a punto de ser alcanzado por alguna especie de justicia en formato samurái , cuando desde sus entrañas empieza a crecer un abis...