La Virgen de la sangre (Detectives del Rivadavia, capítulo 6)

Los ojos que pareciera que todo lo ven. Pero no. Al menos no tanto. Ni tanto. Ojos de Diosa sufrida, caída del paraíso desde los días del comienzo, sin memoria para las cosas buenas, los días al sol en un acantilado, los tobillos acariciados por la espuma dorada de la playa de la memoria. La Virgen de la sangre lanza sus rayos enrojecidos sobre un mismo pueblo del dolor, haciendo arrodillar a quienes se cruzan por su camino, uno lleno de polvo al costado de la ruta, en la curva donde la oscuridad de la muerte espera engullir sus víctimas de una en una, hasta que no queda nada más que un desierto de mar, de arena, de polvo, de estrellas. Una muerte dulce, con sufrimiento misericordioso. Virgen de la sangre y la misericordia, la miseria mezclada con una resignación fundamental para atravesar el tan aterrador valle de suspiros, lágrimas, heridas que nunca van a cerrar, la vida de quienes peregrinan al costado de la ruta, con sus velas encendidas en el ocaso, mártires de la destrucción cemental*. Caminar durante meses, años, en busca de esa tierra siempre sugerida o prometida, nunca realizada o alcanzada, porque el deseo es eso que mantiene encendida la llama, lo que ilumina un camino que no tiene otro final que cruzarse con esos ojos de sangre, unos donde verse reflejados hasta morir ahogados por el llanto, unos ojos insoportablemente densos, sugeridos por algún pintor barroco, nunca percibidos del todo, porque lo que sobre de significado será el asesino de los tiempos. Virgen de la sangre que toma en sus brazos a un niño, un no nato sacrificado al monstruo de la curva oscura, a sus terribles fauces, a su temible frenada. El niño que señala con sus dedos la bendición de un mundo que lo rechaza (casi) todos los días, lo ignora algunos, no lo mira siempre. Una pequeña y deformada cabeza iluminada por el rayo de un estrella muerta, una mirada que no existió, una piedad de comisario de turno, una familia de rodillas en un altar que no les devolverá la alegría, una liturgia que es excusa para no destruir el barrio entero, el mundo completo ahora incompleto, unas plañideras vestidas de negro porque solo la Virgen de la sangre puede ponerse los atuendo de colores, puede arrojar miradas enfurecidas, puede quebrar las rodillas de los poderosos, puede humillar al cielo eterno. Cada funeral es el fin del mundo. Cada santo una especie de recordatorio, no se puede entrar al santuario de la vida vestido con hipocresía, la luz solamente baña a los corderos que son capaces de tirarse a mitad de la ruta en busca de un verso de fuego, aquellos valientes que desentierran la roca de Sísifo para cargarla en su nombre. Mártires de las cosas que nunca comprenden, porque ser mártir es saberse pensado por el infierno, un cuerpo destinado al castigo que se escapó a tiempo, solo para llegar a donde tenía que estar, la profecía auto cumplida, huir del peligro del huracán hacia el ojo del mismo, inclinar la cabeza del camello para que su garganta sea rebanada por el filo de la aguja, la única manera de entrar a ese estúpido cielo. El niño es abandonado en el altar, sin bautismo ni comunión, no cabe en ninguna ceremonia, su celebración es la muerte. La Virgen de la sangre extiende sus brazos, con las palmas de las manos hacia el cielo, donde aparece la luz que le vino asignada desde su primera y milagrosa aparición. La plegaria sube hasta el polvo de la ruta, hasta la curva de la muerte, desde los ojos desollados de quienes se quedaron huérfanos de llama…

Me cago en tu fuerza divina,

me lloro en tus ojos de zorra,

me niego a saludar a tus santos,

tu Dios es un psicópata

que nunca duerme

por las noches,

que fabrica mentiras

para poder convencer al rebaño

de que la muerte es un descanso

 

Me cago en tu espíritu santo,

antiguo verdugo

de almas sagradas,

sádico sediento

de miradas enrojecidas

 por tu llanto hipócrita,

ritos mundanos

de corazones medievales

que no encontraron el camino

 

Me cago en tu hijo,

bastardo sin mares,

cordero siempre entregado

para hundir su perdón

sobre los cuerpos inocentes,

el rebaño sacrificado

para la próxima liturgia,

tu fiesta de egresada

de madre sin culpas

 

Me cago en mí,

el pecador sin dientes,

el animal sin sacrificio,

el destinado a ver

todo el teatro de males

que se nos ocurrió

desde que el verbo

fue primero

amar, sobre todo temer, y morir…

 

…Otro de esos días de calor y viento. Otra de esas ceremonias donde uno va a poner su cara de truco. Escuchar esa misa sintiendo los ojos indignados de todos los presentes sobre tu cuerpo. El comisario tiene la culpa, todas las culpas, tiene la piel curtida para soportarla. Pero nadie te regala una escultura, nadie te dedica un rezo, un altar. Es la culpa en su grado cero, antes del Dios, antes de la Virgen de la sangre, antes de la muerte, antes del verbo. En el principio estuvo la comisaría que te tocó en desgracia. Luego sobrevino todo lo demás. El infierno estaba plantado desde su raíz en el comienzo de todo. Y tu cuerpo en el medio. El objeto de sacrificio que nadie quiere rematar. Se necesita de tu cuerpo para que asimile todo ese dolor, toda esa indignación, pero en serio. Nada de ficción, un único culpable por su propia incapacidad, por su historia sin metáfora, por su cercanía a lo más árido de la tierra. Mirar a la cara de la madre, suspirar un “lo siento mucho, estamos trabajando para encontrar al culpable” ¿o era “a los culpables”?, no se acordaba o no importaba, o tal vez ni lo sabía. Había que plantar su cuerpo allí, había que escuchar esos llantos vedados, dirigidos directo a su alma. La voz satánica del cura, los ojos sangrantes de ira de la Virgen. La familia gritando justicia. La venganza a cualquier precio golpeando las puertas del paraíso futuro, una pesadilla pergeñada por la Virgen de la sangre y su glorioso último rezo.


*Cemental: Un término totalmente inventado, que viene a combinar las acepciones de las palabras cemento y semental, para darle más dureza y frialdad al nervio de los mártires y sus muertes. Acá utilizado como adjetivo. 

*****y claro, de fondo algo que rime con sangre.....sangre:

*************humildemente, Juan***************a mitad de camino entre historias y otras historias y otras historias y otras historias************************

Detectives del Rivadavia (capítulo 5)

Yo, soy yo: ¡mi yo ha saltado por los aires (Guo Moruo)

La condena final se parecería a una elegante y muy inútil resignada experiencia, como esos detectives mexicanos y su maldita costumbre de no sorprenderse por nada, por más que el cadáver frente a sus ojos esté desangrado y sacando las tripas por la calle, una mañana fría de una primavera con viento como en el infierno, y ellos nada porque su desayuno en Santa Teresa es servido por la sanguinaria y más aparecida de todas las Madonas santas, bolsas de residuo con cabezas de cadáveres bendecidos por la Guadalupe, que viene a caballo apocalíptico que cocea porque no soporta ver más tanta muerte, y la Virgen de la Sangre que es como la parca lo hace ver de frente la crueldad del mundo que ella parió, ese contexto que se abre a través de los ojos de esos chingados detectives, que no dejan de mostrarme ahora en el recuerdo que las cosas que suceden en el mundo son peores que las que acostumbraba a ver cada día en el Barrio Rivadavia, en La comisaría que te tocó en desgracia, un intento de sucursal del tren fantasma menos calificado del continente sur, con el ayudante perfecto que es un pobre estudiante eterno que ni siquiera sabe cómo usar la cafetera porque el café es todos los días una especie de ácido muriático color petróleo, ¿y a quién carajos se le ocurre comprar un café tan malo, no se supone que el mismo Cabrales nos provee acuerdo mediante? Supongo que no paga impuestos, o paga muy pocos, o tiene una comisaría de las lindas, las equipadas, a su entera disposición, tanto para él como para su acaudalada familia, familias que sí van a tener su seguridad y su justicia garantizada a base de granos colombianos, como bolsas de falopa que sé muy bien que más de uno se toma por acá nomás, a la vuelta de esta maldita oficina de comisaría, la que solamente tiene un objeto importante y es ese libro hotelero escrito en chino y explicado en inglés, una suerte de puente hacia el espacio exterior, como si fuera volver a la hermosa caverna azul de la infancia donde uno soñaba con cualquier otra cosa diferente a la que finalmente resultó ser la vida, y en eso no hay manera, no hay forma, la cueva y el recuerdo romántico, ese pendejo que era el santo del barrio y que reía y jugaba con los otros gitanitos, que molestaban al verdulero tirándole petardos entre los cajones de verdura, y entonces retarlos pero con una sonrisa porque sabemos muy bien en qué anda el verdulero, al menos ese, no hay que generalizar ya lo sé, me esfuerzo mucho con eso porque me lo pidió la psicóloga de la policía, una que supuestamente sabe muy bien de nuestros problemas y que viene con la obra social, casi gratis, y que nos da puntos para no terminar siendo expulsados de la comisaría por volvernos completamente chiflados, y con eso también me dijo que tengo que ser cuidadoso porque las susceptibilidades y qué se yo, por mí que se vayan todos a la mierda y mejor me quedo con los dibujos chinos, y los poetas chinos que por lo general dicen cosas muy precisas y que puedo entender, no se ponen a exagerar o a adornar en demasía sus versos, son poetas que un comisario puede entender a pesar de la distancia, a pesar de no poder imaginar qué estaban viendo o pensando cuando escribieron lo que escribieron, cuando escribían lo que escribían, cuando elegían esos signos raros en lugar de otros, todo lo que no sé, todo lo que nunca voy a saber, todo lo que pasó esa tarde y esa noche con ese pibe, y quién carajos pudo hacer esa brutalidad que cuesta pasar por alto cada noche antes de intentar dormir, y ojalá me hubiera tocado ser un chiflado del todo, que mi cerebro se protegiera de esta realidad que esa virgen me preparó, la muy perra, la mal parida, eso que no estoy en su jurisdicción, pero parece que los santos y las vírgenes se cagan en las fronteras, tienen todos los pasaportes al día, se filtran por aquí y por allá, imagino que hasta el general Imperial de China tuvo que lidiar con ellos, pero siempre defendido por sus dioses y diosas y dragones y bestias de todo tipo que tuvieron miles de años más para crecer fuertes y quedarse en la cabeza de cada uno de los habitantes de la Ciudad Prohibida, dictándoles verdades mucho más trabajadas que las de los débiles mensajeros papales que vinieron mucho después, pero a quién le importan esas cosas, a un perejil como yo, uno de esos pobres tipos que tienen que pasar la vida poniendo la cara por otros para….¿para?

En el sueño algo no encajaba,

había signos que no entendía,

se desvanecían sobre un patio,

un patio como un infierno,

el lugar donde las cosas

van a perderse

hasta dejar ese rastro

que impide salvarlas,

por más que la sombra

se recueste sobre el cielo,

la gota cae y todo se diluye,

los signos cambian de forma

antes de que sea posible

entender algo más allá

de la propia angustia,

entonces cabalgar hacia la lógica

para que se apaguen los fantasmas,

volver a pensar en esas letras

que eran las de siempre,

las conocidas, las del buen día,

buenas noches y que ande bien,

las de la falsa normalidad,

las cosas que ponían en valor

una realidad que no era real,

lo preestablecido

que apenas servía

para seguir adelante

con cierto equilibrio,

un diván donde explicar

que los anteojos se ajustan

a lo necesario para poder

seguir respirando

un día más,

pero algo no encajaba

y siempre se aparecía

por la noche,

cuando la lógica

guarda su cuchillo

debajo de la almohada.

 

Yo corro que vuelo, yo grito como un loco, yo me enciendo. Como en el infierno, yo me consumo en llamas (Guo Moruo)


******* y esa China girl para musicalizar la ocasión:

*************************+humil-de-mente, Juan**************************************sí, el de la foto es el poeta Guo Moruo, dibujando sus letras************

Detectives del Rivadavia (capítulo 4)


Las luces de la calle, a lo lejos, están encendidas, como incontables estrellas

¿Cómo sonaría eso en chino, como lo pensó y lo escribió Guo Moruo? En su casa no había nada digno de mención. Su biblioteca era el buscador de la computadora. De ahí extraía cosas que le interesaban, sobre todo las referidas a China. La descripción es fundamental en cualquier novela policial, casi tanto como los diálogos ingeniosos y la trama. ¡Sobre todo la trama! Pero él no sentía nada interesante en ninguno de los casos que llevaban en la comisaría que te tocó en desgracia. Cuántas cosas robadas habían registrado ese día, ya ni se acordaba. Cuántas de esas denuncias eran verdaderos robos, no le interesaba. Que las compañías de seguro se arreglaran como pudieran, no era su jurisdicción mantener a flote el negocio de nadie. Después, las denuncias por violencia intrafamiliar, de género, infantil, sobre animales, sobre objetos en la vía pública, exhibicionismo, sujetos que cagaban en las iglesias, y un sin fin – o él creía sin fin- de pacientes psiquiátricos extraviados por la avenida Jara al fondo, personas que habían sido abandonadas a su suerte o que habían abandonado para su desgracia. Todo un universo imposible de reinsertar en un par de días, papeles y formularios y escuchar gente derramar incoherencias sobre su despacho, y tratar de controlar a aquellos que no querían ser controlados y que solían tener la fuerza de diez toros, la fuerza de la locura. Entonces se preguntaba a quién podía interesarle que Marlowe o cualquier otro investigador viviesen en tal o cual agujero, con una cafetera y un futon agujereado donde apenas si podían descansar, antes de recibir esa nueva llamada que los activaba para seguir el caso que fuera como sabuesos implacables, y de repente el sueño había desaparecido, el alcohol ingerido no les impedía ser resolutivos, los cigarrillos fumados a ritmo frenético tampoco eran causa de muerte repentina por cáncer de pulmón o EPOC irreversible, todas cosas que no podría soportar ni medio día en la comisaría atendiendo cualquier caso. ¿Cómo sería el general del Imperio chino? ¿cómo hablaría, qué preguntas haría para resolver un caso imposible? Se sintió mucho más cercano a todo aquello que no podía imaginar, como cualquier hijo de vecino del barrio Rivadavia. ¿Y qué con aquel pendejo? ¿qué con esa brutalidad de asesinato? ¿qué hacer, cómo hacer? ¿cuándo? ¿lo dejarían avanzar o se tenía que olvidar, como tantas otras veces le había tocado? No se imaginó mirando para otro lado, porque esa vez había rebalsado. Quería que ese fuera el caso bisagra. A partir de ahí, para bien o para mal…a lo mejor era su momento de ser el detective héroe de novela negra. Tal vez sí que alguien estaría interesado en escribir acerca de su casa, de su mono ambiente, de su placard empotrado a pared húmeda compartida con profesora de inglés, que daba clases online para futuros próximos viajeros, porque era más barato y porque ella ya era jubilada. Otro caso, ser jubilado era trabajar más que cuando se era joven. Una fórmula acostumbrada, gastada, aburrida. Tedio. Muerte. Caso sin resolver. Imágenes que no lo dejaban dormir más de un par de horas seguidas. Levantarse por la madrugada, navegar con el celular, buscar imágenes de China. Esa ciudad Imperial, esas escalinatas y ese patio que se asemejaba a un desierto. Un lugar donde se podía sentir la soledad más infame, camino a enfrentar la solemnidad del emperador. Rendir cuentas, siempre rendir cuentas, como la mayoría de cualquier pueblo en cualquier momento de la historia. La mirada fulminante del poderoso, la mirada triste de quien espera repuestas que no llegan. El niño sacrificado en la mesa dorada del palacio Imperial. Un imperio corroído por la propia carne podrida que genera. Él como el general que se queda después de hora juntando los restos, tratando de rearmar las piezas de los cuerpos destazados. Una pesadilla recurrente, una vida recurrente, unos ojos irritados que no saben si lloran o solamente se duelen de no poder descansar un poco más. El sonido del despertador que no sirve para nada. Levantarse del hundimiento del futon, ponerse la camisa azul de reglamento, el pantalón oscuro y unos zapatos negros como la mirada de un cuervo. La mirada. Las miradas. Simuló desayunar un par de mates amargos. Pensó que en China no habría esa posibilidad. ¿Qué desayunaría el general imperial? Se subió al auto, tampoco importó esa descripción. Los policiales eran una boludez. Sus lectores eran una boludez. Sus escritores eran una boludez. Se sintió descompuesto, sería porque no tenía nada en el estómago. Prácticamente eran así todos sus amaneceres. ¿Esas personas que se tiraban sobre los pies del detective, de dónde salían? ¿dónde estaba el giro argumental, dónde se escribía la parte en la que se descubre todo, o casi todo, donde los culpables se exponen al menos para aliviar al lector? Quería leer eso, pero no lo sintió. El desarrollo de su caso se parecía más a la vida del general del imperio chino, un tipo que se imaginó imperturbable, escéptico, incapaz de resolver algo porque sabía perfectamente que ningún crimen puede ser resulto manteniendo la estructura de poder así como estaba. El general recibía la Historia ya escrita, con todos esos signos extraños que no podía imitar, una concatenación de obviedades sostenidas por un mecanismo totalmente hermético, que se auto sustentaba, que solamente lo necesitaba a él como testigo. Lo que la historia necesita son testigos, parte de un público silencioso que sabe y entiende sus limitaciones, horrorosas limitaciones. Seguir llenando formularios, dar la cara con los familiares y amigos de las víctimas, comerse un sumario de algún superior apretado por el poderoso de turno, sacar una carpeta psiquiátrica, hacer como que se va a pescar un domingo de primavera al mediodía. Tomar la ruta 11 por la costa, rumbo a Miramar. Bajarse en algún acantilado, el más desolador de todos. Caminar en ese desierto hasta el altar de las ruinas de un imperio. Mirar un sol que ya no está en el horizonte, descubrir esa última verdad que aparece en el epílogo de cualquier novela policial. Pero terminar con todo en el capítulo 4, para ahorrarle al lector la molestia.

Pienso en el espacio indistinto; seguro que hay una ciudad hermosa

*(los fragmentos en cursiva son del escritor Guo Moruo, de la provincia de Sichuan)   


*******música de policial que no es este:
*******************humildemente, Juan****************************************************

El detective y el libro chino (tercer capítulo)

Todavía no entiendo si este libro es una guía para chinos que quieren laburar en un hotel inglés, o si por el contrario es una ayuda para ingleses que quieran trabajar en un hotel chino, o si es un tratado de convivencia para el barrio Rivadavia, pero en este último caso no cuadra la parte en inglés. Las cosas que se pueden encontrar en la calle, en la esquina de siempre. Es un buen ejercicio, intentar entender un libro, cualquier libro, y sobre todo si es uno escrito en una lengua distinta al español. ¿Que si termino entendiendo algo alguna vez? Supongo que tampoco me terminó de cerrar esa idea, que andá a saber si sea verdad o mentira, de que desde el Ministerio (o secretaría u oficina administrativa con permiso solamente para manejar redes sociales) de Seguridad de la Nación van a crear una especie de agencia para la investigación de delitos graves, algo así como el FBI argento. Y que para eso van a reclutar jóvenes graduados con titulación universitaria al día, y que les van a pagar un sueldo que ni en pedo nosotros en la comisaría que nos tocó como condena soñamos con cobrar alguna vez. Todo lo que llevó a que el malestar en el trabajo empeorara, y que la investigación del asesinato del niño todavía sin identificar se pare en seco. Nadie quiere mover un dedo hasta que se aclare lo otro, hasta que alguien de arriba nos asegure que las investigaciones de homicidios las vamos a seguir haciendo nosotros, y que en todo caso esa nueva agencia estatal o como mierda le quieran poner la vamos a manejar los que estamos acá, los que venimos fumándonos todas las cosas que la sociedad prefiere poner a la sombra. ¿Qué carajos tendrá que ver “restaurant” con “jefe de cocina” para que los chinos lo signifiquen con la misma palabra de cinco caracteres? ¿Cómo mierda se pueden escribir esos caracteres tan complejos, es como si cada uno de ellos fuera un dibujo, cómo hacer para escribir eso con cierta velocidad necesaria para apuntar cualquier cosa a mano? Imagino que les pasará lo mismo con las letras de nuestro abecedario, a los chinos, digo. Alguien entra a mi despacho justo cuando empiezo a dibujar el primer caracter que vaya a saber qué letra designa, o qué letras designa si es que tiene alguna comparación con el abecedario. Es uno de los ayudantes que hace unos meses que está en nuestra comisaría, y que tiene miedo de preguntar cosas porque siente que le debe algo a vaya a saber quién. Y yo le digo que se vaya, que por hoy ya no hay nada para hacer, que igual nadie se lo va a pagar. Veo que se queda y que mira al suelo como intentando tomar coraje para preguntarme algo, por lo que le exijo que lo haga, y lo que dice es lo mismo que el resto de sus compañeros, entonces lo tranquilizo y le aseguro que su trabajo no corre riesgo, que nadie se va a meter con la comisaría que nos tocó en condena, aunque la mera verdad es que ni yo tengo idea qué pueda pasar, porque hace décadas que estoy en este juego en este barrio en esta ciudad en esta provincia en este país, y nunca se termina de saber del todo absolutamente nada, y que las proyecciones son una entelequia, un oasis vacío como los acantilados de la costa que nunca llegamos a ver. Somos del selecto grupo de marplatenses que viven de espaldas al mar, que solo lo visitamos un par de veces al año, cuando hace calor, cuando no hay algún tipo de quilombo que decrete una suerte de “estado de excepción”, pero siempre es el caso, todo el tiempo de nuestro tiempo es un constante estado de excepción. Chef es una palabra que en chino se escribe con apenas cuatro caracteres, parece fácil, lo voy a intentar, el primer caracter y el último se ven accesibles, pero el segundo y el tercero son imposibles. Me gustaría tener un amigo chino para poder consultarle, para que me enseñe a dibujar sus letras, tal vez así pueda empezar a imaginar otra realidad. Quién sabe, hasta por ahí me agiliza para el trabajo policial, a lo mejor descubro otro punto de vista distinto al que tengo ahora como virus que no me puedo despegar, porque solamente se me ocurre que al pendejo que mataron le está dejando de interesar a la opinión pública, y que eso es porque no conviene agitar las aguas cuando está por empezar la temporada de verano, y que los políticos meten su perversa cola para que miremos hacia otro lado ¿FBI argentino? No jodan. También de seguro que el padre del pibe está en Batán o lo asesinaron por ahí porque no le devolvió a alguien más lo que le habían dicho que tenía que vender, y de paso boletearon al pibe por las dudas, por exceso, porque primero se mata y después se pregunta, igual que me dijeron esos policías mexicanos hijos de la chingada virgen de Guadalupe, la virgen de los narcos, la virgen de los muertos, la virgen que nos vigila con su chaleco FBI en inmaculado estado, y el pendejo bien muerto, con el culo desgarrado y ensangrentado porque lo violaron para joder nomás, para que no podamos dormir por lo que queda de la década, para que nos levantemos todas las mañanas queriendo estar muertos, para que reventemos de indignación viendo cómo todas esas muertes salvajes son alimento del Sistema de acumulación que manejan esos dueños de todo, los que cierran los ojos y dan la espalda a la miseria, es el premio que consiguieron por pisar las cabezas que debían, nada personal, un auditorio de aduladores que escuchan decir al ganador cómo le hizo para dejar atrás toda la crueldad que ahora señala en el ojo ajeno, a la distancia del Dios, con hipocresía.  Esa brutalidad no es culpa suya, de eso debe hacerse cargo alguien más, no en su nombre, no con su ganancia, todo legal porque él mismo impuso las reglas. ¿Cómo dibujar en chino la frase “por favor, otro vaso de Whiskey, y que sea doble”? Empiezo por la primera letra, la termino pero no parece bien dibujada. No va a significar lo que quiero. Parecido a la investigación, al FBI del barrio, a la comisaría que nos tocó en condena. Veo todo perfectamente, no lo puedo escribir, promesas que se hacen para no cumplir.


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******************humildemente, Juan*****************hard on the rock's*************policial (o lo que sea) parte 3*************

El sueño del detective (segundo capítulo)



En el sueño algo se desvanecía,

los cuerpos caían sobre cuartos

encendidos por faroles a gas,

las sombras eran fantasmas dorados

que no se condecían con nada humano,

eran siluetas de cuerpos deformados,

rostros elefantinos con torsos

reptilianos / serpentinos,

reflejos de seres de otro plano.

Había una sensación de olvido,

una angustia descalza

que superaba al miedo

o que era el peor de los miedos,

el aire no existía y hacía frío.

Otro cuerpo se levantó de la nada

y consiguió la atención de la escena,

parecía el asesino perfecto

pero no se confesó;

las habitaciones desaparecieron,

los cuerpos se desintegraron,

las sombras marcharon

tras el asesino perfecto,

condenadas por un puto sueño,

la equivocación del detective

que no puede resolver el caso,

siempre es tarde…

 

Esa sería la maldición de este trabajo de mierda, llegar siempre tarde, y que todo el mundo te caiga encima, se cague en vos, te tire las culpas desde todos los sectores, desde arriba enterrado por la mierda de los superiores, desde abajo empalado con bosta del pueblo que necesita un culpable todos los días, y el que tiene la cara perfecta de la derrota es el detective o llamalo comisario o encargado de la investigación del asesinato que sea, y ahí está mi cara de boludo, del que estuvo despierto las últimas mil horas cagado de hambre y de frío, buscando un rastro de un hijo de puta psicópata que liquidó a un pendejo por vaya a saber qué pelotudez, a lo mejor un partido de fútbol o una bolsa de merca o una docena de empanadas que no llegaron nunca, cualquier pavada, un estruendo en la noche de un barrio del orto que justo cae en la comisaría en la que te toca estar a cargo, a cargo de una manada de incompetentes que apenas saben cargar un video de Youtube en el celular para hacer como que esa noche están de “guardia” y cobrar unas miserables horas de “corazón” que son en verdad un regalo hacia la nada desde la nada, porque nos dicen que lo mejor es hacer presencia, estar ahí, pasar con los patrulleros hechos pelota por el “territorio” y si hay suerte esa noche es tranquila y no pasa nada nomás alguna pelea entre dos “fisuras” o un celular o una moto zarpados en la esquina y que ojalá no sea justo en la esquina de la comisaría de este barrio de vírgenes violadas y santos empalados por el culo, pero de repente en un segundo un estruendo y cae un menor de edad y la sangre y los vecinos indignados y el más corrupto de los intendentes de la historia de la ciudad que de pronto se acuerda de que existe ese barrio y que de puta casualidad está en la ciudad que preside, y qué cagada que mejor resuelva rápido o la pague el pelotudo del comisario o el forro que esté a cargo de la investigación, de última que entreguen a cualquier perejil para salir del mal rato y patear para delante, con suerte la familia del pendejo no tiene donde caerse muerta y podemos arreglar por otro lado, y resulta que no soy tan garca, no me da el corazón, creo que hay que hacer un trabajo policial más o menos válido, y para peor la cosa se complica con la llegada de esos dos “especialistas” mexicanos que dicen saber un montón de asesinatos, aunque de lo que saben es de tequila y tortillas de maíz que recuerdan todo el tiempo y de cadáveres sin identificar que enterraron en una fosa común en Santa Teresa porque nadie reclama nada después de un tiempo, la filosofía del “todo pasa y nada queda” “todo lo sólido se desvanece en el aire” y acá en el Rivadavia no queda solidez alguna y el aire es una mierda de baño de comisaría, y nada pasa porque ya pasó todo lo que nos trajo hasta este punto, y todavía hay un cadáver de un niño sin identificar, mucho trabajo por encarar, muchas más horas de vigilia y café y otras sustancias para estar despierto para poder poner la cara de boludo derrotado por la Historia ante quien corresponda, esté arriba o debajo de la línea de mando, porque ese es el inicio de esta escena espantosa, un catalizador que es un detective condenado a la nada.


***música de fondo del cap 2:

*************************+humildemente, Juan Scardanelli*************


Detectives del Rivadavia (primera aproximación)


 

¿Qué es lo que me dirá si un insecto sin tiempo

dice que el mundo se consume? (Aquí en esta primavera, Dylan Thomas)


A veces, o muchas veces, o casi todas las veces, pasa que el mismo planeta nos demuestra que estamos completamente equivocados en eso de segmentar el tiempo y trazar líneas para contener el espacio. Pero por pura arrogancia y pereza intelectual, seguimos todos los días como si fueran un mismo envase, entramos al mismo cine a esperar que las imágenes y los sonidos nos devuelvan la lógica que ya tenemos adquirida desde que caemos al mundo, en ese llanto lleno de dolor que anticipa el resto de lo que se viene, aunque al final sabemos que puede que espere una sonrisa, una de esas que son en verdad un gesto a medias que se interpreta como un “ya fue, creo que hasta acá estuvo bien”, una sonrisa eutanásica. La prueba del error radica en que estos días el frío y la lluvia cambiaron la idea de una primavera, junto con el humor en el barrio Rivadavia, teñido de gris oscuro por el descenso de Alvarado y el asesinato de un pibe que no salió en los medios de comunicación. Las noticias se cuelan en cualquier espacio de red social sin la elegancia de una clasificación tipo noticiero, que acompaña con registro y gesto de informantes cada una de las secciones y apartados de novedades que son en verdad un eterno loop, porque Alvarado juega todas las semanas y lo seguirá haciendo, y en las calles invernales de la ciudad siempre aparecerá un nuevo cadáver. ¡Qué contexto para un buen mal policial clase B! Con detectives trasplantados desde Los Ángeles hacia la comisaría (de)Cuarta / Quinta (o el número que corresponda al cadáver arrojado por esa zona). Unos detectives acostumbrados a primaveras secas y desérticas en la frontera sur de Estados Unidos, en la frontera norte de México, siempre con equis, siempre con sombreros de alas anchas, enchiladas picantes y pistolas que resuenan en la noche de Santa Teresa, mientras el detective salvaje mete sus narices en un basural cercano a la maquiladora PanMex - o como chingadas se llame esa empresa multinacional que paga un dólar por media jornada de un trabajo insalubre- donde descubre el centésimo cadáver de mujer asesinada en el año. Detectives que no descansan nunca, porque sus noches son una pequeña luz de cigarrillo consumiendo el horizonte que no comprenden, con el frío de una sociedad que se les hace la incógnita más grande de sus vidas. Detectives que deciden escapar de su propio infierno, para encontrarse con otro mucho más al sur, por recomendación de la embajada que sabe de la experiencia que llevan desenterrando y oliendo restos de carne chamuscada, fragmentos de cuerpos en estado de putrefacción, todos cadáveres mal escondidos o escondidos a medias, todos cuerpos asesinados que reclaman autoría, familias, vecinos, pueblos, la nación entera sobre esos dos cuerpos que son también cada vez más cadáveres en vida. Ellos dos, los detectives de Santa Teresa, los que alguna vez también trabajaron en Los Ángeles, asesorando a esos otros gringos que les tomaban el pelo, porque sus cadáveres tenían perfume, eran cadáveres de paseo de la fama, estrellas enterradas por sobredosis y algún cuerpo afronorteamericano violado y sacrificado en el anonimato, porque a esos pinche cabrones solamente les interesa lo que puede llegar a darles fama y dinero. Pero en Argentina sabían que su cementerio se iba a extender.  Un puente, cabrones, un puto puente hay entre este barrio condenado y nuestro Hermosillo o Santa Teresa. Puede ser, pero acá tenemos menos recursos, por eso necesitamos que nos den una mano, ¿entienden eso?, sería la voz del comisario de la seccional número tal, poco importa porque ¿quién carajos denuncia algo en la comisaría que corresponde? Cabronazos, las comisarías son todas la misma, los cuerpos hay que desenterrarlos igual, traten de no mamarla y destruir la escena del crimen, eso lo conocen de alguna serie gringa. Las risas cómplices hicieron cierto ruido en la noche, que ya tenía menos de diez grados, pese a ser primavera. ¿A esto le llaman primavera? No mames, buey, si no siento las manos. Pasa que el tiempo, a veces, hace estas cosas, como cuando encontramos un cuerpo destazado en un basural, nos cambia las reglas de la lógica, sabés, porque a partir de ese instante el tiempo y el espacio se transforman, corren para otros lados, rompen la línea sintagmática. ¿Qué chingadas dices buey? Que se nos cambia por completo el transcurso del día, ¿qué digo del día? De la vida entera. Muchos colegas quedan completamente chiflados cuando pasa algo así, un crimen brutal, el cuerpo desfigurado de un niño o una niña, los llantos de la familia, la indignación y la pueblada contra la comisaría. Entiendo, buey, después cada uno de los que estuvimos ahí llevamos ese cadáver a nuestros sueños, el olor del cuerpo en descomposición no se nos quita por meses, a veces años, y así seguimos como cadáveres nosotros también, consumidos por el mismo insecto. Exacto. Y el diálogo va a seguir por las próximas diez horas, con pausas para tomar un café horrible sin azúcar y comer alguna factura del día anterior, que causará a los detectives mexicanos una acidez que llamarán “del pinche barrio Rivadavia”. ¿Y quién chingadas fue ese Rivadavia, era patriota? Sí, era un nombre que aparecía en los cuadernos de la escuela primaria y en el sillón donde supuestamente se sientan los presidentes, aunque en realidad ahora es una pieza de museo. ¿El presidente? No, el sillón. Las risas se contagiaron como para sacudir un poco el frío. El cuerpo sin vida del niño fue desenterrado del micro basural de la esquina de siempre. Mierda, era apenas un pendejo. Qué cabrones, igualitos a los de allá. El caso cayó en la fiscalía número tanto, a cargo de un tal señor que había abusado de su empleada doméstica. Pero pasa en nuestra patria también, bueyes, no se vayan a creer, nadie puede andar con los ojos para adelante, nadie puede pisar los costados de la ciudad sin sentir que se está muriendo todos los días un poquito más.  


****Este policial debería empezar con la siguiente música:

*********************************himildemente, Juan*******************************en plan policial barato*************continuará...........

Metonimia



Metonimia

“Él sabía de memoria el alfabeto de la muerte” (Dylan Thomas, Cuando los cerrojos del crepúsculo)

 

Una cosa que no podía evitar aún queriendo:

que la presión le bajara

después de fumar,

eso y lo que nos pasa a todos:

un  sentimiento de agotamiento y desaprehensión

en cuanto al estado actual del mundo,

una metonimia al revés,

tan pesada como la avenida Jara

a esa determinada altura

donde hay un auto estacionado

y totalmente chamuscado

frente a una casa

que es un aguantadero,

ahí justo donde compra

las sustancias que le hacen

bajar considerablemente la presión

mientras contempla un cuarto de cielo

en el medio metro cuadrado

de lo que sería o fue un patio….

 

……………………………………………..”La estupidez –dijo Fate- la variedad interminable de formas con que nos destrozamos a nosotros mismos” (Roberto Bolaño, 2666)

 

Una mujer con pelo largo y cano,

Inmortalizada mientras lee

un capítulo de una novela

donde una joven cruza

la frontera porque acaba

de matar a su esposo,

uno de esos tantos tipos

que habían abusado de ella,

tal vez el más posesivo,

el que había pagado por todos;

un ojo de cerradura

que retrata lo que no entiende,

la realidad de lo instantáneo,

un auto incendiado a la salida

del paso fronterizo,

unos policías borrachos

con ánimos de apostar

sus viejas armas

-que vaya a saber si funcionaran bien-

en la siguiente mano

del juego que sea,

tal vez Guillermo Tell

con William Burroughs de asistente;

los ojos de la mujer

que ya conoce demasiado

esa historia que lee

por hacer algo

un domingo a la tarde,

el ojo de la cerradura llora

y nunca se sabrá por qué,

ni siquiera diez años después

viendo esa misma foto

repitiendo esa misma historia.

 


***música de fondo sugerida para este tramo:

*************************humildemente, el yo que dice Yo*********hasta que no pueda más***********************

La Virgen de la sangre (Detectives del Rivadavia, capítulo 6)

Los ojos que pareciera que todo lo ven. Pero no. Al menos no tanto. Ni tanto. Ojos de Diosa sufrida, caída del paraíso desde los días del co...