Todavía no
entiendo si este libro es una guía para chinos que quieren laburar en un hotel
inglés, o si por el contrario es una ayuda para ingleses que quieran trabajar
en un hotel chino, o si es un tratado de convivencia para el barrio Rivadavia,
pero en este último caso no cuadra la parte en inglés. Las cosas que se pueden
encontrar en la calle, en la esquina de siempre. Es un buen ejercicio, intentar
entender un libro, cualquier libro, y sobre todo si es uno escrito en una
lengua distinta al español. ¿Que si termino entendiendo algo alguna vez?
Supongo que tampoco me terminó de cerrar esa idea, que andá a saber si sea verdad
o mentira, de que desde el Ministerio (o secretaría u oficina administrativa con
permiso solamente para manejar redes sociales) de Seguridad de la Nación van a
crear una especie de agencia para la investigación de delitos graves, algo así
como el FBI argento. Y que para eso van a reclutar jóvenes graduados con
titulación universitaria al día, y que les van a pagar un sueldo que ni en pedo
nosotros en la comisaría que nos tocó
como condena soñamos con cobrar alguna vez. Todo lo que llevó a que el
malestar en el trabajo empeorara, y que la investigación del asesinato del niño
todavía sin identificar se pare en seco. Nadie quiere mover un dedo hasta que
se aclare lo otro, hasta que alguien de arriba nos asegure que las
investigaciones de homicidios las vamos a seguir haciendo nosotros, y que en
todo caso esa nueva agencia estatal o como mierda le quieran poner la vamos a
manejar los que estamos acá, los que venimos fumándonos todas las cosas que la
sociedad prefiere poner a la sombra. ¿Qué carajos tendrá que ver “restaurant”
con “jefe de cocina” para que los chinos lo signifiquen con la misma palabra de
cinco caracteres? ¿Cómo mierda se pueden escribir esos caracteres tan
complejos, es como si cada uno de ellos fuera un dibujo, cómo hacer para
escribir eso con cierta velocidad necesaria para apuntar cualquier cosa a mano?
Imagino que les pasará lo mismo con las letras de nuestro abecedario, a los
chinos, digo. Alguien entra a mi despacho justo cuando empiezo a dibujar el
primer caracter que vaya a saber qué letra designa, o qué letras designa si es
que tiene alguna comparación con el abecedario. Es uno de los ayudantes que
hace unos meses que está en nuestra comisaría, y que tiene miedo de preguntar
cosas porque siente que le debe algo a vaya a saber quién. Y yo le digo que se vaya,
que por hoy ya no hay nada para hacer, que igual nadie se lo va a pagar. Veo que
se queda y que mira al suelo como intentando tomar coraje para preguntarme
algo, por lo que le exijo que lo haga, y lo que dice es lo mismo que el resto
de sus compañeros, entonces lo tranquilizo y le aseguro que su trabajo no corre
riesgo, que nadie se va a meter con la
comisaría que nos tocó en condena, aunque la mera verdad es que ni yo tengo
idea qué pueda pasar, porque hace décadas que estoy en este juego en este
barrio en esta ciudad en esta provincia en este país, y nunca se termina de
saber del todo absolutamente nada, y que las proyecciones son una entelequia,
un oasis vacío como los acantilados de la costa que nunca llegamos a ver. Somos
del selecto grupo de marplatenses que viven de espaldas al mar, que solo lo
visitamos un par de veces al año, cuando hace calor, cuando no hay algún tipo
de quilombo que decrete una suerte de “estado de excepción”, pero siempre es el
caso, todo el tiempo de nuestro tiempo es un constante estado de excepción.
Chef es una palabra que en chino se escribe con apenas cuatro caracteres,
parece fácil, lo voy a intentar, el primer caracter y el último se ven
accesibles, pero el segundo y el tercero son imposibles. Me gustaría tener un
amigo chino para poder consultarle, para que me enseñe a dibujar sus letras,
tal vez así pueda empezar a imaginar otra realidad. Quién sabe, hasta por ahí
me agiliza para el trabajo policial, a lo mejor descubro otro punto de vista
distinto al que tengo ahora como virus que no me puedo despegar, porque
solamente se me ocurre que al pendejo que mataron le está dejando de interesar a
la opinión pública, y que eso es porque no conviene agitar las aguas cuando
está por empezar la temporada de verano, y que los políticos meten su perversa
cola para que miremos hacia otro lado ¿FBI argentino? No jodan. También de
seguro que el padre del pibe está en Batán o lo asesinaron por ahí porque no le
devolvió a alguien más lo que le habían dicho que tenía que vender, y de paso
boletearon al pibe por las dudas, por exceso, porque primero se mata y después
se pregunta, igual que me dijeron esos policías mexicanos hijos de la chingada
virgen de Guadalupe, la virgen de los narcos, la virgen de los muertos, la
virgen que nos vigila con su chaleco FBI en inmaculado estado, y el pendejo
bien muerto, con el culo desgarrado y ensangrentado porque lo violaron para
joder nomás, para que no podamos dormir por lo que queda de la década, para que
nos levantemos todas las mañanas queriendo estar muertos, para que reventemos
de indignación viendo cómo todas esas muertes salvajes son alimento del Sistema
de acumulación que manejan esos dueños de todo, los que cierran los ojos y dan
la espalda a la miseria, es el premio que consiguieron por pisar las cabezas
que debían, nada personal, un auditorio de aduladores que escuchan decir al
ganador cómo le hizo para dejar atrás toda la crueldad que ahora señala en el
ojo ajeno, a la distancia del Dios, con hipocresía. Esa brutalidad no es culpa suya, de eso debe
hacerse cargo alguien más, no en su nombre, no con su ganancia, todo legal
porque él mismo impuso las reglas. ¿Cómo dibujar en chino la frase “por favor, otro
vaso de Whiskey, y que sea doble”? Empiezo por la primera letra, la termino
pero no parece bien dibujada. No va a significar lo que quiero. Parecido a la
investigación, al FBI del barrio, a la comisaría
que nos tocó en condena. Veo todo perfectamente, no lo puedo escribir,
promesas que se hacen para no cumplir.
Un escritor del barrio Rivadavia (Mar del Plata-Batán)
Reflexiones berretas, trozos de ficción, ensayos bonsai , trampas de lectura y escenas robadas, realizados por el Yo que dice yo: Juan Mnp, habitante del barrio Rivadavia / Don Bosco nacido en los ochenta. Tomate unos minutos y sumergite en alguno de estos textos. Contacto juanmanuelpenino@yahoo.com.ar
El detective y el libro chino (tercer capítulo)
El sueño del detective (segundo capítulo)
En el sueño
algo se desvanecía,
los cuerpos
caían sobre cuartos
encendidos
por faroles a gas,
las sombras
eran fantasmas dorados
que no se
condecían con nada humano,
eran
siluetas de cuerpos deformados,
rostros
elefantinos con torsos
reptilianos
/ serpentinos,
reflejos de
seres de otro plano.
Había una
sensación de olvido,
una
angustia descalza
que
superaba al miedo
o que era
el peor de los miedos,
el aire no
existía y hacía frío.
Otro cuerpo
se levantó de la nada
y consiguió
la atención de la escena,
parecía el
asesino perfecto
pero no se
confesó;
las
habitaciones desaparecieron,
los cuerpos
se desintegraron,
las sombras
marcharon
tras el
asesino perfecto,
condenadas
por un puto sueño,
la
equivocación del detective
que no
puede resolver el caso,
siempre es
tarde…
Esa sería
la maldición de este trabajo de mierda, llegar siempre tarde, y que todo el
mundo te caiga encima, se cague en vos, te tire las culpas desde todos los
sectores, desde arriba enterrado por la mierda de los superiores, desde abajo
empalado con bosta del pueblo que necesita un culpable todos los días, y el que
tiene la cara perfecta de la derrota es el detective o llamalo comisario o
encargado de la investigación del asesinato que sea, y ahí está mi cara de
boludo, del que estuvo despierto las últimas mil horas cagado de hambre y de
frío, buscando un rastro de un hijo de puta psicópata que liquidó a un pendejo
por vaya a saber qué pelotudez, a lo mejor un partido de fútbol o una bolsa de
merca o una docena de empanadas que no llegaron nunca, cualquier pavada, un
estruendo en la noche de un barrio del orto que justo cae en la comisaría en la
que te toca estar a cargo, a cargo de una manada de incompetentes que apenas saben
cargar un video de Youtube en el celular para hacer como que esa noche están de
“guardia” y cobrar unas miserables horas de “corazón” que son en verdad un
regalo hacia la nada desde la nada, porque nos dicen que lo mejor es hacer presencia,
estar ahí, pasar con los patrulleros hechos pelota por el “territorio” y si hay
suerte esa noche es tranquila y no pasa nada nomás alguna pelea entre dos “fisuras”
o un celular o una moto zarpados en la esquina y que ojalá no sea justo en la esquina
de la comisaría de este barrio de vírgenes violadas y santos empalados por el
culo, pero de repente en un segundo un estruendo y cae un menor de edad y la
sangre y los vecinos indignados y el más corrupto de los intendentes de la
historia de la ciudad que de pronto se acuerda de que existe ese barrio y que
de puta casualidad está en la ciudad que preside, y qué cagada que mejor
resuelva rápido o la pague el pelotudo del comisario o el forro que esté a
cargo de la investigación, de última que entreguen a cualquier perejil para
salir del mal rato y patear para delante, con suerte la familia del pendejo no
tiene donde caerse muerta y podemos arreglar por otro lado, y resulta que no
soy tan garca, no me da el corazón, creo que hay que hacer un trabajo policial
más o menos válido, y para peor la cosa se complica con la llegada de esos dos “especialistas”
mexicanos que dicen saber un montón de asesinatos, aunque de lo que saben es de
tequila y tortillas de maíz que recuerdan todo el tiempo y de cadáveres sin
identificar que enterraron en una fosa común en Santa Teresa porque nadie reclama
nada después de un tiempo, la filosofía del “todo pasa y nada queda” “todo lo
sólido se desvanece en el aire” y acá en el Rivadavia no queda solidez alguna y
el aire es una mierda de baño de comisaría, y nada pasa porque ya pasó todo lo
que nos trajo hasta este punto, y todavía hay un cadáver de un niño sin
identificar, mucho trabajo por encarar, muchas más horas de vigilia y café y
otras sustancias para estar despierto para poder poner la cara de boludo
derrotado por la Historia ante quien corresponda, esté arriba o debajo de la
línea de mando, porque ese es el inicio de esta escena espantosa, un
catalizador que es un detective condenado a la nada.
***música de fondo del cap 2:
*************************+humildemente, Juan Scardanelli*************Detectives del Rivadavia (primera aproximación)
¿Qué es lo
que me dirá si un insecto sin tiempo
dice que el
mundo se consume? (Aquí en esta primavera,
Dylan Thomas)
A veces, o
muchas veces, o casi todas las veces, pasa que el mismo planeta nos demuestra
que estamos completamente equivocados en eso de segmentar el tiempo y trazar
líneas para contener el espacio. Pero por pura arrogancia y pereza intelectual,
seguimos todos los días como si fueran un mismo envase, entramos al mismo cine
a esperar que las imágenes y los sonidos nos devuelvan la lógica que ya tenemos
adquirida desde que caemos al mundo, en ese llanto lleno de dolor que anticipa
el resto de lo que se viene, aunque al final sabemos que puede que espere una
sonrisa, una de esas que son en verdad un gesto a medias que se interpreta como
un “ya fue, creo que hasta acá estuvo bien”, una sonrisa eutanásica. La prueba
del error radica en que estos días el frío y la lluvia cambiaron la idea de una
primavera, junto con el humor en el barrio Rivadavia, teñido de gris oscuro por
el descenso de Alvarado y el asesinato de un pibe que no salió en los medios de
comunicación. Las noticias se cuelan en cualquier espacio de red social sin la
elegancia de una clasificación tipo noticiero, que acompaña con registro y
gesto de informantes cada una de las secciones y apartados de novedades que son
en verdad un eterno loop, porque Alvarado juega todas las semanas y lo seguirá
haciendo, y en las calles invernales de la ciudad siempre aparecerá un nuevo
cadáver. ¡Qué contexto para un buen mal policial clase B! Con detectives trasplantados
desde Los Ángeles hacia la comisaría (de)Cuarta / Quinta (o el número que
corresponda al cadáver arrojado por esa zona). Unos detectives acostumbrados a
primaveras secas y desérticas en la frontera sur de Estados Unidos, en la
frontera norte de México, siempre con equis, siempre con sombreros de alas anchas,
enchiladas picantes y pistolas que resuenan en la noche de Santa Teresa,
mientras el detective salvaje mete sus narices en un basural cercano a la
maquiladora PanMex - o como chingadas se llame esa empresa multinacional que
paga un dólar por media jornada de un trabajo insalubre- donde descubre el centésimo
cadáver de mujer asesinada en el año. Detectives que no descansan nunca, porque
sus noches son una pequeña luz de cigarrillo consumiendo el horizonte que no
comprenden, con el frío de una sociedad que se les hace la incógnita más grande
de sus vidas. Detectives que deciden escapar de su propio infierno, para
encontrarse con otro mucho más al sur, por recomendación de la embajada que
sabe de la experiencia que llevan desenterrando y oliendo restos de carne
chamuscada, fragmentos de cuerpos en estado de putrefacción, todos cadáveres
mal escondidos o escondidos a medias, todos cuerpos asesinados que reclaman
autoría, familias, vecinos, pueblos, la nación entera sobre esos dos cuerpos
que son también cada vez más cadáveres en vida. Ellos dos, los detectives de
Santa Teresa, los que alguna vez también trabajaron en Los Ángeles, asesorando
a esos otros gringos que les tomaban el pelo, porque sus cadáveres tenían
perfume, eran cadáveres de paseo de la fama, estrellas enterradas por sobredosis
y algún cuerpo afronorteamericano violado y sacrificado en el anonimato, porque
a esos pinche cabrones solamente les interesa lo que puede llegar a darles fama
y dinero. Pero en Argentina sabían que su cementerio se iba a extender. Un puente, cabrones, un puto puente hay entre
este barrio condenado y nuestro Hermosillo o Santa Teresa. Puede ser, pero acá
tenemos menos recursos, por eso necesitamos que nos den una mano, ¿entienden
eso?, sería la voz del comisario de la seccional número tal, poco importa
porque ¿quién carajos denuncia algo en la comisaría que corresponde?
Cabronazos, las comisarías son todas la misma, los cuerpos hay que
desenterrarlos igual, traten de no mamarla y destruir la escena del crimen, eso
lo conocen de alguna serie gringa. Las risas cómplices hicieron cierto ruido en
la noche, que ya tenía menos de diez grados, pese a ser primavera. ¿A esto le llaman
primavera? No mames, buey, si no siento las manos. Pasa que el tiempo, a veces,
hace estas cosas, como cuando encontramos un cuerpo destazado en un basural,
nos cambia las reglas de la lógica, sabés, porque a partir de ese instante el
tiempo y el espacio se transforman, corren para otros lados, rompen la línea sintagmática.
¿Qué chingadas dices buey? Que se nos cambia por completo el transcurso del
día, ¿qué digo del día? De la vida entera. Muchos colegas quedan completamente
chiflados cuando pasa algo así, un crimen brutal, el cuerpo desfigurado de un
niño o una niña, los llantos de la familia, la indignación y la pueblada contra
la comisaría. Entiendo, buey, después cada uno de los que estuvimos ahí
llevamos ese cadáver a nuestros sueños, el olor del cuerpo en descomposición no
se nos quita por meses, a veces años, y así seguimos como cadáveres nosotros
también, consumidos por el mismo insecto. Exacto. Y el diálogo va a seguir por
las próximas diez horas, con pausas para tomar un café horrible sin azúcar y
comer alguna factura del día anterior, que causará a los detectives mexicanos
una acidez que llamarán “del pinche barrio Rivadavia”. ¿Y quién chingadas fue
ese Rivadavia, era patriota? Sí, era un nombre que aparecía en los cuadernos de
la escuela primaria y en el sillón donde supuestamente se sientan los
presidentes, aunque en realidad ahora es una pieza de museo. ¿El presidente?
No, el sillón. Las risas se contagiaron como para sacudir un poco el frío. El
cuerpo sin vida del niño fue desenterrado del micro basural de la esquina de
siempre. Mierda, era apenas un pendejo. Qué cabrones, igualitos a los de allá.
El caso cayó en la fiscalía número tanto, a cargo de un tal señor que había
abusado de su empleada doméstica. Pero pasa en nuestra patria también, bueyes,
no se vayan a creer, nadie puede andar con los ojos para adelante, nadie puede
pisar los costados de la ciudad sin sentir que se está muriendo todos los días
un poquito más.
****Este policial debería empezar con la siguiente música:
*********************************himildemente, Juan*******************************en plan policial barato*************continuará...........Metonimia
“Él sabía de memoria el alfabeto de la muerte”
(Dylan Thomas, Cuando los cerrojos del crepúsculo)
Una cosa
que no podía evitar aún queriendo:
que la
presión le bajara
después de
fumar,
eso y lo
que nos pasa a todos:
un sentimiento de agotamiento y desaprehensión
en cuanto
al estado actual del mundo,
una
metonimia al revés,
tan pesada
como la avenida Jara
a esa
determinada altura
donde hay
un auto estacionado
y totalmente
chamuscado
frente a
una casa
que es un
aguantadero,
ahí justo
donde compra
las
sustancias que le hacen
bajar
considerablemente la presión
mientras
contempla un cuarto de cielo
en el medio
metro cuadrado
de lo que
sería o fue un patio….
……………………………………………..”La
estupidez –dijo Fate- la variedad interminable de formas con que nos
destrozamos a nosotros mismos” (Roberto Bolaño, 2666)
Una mujer
con pelo largo y cano,
Inmortalizada
mientras lee
un capítulo
de una novela
donde una
joven cruza
la frontera
porque acaba
de matar a
su esposo,
uno de esos
tantos tipos
que habían
abusado de ella,
tal vez el
más posesivo,
el que
había pagado por todos;
un ojo de
cerradura
que retrata
lo que no entiende,
la realidad
de lo instantáneo,
un auto
incendiado a la salida
del paso
fronterizo,
unos
policías borrachos
con ánimos
de apostar
sus viejas
armas
-que vaya a
saber si funcionaran bien-
en la
siguiente mano
del juego
que sea,
tal vez
Guillermo Tell
con William
Burroughs de asistente;
los ojos de
la mujer
que ya
conoce demasiado
esa
historia que lee
por hacer
algo
un domingo
a la tarde,
el ojo de
la cerradura llora
y nunca se
sabrá por qué,
ni siquiera
diez años después
viendo esa
misma foto
repitiendo
esa misma historia.
El castillo infinito
Un tipo
está a punto de ser alcanzado por alguna especie de justicia en formato samurái,
cuando desde sus entrañas empieza a crecer un abismo, que pronto va formando un
castillo que se alimenta de su propia energía, generando nuevos espacios y
recovecos a la velocidad de la luz, o similar. Esto da pie al inicio de un
camino que no pareciera tener fin, para un grupo de héroes más bien limitado,
que encuentran en cada nueva habitación un nuevo enemigo a enfrentar hasta la
muerte, sus propios fantasmas. Entonces el espacio que parece infinito y
vertiginoso su tiempo, de golpe se retrae, se concentra en una sala minimalista
y casi claustrofóbica, donde el reloj comienza su camino en retroceso a
velocidad crucero, la apacible y destructora visión del pasado. Toda esa doble
locura, doble velocidad, a punto de hacer volar el espacio en mil pedazos, pero
nunca llegando a tal extremo. Y ahí ya nada importa si se es héroe o demonio,
porque todo condensado se mezcla en una historia que bien podría ser la de cada
una de las personas que imaginamos esa película. O tal vez no sea más que la
realidad, una ruta con dos direcciones pero con espacio para circular solamente
en una, y avanzar a doscientos quilómetros de ida para volver a veinte al punto
de origen, y llegar a un destino que ya no es el mismo que dejamos, que
soñamos. La sala del cine se proyecta sobre la avenida Independencia, los
bancos a la madrugada tienen su flujo de gente, que por lo general es más
amable que la que se puede proyectar durante el día. Hay un héroe también, que
tiene los ojos perdidos, las pupilas dilatadas, como si hubiese visto el
corazón secreto de la ciudad, o se hubiese tomado todas las drogas de Sierra de
los Padres. Como sea, algo en sus ojos dice que su visión es única, que su
manera de caminar es flotar en la luna, que está en cueros con diez grados
porque no tiene mucho que ver ya con este mundo. Y tiene una bronca sin pasión.
Una necesidad de expresar esa bronca, pero solamente contra objetos sin vida. Entonces
encara las persianas cerradas de los comercios y las golpea con toda la furia
contenida en sus nudillos, que misteriosamente no sangran. Pasa la gente, lo
mira, pero él no parece percatarse de que existen, solo están las cosas y la
rabia que generan con su imparcialidad, la estructura metálica de la parada del
colectivo, un cartel con la propaganda del que será el próximo candidato a
presidir un lugar que no quiere ser presidido por nadie, porque es una cosa
también, y da mucha bronca. Y los nudillos rebotan descargando las
frustraciones de todos los espectadores que estamos allí, engañados por un
espacio que se figuraba infinito y que al final solo guarda pequeños recovecos
donde nos esperan nuestros peores miedos, nuestros fantasmas de siempre. La
ilusión del vertiginoso futuro, que solo tiene una versión corregida con nota
al pie de un pasado remanido para ofrecer. Noticias que se parecen demasiado,
con solamente un cambio de formato, uno que ni siquiera nos da la oportunidad
de golpear con esos nudillos para descargarnos. El héroe sigue su derrotero por
la noche infinita de la avenida, ante la atónita mirada de quienes no se animan
a golpear todas esas cosas construidas para fulminarnos. Es inminente la llegada de
la patrulla, esa banda de matones destinada a proteger todas esas cosas que no
se deben tocar, son propiedad privada, son de alguien más, todas con el mismo o
los mismos pocos dueños. “De un paso atrás o le disparo”, le gritan al héroe,
que retrocede ante el peligro de las armas de fuego. Alguien se acerca para
esposarlo, pero logra zafarse con una habilidad impropia para su estado físico.
Se suma otro miembro de la patrulla, y ya son dos los que persiguen con sus
armas al héroe, que continúa su gambeta eterna, con la luna rielando sobre su
cuero invicto. Las horas pasan y la persecución es infructuosa. Los
espectadores comienzan a aburrirse, porque el duelo nunca llega a su fin. Y esa
es la única realidad posible. Un sentido de la ruta. El castillo no es tan
infinito como quisiéramos imaginar. En algún instante las cosas se vuelven
insoportables, y hay que estallar con ellas o dejarlas estallar solas, o
estallar uno mismo contra las pandillas que controlan la moral y todas esas
situaciones que no existen para ser controladas. Ya no me acuerdo si esto era
parte de la película, o tal vez la película va llegando a su final así nomás.
Un héroe que continúa su camino por la noche desierta, una patrulla torpe que
lo sigue para aumentar su brillo en la noche, un espacio que es un reino en
ruinas, lleno de espectadores de la nada, que no pueden entender cuál carajos
es la diferencia entre un samurái y su espada. Vuelta al inicio, cuando casi
llegamos a la resolución del dilema planteado, la pelea antes del big bang que
generó el castillo infinito. ¿Importa ahora la conclusión? Supongo que se fue
terminando la noche. Supongo que las luces se fueron apagando con el lento
amanecer. Supongo que el pasado hizo de las suyas. Supongo que el tiempo empezó
a caminar hacia atrás, cada vez más lento. Supongo que esa es la patrulla
persiguiendo mis huellas futuras, que se plantan en el presente de las cosas,
para ver si entienden algo de lo que les llega del pasado. Fantasmas, laberintos,
héroes y demonios, todo lo que encierran las historias en una sala de cine o en
la esquina de la avenida Independencia y Belgrano, más la patrulla de ortivas
que intenta contener lo que se derrama a los costados.
****eso fue una recomendación cinematográfica más o el inicio de un historia. Esto es una música que me encantó:
********humildemente, juan†***********y nada más que escribir*******Escena en una playa
Una porción
de arena les comía los tobillos, mientras caminaban charlando contra el viento
sur. Una escena que nadie, con dos dedos de frente cinematográfica, rodaría esa
tarde. No, ni en ese espacio ni en ningún tiempo. Pero se suele suponer que las
mejores ideas surgen en los peores contextos, como si fuera una película sobre
cómo nació esa película tan buena,
una suerte de precuela o prólogo necesario para explicar innecesariamente razones
de grandes éxitos. En fin, un detrás de escena, un especial por si acaso la
película la pega. ¿Qué sería pegarla? ¿lograr contar una historia más o menos
con sentido? ¿o lograr contar unos personajes totalmente perdidos?...en una
playa, fuera de temporada, con viento sur moderado, ni fuerte ni suave. De la
escena hay que tomar unos planos especiales, cosas al parecer insignificantes
pero que después son la narración en sí, a medida que avanza la trama, como las
uñas pintadas de uno de los dos personajes, mojándose con la crecida del mar, intermitentemente
en la orilla. Un sonido de fondo, que es más bien un zumbido acristalado, que
habrá que imaginarse cómo sonaría, no queremos realismo en la escena porque
para eso está la vida. El plano se corre de los pies de uñas pintadas hacia el
rostro del otro personaje, que realiza un gesto que parece melancólico o apenas
divertido. Es, en cualquier caso, un gesto contenido. La escena parece tomar un
desenlace lento, como de tortuga masticando un caracol. Reitero, no es una
escena realista, no busquen referencias en la rutina diaria, ni sonidos que se
correspondan con lo que ven mientras leen. Este es una especie de viaje al
pasado, que se caracteriza por su lentitud, porque hay que escarbar donde hay
mucho fondo, mucha materia informe. Momento del flashback: el personaje del
gesto contenido intenta recuperar otro paseo en otra playa, en otro tiempo, en otro
clima, con otro sonido, con otras uñas pintadas, junto a otra persona con la
que alguna vez se imaginó pasando el resto de su vida. En presente, ese
recuerdo le hace cambiar el gesto, la cámara lo enfoca pero no lo entiende, esa
mirada a los pies con las uñas pintadas de la persona con la que comparte el
paseo y lo vertiginoso del presente, que sí se expresa a toda velocidad. Es el
ahora frenético de la escena. El foco de atención se va hacia el cielo nublado,
en el horizonte. La cámara muestra la línea que separa al cielo del mar. Parecen
casi la misma cosa, pero no lo son. Parecen destinados a ser uno, pero no. Los
dos simulan un mismo tono de gris. La lluvia amenaza. El futuro prefigura una
complicación. Del cielo caen las primeras gotas saladas, la escena sigue ahí.
Una voz fuera de foco se escucha tímidamente, como a la distancia, como no queriendo
preguntar lo que, finalmente, no puede evitar preguntar: “Vos ya no me querés,
¿no?”
Una música se
apodera del ambiente, mientras vemos que del cielo las gotas intensifican su
caída. El cielo y el mar, cada uno por su lado.
Fin de la
escena. No hace falta contar nada más.
*****esa música de fondo:
************************************+humildemente, Juan***********************+un trozo de ficción****************Crítica de una película reciente
La trama no
importa. O bueno, sí que importa pero no tanto como el desarrollo de los
personajes. Tampoco tan así, a lo mejor las dos cosas importan bien poco y lo
que más importa es el lenguaje. Pero no estoy seguro, capaz que lo más
trascendental sea el precio de venta que se le pone a la historia, porque por
ahí si el precio es muy bajo queda en claro que el material no vale nada, o
casi nada, una mierda. Las historias suelen ser muy parecidas unas con otras,
es probable que comiencen con una partida, una salirse de ambiente cerrado, un
meterse en ambiente cerrado, en todo caso un movimiento, un traslado. Pero
también puede ser que eso no ocurra, y que la trama completa esté atrapada en
una suerte de caracol dormido, un arrastrarse casi imperceptible…pero claro,
eso ya sería un movimiento, aunque leve. Qué tal si nada se mueve y las cosas
se quedan así como están durante un buen rato, digamos dos horas, que es lo que
debería durar una película más o menos soportable. El colmo del
conservadurismo, unos personajes que se quedan fijos sobre una escena y nadie
hace nada. Una suerte de museo de cera de lo que vendría a ser una historia. Y
ahí lo tienen, la historia más perfecta de todas, el héroe que se queda en casa
mirando el techo, un héroe bien fácil de imaginar hoy, un héroe menos que
mínimo, un héroe sin retorno porque nunca salió. Todo inmovilizado, ni siquiera
las plantas y su casi imperceptible inclinación hacia el rayo de sol que apenas
acaricia el patio interno de un mono ambiente, por aproximadamente diez
minutos. El tiempo pasa porque eso es inevitable, no lo podemos congelar, ni
siquiera en una foto. ¿Por qué? Podríamos sacar una foto ahora de ese héroe en
la mecedora de su living, contemplarla por un rato y seguir con lo que sea que
se tenga que seguir. Luego, pasadas unas semanas, volver sobre esa misma imagen
y entonces hacerse la pregunta: ¿qué pasó? ¿por qué no se percibe igual que la
primera vez? ¿por qué siento que cambió la imagen y que yo también no soy igual?
¿Hubo movimiento en la inmovilidad de esa imagen? Cerrar los ojos, y si no pasa
nada, quiere decir que la imagen es una cagada y no sirve, no es arte. Pero, a
veces y con suerte, se tiene la sensación de que la imagen vista continúa
moviéndose dentro de uno, o con uno. Va cambiando la forma de percibir todo lo
demás que sería el ritmo tortuga de la rutina diaria. Puede ser una escena, una
imagen, una pintura, una escultura, un poema, un algo humano que nos dejó en
otro lado, nos depositó en un movimiento que no esperábamos. Y eso se continúa,
y nace como una fiebre que impide por unas horas continuar indemne como antes,
como el amanecer que no traía más que el pronóstico del tiempo y la parada del
554. Sigue el barrio Rivadavia, donde pasan todas las cosas más importantes del
universo, porque es el único lugar desde el que se pueden realizar lecturas que
son como esa imagen, esa escena, esa pintura, ese poema, hechos extravagantes
que continúan su influencia en el tiempo, aunque no se esté allí, aunque la
experiencia se haya terminado. ¿Eso no depende del héroe, del Yo que dice yo?
No, nada que ver, depende de otra magia, una cosa que está fuera de uno mismo
pero que lo moviliza, lo que significa que se va a meter dentro de uno…si es
arte, o así debería ser el arte, o así percibimos el arte desde este micro
espacio del multiverso entero. Líneas rojas que no pueden poner lógica y razón
sobre cosas que fueron creadas para derribar la lógica y la razón. ¿Quién dijo
que este texto tiene que mostrarte algún sentido, tiene que conformarte, tiene
que ofrecerte el final adecuado para que vuelvas a dormir una noche de
insomnio? ¿quién escribió en algún tratado que dormir por la noche es adecuado
para nosotros? ¿serán los mismos que nos dicen que ya nada se puede hacer con
el orden establecido en el mundo? Ok, tal vez hay un orden que sí puede ser
desestabilizado, pero hay que inventarlo, hay que escribirlo, hay que
dibujarlo, hay que soñarlo en una pesadilla insomne. ¿Suena a algo que podría
servir para revolucionar esta página, al menos? No, la revolución es ese
constante inconformismo que nos puede ayudar a entrar en trance, que sería
abrir las puertas perceptivas (y eso fue un choreo de paja nomás) para aceptar
ser movilizados por algo que escapa de lo establecido. Bendito sentimiento de
felicidad, como gritar un gol de un equipo que no sabemos por qué carajos
estamos alentando. No todo es lógica y razón, por suerte, y digo que por suerte
porque es esa especie de locura lo que nos permite relacionarnos con el mundo
sin explotar de un ataque cardíaco cada noche a la vuelta del chino. Eso, un
vino vendría bien porque ya no hay en la heladera –sí, acá se lo toma frío- y
se necesita pasar la madrugada lo mejor posible. Igual no te hagas drama, es
algo que me pasa a mí, nada más, al escritor que dice a mí o que afirma ser un Yo.
Nada de eso existe, lo que sí existe es una escena indescriptiblemente
impresionante, una persecución en una ruta en el desierto, unos sonidos, unas
músicas, unos personajes, una trama, una novela adaptada a los ponchazos, unos
ojos que se cierran para corroborar que es imposible seguir la historia así,
porque si la película es buena y vale la pena como obra artística, es
imperiosamente necesario tener los ojos bien abiertos, esas escenas van a quedar
en la memoria, esas escenas se van a seguir desplazando aunque el héroe esté
sentado en la mecedora de su living, en un mono ambiente muy mal iluminado del
barrio Rivadavia.
********Sí, puede ser la mejor película del fin de semana:
*****************************humildemente, Juan******************sí, buena forma de recomendar algo***********************El detective y el libro chino (tercer capítulo)
Todavía no entiendo si este libro es una guía para chinos que quieren laburar en un hotel inglés, o si por el contrario es una ayuda para in...
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