Tengo un baile de marineros en mi cabeza

Eso sería el título o a lo mejor una cita de comienzo, o tal vez el epílogo, o un verso que me quedó haciendo ruido, desde una lectura de hace un par de días. Una de esas lecturas imposibles de volver a repetir, auténticas. Esas voces que aparecen desde alguna sombra, que sería una vida en este mismo y preciso instante, un fragmento de tiempo en el que todo se cree acabado, masticado, procesado y revuelto por alguna tecnología que marca “la nueva era”. Todo presente es garantía de nueva era, obvio. Todo habitante de ese presente es un murciélago desalmado, un triste pedazo de ceniza mojado por la incesante lluvia de ese fenómeno que ahora se denomina ciclogénesis, y que a lo mejor ya existía de siempre, pero es en este presente donde se comienza a señalar con énfasis especial, con el mismo énfasis que se vuelve a hacer una película de Drácula o con Francella haciendo de muchos francellas, como en esa serie televisiva “familiar” que se llamaba trillizos. Sí, lo mismo, una remake que no funciona a pesar de Caleb y Luc Besson, y una película nacional de esas que se hacen exclusivamente para un “público argentino”, y en la que uno de sus actores más taquilleros explora todos los lugares comunes de la “argentinidad porteña”. Fin, por suerte. Lo bueno de las películas es que terminan, lo malo de la poesía es que te acompaña, te baila en la cabeza, te deja sin aliento en el peor momento de la semana, te invita a la soledad recurrentemente. O eso es lo que me sale interpretar en el hoy de ahora, otra de esas tardes de lluvia en la que algunos descansan tranquilos en lugares secos y calentitos, mientras muchos otros padecen la intemperie y la crueldad de las instituciones de “control”, porque para acumular capital en paz debe haber mucha gente sufriendo el castigo, el famoso equilibrio fiscal que propone esta sociedad bastante de mierda. ¡Hey! Claro que no quiero ser un negativo del orto, porque alguna cosa tiene que estar, más o menos, bien. Alguna cosa deberías inventar, alguna expresión artística copada y solidaria y algo humana, un lenguaje más respirable, unos versos que no sean tan cagada, una poética que se deje de andar mordiendo la cola, mirándose en el espejo de proyectos que tenían como objetivo pasarla bien mientras todo lo demás se iba al carajo. Se va al carajo. Tantas vueltas para terminar preocupados por el futuro del precio del queso rallado. Tanta sangre entre el aceite corroído de la Historia, para ver qué sale más barato, si tomarse un Uber o votar al Turco García en las elecciones de medio término, esas elecciones que son como una cosa en serio pero hasta ahí nomás, como todo lo que estamos dispuestos a jugarnos cada día. Está bien si nos dejamos la salud en un trabajo cualquiera, por dos mangos, en las peores condiciones imaginables. El trabajo es dignidad, y ya se sabe perfectamente, “de la casa al trabajo y del trabajo a la casa”. ¿Y qué si no tengo casa, y me paso la vida en las calles del Rivadavia tomando pegamento? Cierto, no creo que me saludes más ni que me invites a tomar algo, resulta que tengo muchas canas y se me cayeron dos dientes. ”Qué perdido que estás”, me dirías, y sacarías de tu bolsillo un recetario con todos los teléfonos de “profesionales” que estarían dispuestos a ponerme en perfecto “orden”, otra vez hacia el carril adecuado de la vida, listo para ser explotado por el próximo sistema que se actualice…¿será Windows 2026, IA 2027, Mc28, Applemanzan siglo 22?...Tranquilos, no estoy tan loco, solamente es que pasaron muchas cosas este invierno, o pasaron demasiado pocas. Igual nos vamos a morir lo mismo, me decía mi tía de Quequén, mientras mirábamos el puerto abandonado, esos esqueletos oxidados de barcos como restos de tiranosaurio rex: cosas que podemos nombrar pero que nunca vamos a conocer. Como la tarde en que nos miramos seriamente para decirnos ya fue, hasta acá estuvo bien, más adelante el ahora se va a hacer insostenible. ¿Te das cuenta? No, no te quería desanimar justo hoy, que apenas si es martes, pero de verdad que habría que intentar escribir con otras tripas, sangrar con otra sangre, romper las viejas antenas y empezar a construir una herramienta distinta. Son ideas, pero quién le puede hacer caso a unas cuántas palabras que se consumen como un cigarrillo adentro del horno crematorio, ese que de seguro va a ser mi último loft con vista al infierno, uno que no va a estar tan encantador porque eso también ya fue, y lo siento por el Indio y sus feligreses, y de paso les agradezco el viaje. Me bajo por acá, me mojo las patas porque cae agua desde abajo, y de seguro que mañana con el primer pucho se me empieza a cerrar la garganta, pero todavía no es tiempo. O vaya usted a saber. Sí, todavía hay gente que escribe así, que saluda así, que siente que la garganta se obstruye y que la hora señalada ya está ahí, en un ahora que sería el fundido a negro y nos vemos en la próxima remake, tal vez como vampiro medio paródico y muy mal actuado, o como un Francella haciendo de sí mismo, en lo que va a ser su mejor película. Y eso es proyectar, levantar con la pala del presente un montón de mierda para arrojarla hacia el futuro, que tendría la forma del emisario submarino, que nos invitaría a descubrir sus secretos en una expedición hacia lo profundo de ese mar contaminado, donde nos sorprenderíamos viendo las distintas especies de personas que fuimos o podríamos haber sido si la lluvia no estuviese jodiendo. Siempre deseando lo que no se puede coger, porque ahí está la última resistencia. Sigue todo como al principio…. Una vez alguien hizo flotar un pocillo…lo que he visto es todo lo que he encontrado: pero no fue a mí mismo…Los marineros están ahí, todavía.   


*el título es un verso de Carl Rakosi, y las tres frases finales son del también poeta George Oppen. Pertenecieron al grupo de poetas llamados objetivistas, o herederos de Pound, o las dos cosas. A lo mejor les vendría bien esta compañía musical, pero quién sabe:

*********************humildemente, Juan*************por lo menos hasta acá..........***************

No hay fantasma de lo que todavía sobrevive

Estaba pensando en que esas palabras de María Moreno funcionarían muy bien como título de cualquier cosa que se pueda escribir, sin dudas. Tienen un atractivo muy particular. Conforman una frase corta e impecable e incambiable. Perfecta. Pensaba, también, en el barrio Rivadavia y en todos sus escritores y escritoras. Pensaba en esa supervivencia diaria de tantos y tantas, artistas o no. Para cualquiera, el lunes puede ser una oportunidad más que efectiva para terminar de volverse fantasma. Hay fantasma en ese cuerpo que yace baleado por la policía, en un “enfrentamiento”, en “una situación confusa”, en una escena que es gatillo fácil titulen o caratulen como lo hagan quienes escriben con sangre las leyes que nos rigen en esta ciudad. Sí, parece que cada ciudad tiene más o menos su interpretación de lo que la ley debería ser. Se habilita la violencia, en algunos casos. Se condena la violencia, en otros. ¿La diferencia dónde está? Donde se para el poder encargado de interpretar, un panóptico racista, prejuicioso y siempre parcial, marcial, la mirada del asesino institucionalizado. Pensaba en que eso define los futuros de cada pueblo, la mirada de sus instituciones, o la ausencia de la misma…¡por qué existen algunas sí y las otras no? ¿por qué habría tantas o por que tan pocas? Y los veraneantes deseando que pase el invierno para poder llevar sus cuerpos explotados/estresados hacia el próximo infierno vendido como: unas semanas de relax frente al mar. Una semana frente al mar para convertirse en un suicida consumado, en un asesino serial, lo mismo da. Pero llegar a fin de año como sea, como otra institución inventada en algún momento de la historia de nuestra humanidad, la humanidad del siglo veinte y posteriores, la humanidad de las posguerras, de la posbipolaridad, de la posguerra de baja intensidad y bienvenidos a las guerras fragmentadas, que siguen su paso intermitente a la par de cónclaves de presidentes y figurones de la política mundial, que declaran todos los viernes que “sí, ya estamos a un paso de conseguir la paz”, para comenzar una nueva invasión el lunes, un nuevo bombardeo “quirúrgico” con drones, solamente para “alcanzar objetivos específicos”, y que así la guerra vuelva a levantar temperatura mientras la noticia ya empieza a cansar y ya es tiempo de que pienses en tus próximas vacaciones, porque ya fue, no vas a poder cambiar el mundo, olvidate. Mejor, cambiate de ropa y tomate un vuelo de cabotaje hacia una isla que no conoce lo que es una ametralladora, ahí solamente hay casinos, droga y trata de blancas, un “paraíso” para tu máximo relax. Quedate tranquilo, la guerra va a seguir con lo suyo pero en un segundo plano, hay tantas cosas para ver en Youtube, tantos ermitaños haciendo cabañas en el medio de la nada, mostrando el ejemplo de lo que debe ser la humanidad: la mejor forma de funcionar es en la más completa de las soledades, y que por las noches el fuego proteja de todos los males, eso que el mismo fuego sigue reclamando para sí. Una constante propensión al odio y la violencia. Pensaba, también, que hasta los demás sentimientos se terminan volcando al odio y la violencia, como una especie de falsa faz dispuesta a mostrarse en el momento indicado, en el día adecuado de la semana, en el barrio que sea. Tanto amor para volverse un fanático obsesivo de lo amado, y mejor guardate tus sentimientos para quien se puede defender, porque pensaba que yo estoy un poco bastante cagado con todo esto que acontece en el barrio. “¿Querés que le de un roscaso a la mina del patrullero y me lo chorée?” “Esos negros de mierda, los voy a quemar en la primera de cambio, total los tiro en el patio de la comisaría y quién carajos los va a reclamar?” “¿Amor? Esa hija de puta me sacó todo, más vale que no me la cruce” “Ese cornudo hijo de puta me cagó la vida, lo voy a hacer mierda con el abogado más hijo de puta que encuentre?” ¿Y dónde está el amor que fue principio de todo? Estaba pensando que la desviación es el movimiento inevitable de la vida, el más productivo. Algunos afirman que eso es la guerra, lo que haría evolucionar al mundo en alguna dirección. Pensaba, más bien, en el poder de la desviación. En ese camino trazado por vaya a saber quién y para qué, imagino que sus ingenieros trabajan en la sociedad desde que hubo conciencia de la humanidad. Y en su inevitable desviación. ¿La causa? Calculo que la inadecuación, eso de estar en el lugar perfecto del error, en el momento deseado que jamás quisimos que se materializara. Desviación, descubrir, reconocer que no se tenía idea desde el principio, que quien trazó el camino no fue uno, sino alguien más, otro yo espectral  que no se conocía, que actuaba por ósmosis, por costumbre, cayendo en todos los lugares comunes del “buen vivir”, el lado “correcto” de la sociedad de la pospandemia / preguerra nueva en vaya a saber dónde y por qué. Estaba pensando que esa desviación llegó a mi camino, que las decisiones que voy tomando no tienen una raíz lógica, que soy cada vez menos Yo y mucho más mi propio fantasma. Pero todavía no alcanza, porque es lunes y sigo caminando más o menos las mismas cuadras, saludando más o menos a las mismas personas, comiendo más o menos las mismas comidas. En fin, pensaba que todo eso es más o menos lo que se podría definir con el término: sobrevivir…sobrescribir….desviación, tal vez sí que hay un fantasma, y sería justo decir que es quien sobrescribe, por encima de mis palabras, más allá de mi entendimiento, más allá de mi yo que dice Yo, por otro lado que nunca alcanzo a comprender, por un atajo que es el camino hacia el más allá, el único más allá que existe, el de la escritura.    


**********esas otras mil palabras con esta banda sonora:

**********************************humildemente - y sin un mango -, Juan***************************************a girar baby!!!!*********

Las mil palabras

 La verdad es que hoy no sé qué carajos decirte. Supongo que me volví a expresar para el ojete, porque lo que no sé es qué pueda escribirte. Otra operación. Es muy errado lo que expresa esa frase hecha -¿número?- que dice así: “una imagen vale más que mil palabras”. Para que eso sea cercano a la realidad habría que aceptar una operación devaluatoria demasiado grande, insoportable de tantas veces aparecida en el camino de lo que, a esta altura de la Historia, es una nación en constante reinicio. Como eso de no saber bien qué escribir. Un ir y venir, un devaneo, la vuelta al mundo en mil palabras, la llegada a la devaluación de esa imagen que comienza y finaliza cualquier relato en apenas un parpadeo. Ya la viste, la vimos, y no habría más para decir / escribir. Luego eso de la pieza vacía y la venia del guerrero derrotado. Toda una figura que mejor ni describir, ni fotografiar, y mucho menos dibujar. ¿Te conté que una vez dibujé un mamarracho y lo regalé a una –ahora- ex pareja, y que encima le gustó? Esas cosas que no tienen sentido pero que se parecen a ese concepto que ya se me borró de la bola de la lengua…¿cómo era….cómo se escribía? En fin, sobre sentimientos se escribe demasiado, se habla demasiado, hay demasiados especialistas y hay un sin fin de profesionales de la ley, que se jactan de escribir demandas con fundamentos sostenidos en supuestas injusticias que no fueron tales, porque hay que revisar bien eso de que una imagen vale más que mil palabras, puede que una ley de apenas diez caracteres valga más que la dignidad de un ser humano. Sería un punto a favor de la escritura, pero un punto con sabor a nada, un registro de iniciados que imperan sobre la realidad de las personas, algo que la ficción…una sombra del chorro de agua que sale de la canilla, que sería la vida, algún escritor definió de esa forma a la literatura, y que por eso puede seguir proyectándose más allá de la vida del autor. Un rastro, una mancha sobre una pared o el pasto, pero teñida de eternidad, más allá incluso de la interpretación que cada generación de lectores le pudiera llegar a dar, más allá también de la eterna ignorancia, sombra siempre al costado de la Historia, sombra terrible de la literatura, te invoco como para tener una idea de lo que quiero decir hoy, hacer, ahora, escribir. Algo de eso saqué de un fragmento de un libro de María Moreno, eso y lo de Hemingway jactándose frente a un barman de que su escritura tan exacta y perfecta le haría recordar a uno de sus clientes olvidados, nada menos que Fitzgerald. Marche una ronda más y haga anclaje en último y más austero trabajo de María, con las consecuencias del acv en su cuerpo, en su manera de escribir ya nada barroca. La asimetría, la pérdida de la dualidad fundamental de nuestra especie, la dualidad de la escritora que queda reducida de un momento para el otro, y a levantarse asediada por una cultura que aborrece de la debilidad, de esa inaceptable asimetría. Poder mover solo la mitad del cuerpo, poder escribir con esa sola mitad del cuerpo. ¿Dónde carajos reside la escritura? ¿De dónde mierda sale esa pulsión casi natural por ponerse frente a la hoja en blanco para llenarla de símbolos que podrían no tener ningún tipo de sentido? ¿Magia o una asimetría de especie? No tengo idea, pero vuelvo a la escena del bar y del barman y de ese trago que siempre aparece en el momento oportuno que uno mismo se crea, porque ahí radica la ventaja del que se pone a apilar esas mil palabras que no valdrían ni media imagen. Tomo el trago, acodado con dificultad, con esa dificultad que plantean las banquetas altas y con poca superficie para ofrecer comodidad a un culo de más de cuarenta años….¡Era eso! Esta semana me sentí muy viejo, y de eso quería escribir. Será porque enfermé el martes, o porque me fui enterando de que gente muy cercana también enfermó, pero de enfermedades de esas que hay que tratar, que son como maratones hacia el cementerio municipal. Sí, no conozco a nadie que vaya a ser enterrado en un cementerio privado. Enfermedades que son como santas biblias que empiezan sabiendo de lo terrible de la última parte, en el principio era el linfoma, y después el apocalipsis con sus tratamientos destructivos y los cuerpos cayendo frente al azote de los cuatro jinetes que terminan por acodarse en la misma barra, pidiendo algo fuerte para seguir cabalgando mientras los ojos de la humanidad los observa con miedo y furia. El llanto de los jinetes mal interpretados, mi llanto por no poder dejar de sentir esa irreversibilidad temporal, por no poder escribir esa sombra eterna, por apenas ser una gota que se escapa de una manguera mal conectada. Cierto, eso era la escritura para mí, y eso era justamente lo que tenía ganas de escribir…un texto que justificara las mil palabras, que valiera dejar de ver una imagen agotadora y desilusionante, un texto capaz de reproducir la sensación de que hay un sentimiento olvidado que puede llegar a ser recuperado…tal vez leyendo el último libro de María Moreno, tal vez acodándose a la barra y mirando a los ojos de Hemingway, unos ojos que imagino insoportablemente helados, como la punta del iceberg que esconde un universo que en verdad es una cagada, y que en el fondo solo tiene el dolor y la desolación de una noche de invierno, con una petaca de un whiskey malo, muy malo, que no deja otra opción que tomarlo de golpe y sin ganas, como interpretando una vida que apenas pudo acariciar la superficie de una sombra incapaz de proyectarse por el resto de los días….¿qué días? No lo sé, ya te dije que no sé qué carajos voy a decirte.


******Podés volver a contarlas, creo que son justo las que dice el título. La imagen, esta vez no vale. Pero sí una música de ocasión: 

************************humildemente, el yo que dice Yo**********************************************

Terapia intensiva


Perecer como contenido

pero sin morir del todo (todavía),

una suerte de personalidad constipada,

el adorno de un calendario

que no avanza más,

naturaleza (casi)muerta

con todas las simetrías adecuadas

y el desborde siempre amenazando

con aniquilar la cordura,

“habrá que ser valiente

para seguir de pie

una vez pasadas las ráfagas

 de metralla del fusilamiento

que predican los lugares comunes”

La consecuencia inevitable

de la voz del vencedor,

una serie de mandatos históricos

dispuestos a dar el último empujón

a las almas que tambalean

en el abismo de un tiempo

debidamente embalsamado,

y otras cosas escritas a la luz…

…oscuridad

de lecturas aborrecibles

que son las más estimulantes,

porque qué carajos le importa al cuerpo

más que vomitar y cagar al mismo tiempo,

ir vaciando lo que ya no se quiere,

disfrutando la intoxicación final

porque ya no hay problema…nunca hubo…

“soy ese cuerpo destinado a fallar”

una falla que será eterna,

lo único eterno,

¿un error?

¿un consuelo?

¿y qué si hoy murieron asesinadas

miles de personas?

¿no se puede escribir poesía,

pero vomitar sí?

¿morirse sí?

dejar esos ganchos

sería dejar de preguntar

como llorar por las muertes,

puestas en escena

que no tienen nada

que reprocharle a la realidad,

¿y a esa quién la inventó?

¿quién la escribe?

¿quién pregunta?

¿un signo?

¿y así se crean los sentimientos también?

¿se crean?

¿quién?

Personalidad constipada,

lenguaje constipado,

el lado de los versos que no se van a leer

para evitar el efecto nocivo,

“que nadie me salude por W´app

y que por la calle alguien

planee atropellarme,

luego darse a la fuga,

y que yo caiga desmembrado

sobre el asfalto frío

de unos versos

que son los últimos signos vitales,

los últimos que leo,

rayitas que apenas entiendo

pero que significan

ese todo del último renglón”

/\_/\/\/\___/\/\____/\____/__ _ .


***

***************************humildemente, eran así todas las noches**********************************asimétricas*

Manual de instrucciones para insomnes

-          Tal vez uno quiere la idea que uno se hace

(Dormir al sol, Adolfo Bioy Casares)


Andar en puntas de pie por entre los gritos de la madrugada, esos gritos que resuenan en la cabeza de uno, que recogen lo que durante el día fue nada más que eso, lo que sucede en cualquier día, pongamos por caso de invierno, en una ciudad ya de por sí bastante fría, en un barrio bastante imaginable para cualquier guionista de serie de Prime o Netflix o HBO  o Porntube. Palabras clave que después van a llenar el espacio vacío del más que vacío algoritmo, que funciona algo así como esos gritos que quedan dando vueltas con cada uno de nosotros en la cama, por la noche, cuando se supone que hay un silencio de tipo hospital. Pero no. Esta madrugada empieza a resonar lo acontecido en la vida hasta un punto…y seguido. Imágenes desordenadas de gente que nos significó algo, para bien o para mal, conscientemente seleccionadas o aportadas de improvisto por la otra cara de la conciencia, seres más o menos reales que ahora son reinterpretados por las cavilaciones de madrugada…y muchos gritos, como si el rememorar del día viniese en un volumen alterado para arriba, con unos efectos que sumados hacen imposible conciliar el sueño…y eso de concilio suena más a bien a reunión urgente de las partes que podrían llegar a proporcionarnos un sueño tranquilo y adecuado, el famoso y nunca del todo alcanzado “sueño reparador”. Al revés, lo que se intenta todas esas madrugadas de insomnio es reparar el sueño, para que después sí se continúe con la reparación del insomne…más imágenes de personas que uno no eligió recordar, pero que caen de la memoria como esos parientes indeseados que un día se acordaron de tu domicilio, y “qué copado este lugar que tenés y fijate que yo ahora estoy tirado bancame unos días”, etc…entonces empiezan a caer como espuma de catarata en ebullición un montón de escenas culposas, otras un tanto vergonzosas, y muy de vez en cuando algo agradable. La mente intenta aferrarse a eso último, desesperada por un bálsamo mágico que ayude al descanso. Pero el hecho solamente de esforzarse genera el efecto contrario: mucho más difícil apagar el cerebro, ese maldito / bendito órgano engañosamente privilegiado que vino sin interruptor, sin perilla de apagado / encendido o al menos suspensión. Y será por eso que (casi)todos los aparatos que inventamos –quiero decir como especie humana- traen de fábrica un botón de ese estilo, un interruptor, junto con una guía de instrucciones para que no olvidemos nunca en alguna noche de insomnio, cómo es que hacemos para dejar sin funcionamiento aquello que sabemos perfectamente que solo necesitamos un rato, y que después hay que dejar descansar porque las cosas se pueden recalentar y qué hacer en esos momentos de emergencia…Llamar al 911, al siquiatra, a la línea de prevención del suicidio, a insomnes anónimos o al servis que viene con la garantía para consultar: No tengo manual de instrucciones, ¿cómo era que se hacía para dormir?... Un clona, un sedante, fumarse algo, una botella de whiskey, una taza de leche tibia con miel, una vuelta a la manzana…eso de andá a la esquina a ver si llueve… eso otro de buscate un bar abierto…o simplemente respirar profundo sin apoyarnos del lado izquierdo del cuerpo porque ahí suele estar el corazón y si lo aplastamos la sangre no corre como debiera y el cerebro se daría cuenta y se resistiría mucho más, y vuelta a empezar…y a lo mejor ponerse a leer algo, algo como esa novela de Bioy Casares, que justamente en su título da una pista imposible para solucionar el trastorno: dormir al sol. A la madrugada no hay sol. Lo que sí, esos trastornos que le causan al protagonista los trastornados demás personajes, que parecen salidos de una pesadilla muy aburrida, con muy mala producción. La sensación de que lo único sólido en la vida son las partes de un reloj. La sensación de que a las personas uno se adelanta en imaginarlas según su conveniencia, antes de empezar a conocerlas en serio. Otro mecanismo de nuestra conciencia que funciona bien para el culo. Y cuando se quiere acudir al manual de instrucciones, ya es tarde, no se puede usar más la garantía, la fábrica cerró hace décadas, y no hay a quién reclamarle salvo a uno mismo…Otra vez uno contra uno, otra vez la cabeza sobre la almohada y a ver qué pasa, otra vez la sensación de calor y la proyección de unos recuerdos que son insoportables, y que al final no pasaron tan así, ¿verdad?...andá a saber…las voces siguen aumentando el volumen, hasta una melodía muy pegadiza suena de fondo sumándose a un zumbido que podría ser una mosca, un mosquito, un muy mal recuerdo…como curando el empacho pero al revés, atacar la heladera no es recomendable, pero jugado por jugado da igual…comer cualquier cosa de madrugada y con un insomnio insoportable, como tratando de engañar al cerebro, que sin embargo es muy inteligente y no se deja…seguir dando vueltas en la cama, de un lado al otro…nadie…volver a encender una luz, mirar al techo, corroborar que hay humedad y que algo habrá que hacer ahí…justo como con esa vida diurna, que se pasa de largo y no quiere apagarse por la noche…manual de instrucciones para poder dormir: recordar que el dispositivo no viene con un botón de encendido / apagado / suspensión, y que no se debe desconectar la fuente porque se corre el riesgo de no volver a funcionar más. En casos extremos acudir al fabricante…pero si ya no hay fabricante que responda, proceder a imaginar una isla paradisíaca, donde el sol sí que ofrece su calidez, y hay una palmera hermosamente florecida, ofreciendo su sombra, y uno puede mirar un horizonte vacío y las cosas tienen el volumen que tienen que tener, y comienzan a dibujarse de a poco las Zzzzzzzzzz por encima de ese dispositivo que está a punto de ceder…    


*****y la música que suena insomne:

*********************humil-demente, yo***********te he visto en situaciones similares.......***********


Todas esas veces...

 

“El tiempo pasa y, con él, cada sensación placentera, antes o después, acaba disolviéndose, se dispersa como ceniza llevada por el viento. Debemos aceptar dicha verdad. Y sin embargo, en ciertos casos…, en ciertos casos particulares, estas sensaciones permanecen en el aire cual vibraciones silenciosas, y cabe la posibilidad de que sean sigilosamente reemplazadas por algo que se manifiesta de otra forma” (Haruki Murakami)

 

Casi como creer en la vida antes y después de cualquier muerte, la fe en esas vibraciones que viajan con forma imperceptible de onda expansiva, y que luego se transforman de la mejor manera alquímica en un caos de sonido que, combinado, hace estremecer a todo el cuerpo, a toda la razón que se pueda sostener…hasta ese sublime instante. Un piano que suena de un lado hacia el otro acompañando a la mejor voz que pueda existir ahora, en una noche lluviosa de invierno, en una esquina inundada del barrio Rivadavia, porque los desagües no dan más, otra de esas verdades irrefutables, porque las cosas se construyen para funcionar por un rato, un instante, y lo que sea que viene después, la lluvia o el tiempo, todo se lo llevará, todo lo dejará en un recuerdo brumoso, en una niebla que algunos ojos – con suerte- se van a dignar a observar, recobrar, para luego continuar con la rueda que se desliza por las calles anegadas…y a lo mejor me dirás “nena, nena, todo el tiempo”, por qué no nos tomamos de la mano, por qué no nos besamos, así dejamos de discutir en camino a vaya a saber dónde, a veces parece que nos dejamos llevar por todas las pelotudeces que nos hacen más crueles, desalmados y distantes, pero qué mágico que sigue siendo eso de perderse entre una hermosa voz y un piano magistralmente acomodado contra una barra, mirando y siguiendo cada variación de un sonido que sale de una boca como si fuera el instrumento más estremecedor del universo, qué mágico que sigue siendo leer algunos versos de Espronceda, los versos románticos de un pirata o un diablo siempre camino a la soledad de una derrota inevitable al género de su historia, a la vida del propio Espronceda, la del eterno revolucionario cayendo ante la oprobiosa garra de un enemigo sin talento ni pasión, frío como una gota de agua que se cuela entre los cuerpos ardientes de dos amantes, que sí podrían ser Stan y June, dos sombras sonoras rompiendo una noche de estas, que pareciera que solo pueden reproducirse en alguna habitación en penumbras, donde una sola persona espera el sonido de ese relámpago que haga alguna de estas dos cosas:

1) La aniquile para siempre jamás.

2) La despierte a la vida.

Todas las cosas sublimes que se juegan en un instante, tienen la misma naturaleza, es un juego a matar o morir porque sino qué gracia podría tener. En el medio está todo lo otro, que no va a entrar en ninguna biografía que más o menos valga la pena, sucesos que son la vida cotidiana de alguien cotidiano, como que mañana cesa de llover, sale el sol, volvemos a tomar el bondi y a ocupar algún escalafón en la sociedad que sabe perfectamente interpretar papeles adecuados, medidos a taza de café. Pero esa melodía ya descubrió para quien la sigue escuchando algo más…un exceso de vida que es también la constatación de que el tiempo – como la lluvia – se acaba, se va a acabar, no habrá más nada que una despedida final, y luego el THE END, fundido a negro, el piano con sus últimas notas, y esas ondas expandiéndose en un definitivo gran big bang que podría producir un efecto contrario, un contraefecto de vida, de nuevo, de qué copado que estuvo eso de haber sido estremecido por una voz, un piano, aunque pareciera tan poca cosa una vez escrito. Eso es lo que habría que decir si se tiene la suerte de encontrarse con una epifanía a la vuelta del 554, camino a la piecita de siempre, al encuentro de un vaso de vino tinto, mirar para todos lados por las dudas, llegar y seguir siendo atravesado por una voz que ya no queremos abandonar. Y luego comenzar con la escritura de una improvisación que salga siempre, ¡por favor!, del corazón, corazón como ese órgano que es en verdad lo que una persona tiene de diferencial con el resto de la naturaleza, no la razón o el pensamiento, el corazón como categoría absoluta de expresión, lo que nos una a esa fuerza capaz de superar al resto de las fuerzas, el sentido común fundido en fuego pasional y puesto a practicar su máxima empatía en el medio del caos, el caos de una vida dictada por aparatos y poderes que no vale la pena ponerse a entender…porque para qué si suena esa voz, seguida desde atrás y con toda precisión cálida por ese piano, un dueto que desenmascara lo que nos pasamos la vida intentando ocultar por temor, por vergüenza, por odio, por resentimiento, por poder, por quedar bien, la desnudez de un ser humano saliendo del baño hacia la vereda, mirando gente a los ojos y pensando en que las cosas podrían ser mejores, pero que no vale la pena exponerse, mejor enfriar, mucho mejor protegerse y que cada quien se salve como…imposible terminar una frase muy de mierda escuchando esa voz, ese piano, dos elementos primarios que nos definen como especie, dos artes sublimes que se unen para erradicar la mierda del Sistema, esa mierda que nos tapa la boca, los ojos, los oídos y los corazones, ser descubierto por unos acordes, ser puesto a cero para volver a empezar, volver al inicio de todo, tal vez a ese día donde sentimos algo especial hacia alguien que inventamos especial, como volver a tomar una lapicera en la mano para escribir aquellos versos que lo van a decir todo y para siempre, y que eso quede eternamente tallado, junto con esa voz, con ese piano, y todo lo especial que tengamos para ofrecerle al mundo, en el momento del tiempo que sea… 

****************la música es esa.................todo el tiempo**************con humildad, Juan******************a veces aparecen cosas que son gloriosas****************otras, sigo siendo simplemente el yo que dice Yo*******************

Poética de la esquina

Porque existe una esquina

donde suele citarse la memoria

con la imaginación

 

y las huellas se hunden

hasta pisar, no sé, dudosamente,

la conciencia del tiempo.

(Dudosa geografía urbana, Luis García Montero)

 

Caminar sobre las veredas mojadas, con el riesgo a derrumbe que relata un día gris de invierno, una de esas fechas históricas que elegimos creer para no reventar, fecha que cae a mitad de una semana jodida en el barrio Rivadavia. Y la esquina de siempre, ahora citada por la memoria, como el lugar donde se extiende toda una poética. Una poética que es tan resbaladiza como los cerámicos mojados de las calles de por acá nomás. Requiere de caminantes precavidos, por supuesto. Unos que sepan ir combinando los pasos, poner los pies en orden y a velocidades distintas, olvidarse de la totalidad que plantea la simultaneidad del salto o la carrera. Primero, lentamente, un pie se apoya con firmeza sobre esa materia resbaladiza. Luego, el otro pie se apura en alcanzar la misma posición que el primero, como arrebatándole la sombra. Pero es algo más bien metafórico, porque en un día nublado no existen las sombras, y porque ningún pie tiene intenciones de nada, solamente ofrecer estabilidad, en lo posible. La alquimia se emparenta con la poética de la esquina, que resbala en cada verso y que siempre está a punto de caer. Y en camino de volver a comenzar con esos versos que contaban los productos a abonar, con algún miserable descuento, en la caja registradora del chino de siempre. A lo mejor, una poética que traslade su peso a las góndolas, como para sacarle rédito a un día feriado plenamente perdido en…casi nada, tiempo muerto…mejor dicho, tiempo resbaladizo, el tiempo de una prehistoria que solo ofrece papeles en pésimo estado y muy mal escritos, y unos retratos de personas que no se parecen en nada a esas figuras recreadas en óleo, con rasgos más cercanos a la ciencia ficción, a la fantasía y los deseos de quien manejara el pincel. En eso un prócer muy mediocre puede llegar a tener mayor glamour que alguno otro fundamental, por obra y gracia de un mejor pintor. Unas sabias patillas, una mirada penetrante, una figura esbelta y digna de la estirpe Aquea…y haber sido escrito como un muy mal estratega de una batalla que ya estaba decidida antes de empezar. Después, el poeta divide en versos una hazaña que no existió, y ahí tenés algún himno nacional en ciernes, solo restará que alguien se digne a ponerle la música, todo eso formando parte de la historia, o mejor dicho, formando la historia, hasta que por arte de magia de los habitantes del futuro, por ahí se descubre el fraude y el que era amado pasa a ser odiado mientras sus restos mortales (muy muertos) son exiliados del país…Luego pasan los años, hasta que otros habitantes de otro futuro hacen la interpretación que es debida y recuperan la imagen impactante de aquel prócer mal hadado, y vuelta repatriar sus restos y ese himno que lo inmortalizara…por lo menos hasta que otros habitantes de otro futuro lo vuelvan a ejecutar, y esta vez con intenciones definitivas, sin heroicidad que pueda ser recuperada por historiador revisionista. Nada, el pasado como tierra arrasada, y la esquina que se pregunta por qué seguirá funcionando ese mecanismo tan cruel, y cuánto tiempo más pasará hasta que le toquen a sus veredas el terrible destino…el olvido…cruel huella muy bien cubierta, y que nadie podrá destapar, porque el presente está atado a la proa de lo que vendrá, por temor a verse reflejado en eso que ya no es. Los versos se vuelven cómodamente desoladores, cada vez más vidriosos, difíciles de explicar. Ya nadie quiere que le relaten unos versos, no se necesita de la poesía para nada más que una distracción pasajera que se consuma en unos cuantos caracteres de red social, cualquiera de ellas. ¿Y todos esos versos que se escriben en la esquina, que se escribieron, que se escribirán? Poética de la vereda mojada, caminar con verso firme, prohibido saltar, trabajo arduo para la memoria, no perder todos esos relatos que nos hicieron las personas que somos hoy, no perder esos relatos que hicieron a las personas que tanto deseamos recordar porque ya no podemos tener en frente.  En eso está la esquina, Francia y Garay, lugar donde los versos resbalan y se quedan fijos en un espacio del tiempo, y esperan ser descubiertos cada día de cada semana. La mayoría ni los advierte, pero por suerte hay alguna que otra mirada que se posa sobre ellos, permitiéndoles vivir un poco más, expandirse en el siempre resbaloso escenario literario de la ciudad. Una hazaña sólo reservada para quienes se acercaron al fuego purificador de la poesía, y que con esa epifanía lograron construir ese espacio firme sobre el que poder pisar, tomar impulso y seguir camino. Pero siempre mirando hacia atrás, primero, para afirmar un presente y perfilar esa esquina en el futuro. Poética de la vereda mojada, poética de una esquina del barrio Rivadavia, poética que recomienda parar el espíritu en seco, al menos una vez al día, para recordar esos versos que alguna vez fueron la historia más gloriosa de nuestro suelo. Luego seguir y dejar el legado en esos otros espíritus que, a lo mejor, olvidaron su pertenencia, su identidad, su memoria. La esquina espera, sus versos están ardiendo, esperando por volver a penetrar los corazones de una razón que se quiere dueña de toda la realidad, ese discurso que se construye implacable pero que no deja de generar sombras en los rincones, en las esquinas. Tal vez, los versos sirvan para eso, poner luz donde la pretendida verdad quiso oscuridad perpetua. Repatriar las ideas y los sinsabores de quienes ya pasaron por aquí hacíéndose las mismas preguntas, batallando las mismas batallas. Tal vez hoy tampoco nos toque triunfar, pero la historia la escriben los que tienen las ganas de escribir.


****y como música de fondo no puedo dejar de proponer...

***************************humildemente, Juan*****************************no sé por qué, justo hoy, no se ve el sol en el cielo*************************ahhhhh Billieeeeeeeeeeeeeeee, te amo taaaaaaaanto************


Tengo un baile de marineros en mi cabeza

Eso sería el título o a lo mejor una cita de comienzo, o tal vez el epílogo, o un verso que me quedó haciendo ruido, desde una lectura de ha...