Retiro Villa Crespo


 

En cada rostro una poética desesperada,

historias de insomnios y palpitaciones asesinas,

miles de pasos chocando contra los acantilados

de voces en salina ausencia,

imágenes sugeridas de futuros inmediatos,

accidentes cerebrovasculares,

el deseo de que un hijo juegue como Messi,

ansiedad y antidepresivos con nombres

que suenan peor que la enfermedad,

una noche en soledad de miles

que retratan en instantáneas

el “momento épico”

que les vendieron por ticket online,

un reviente con auxilio inmediato,

la tranquilidad de un baño homeopático

donde no se coge,

salidas señalizadas hacia el pasto

de la plaza que nadie pisa,

a las cosas hay que verlas

¡No se toca!

¡Peligro!

Mejor postear al mejor postor,

universo en paralelo

de las cosas que no se tienen,

se comparten en punto net,

se viralizan fuera de los cuerpos,

ojos que no ven

corazón muerto,

la sobrevida de unas letras

que se van evaporando

con la débil intención

de una lectura,

“Seguro que hoy no le viste la cara a Dios”

Sí muchos carteles invitando

a fiestas imposibles,

Iggy Pop está en una plaza

de Villa Crespo

siempre en cuero,

curtido,

doblado,

tomando un tinto

con otros punks olvidados,

durmiendo y comiendo

en el pulso de una avenida

Juan B injusto

mitad meo / mitad Shopping,

locales con estilo

sin empleados contentos,

las ventas no son

de primer mundo,

se dice que en el próximo show

internacional nos salvamos todos,

eso o esperar al clásico del domingo,

hay más policías que perros

haciendo una parodia

que no se entiende qué cosa es,

en alguna esquina conseguís un buen chori

o un rasta te regala un faso

porque pasan algunas cosas buenas,

pero al anochecer los rostros

se vuelven un despliegue de ojeras,

paréntesis oscuros

de la tierra prometida

que ya no tiene lugar

para estacionar,

ni siquiera fuera

de la hora pico.


******++++++******+:

**********************humildemente, Juan**************aguante Buenos Vampiros loqueeeee*******************

Hablar solo


Supongo que estaba cansado de hablar solo. Y digo supongo porque es un verbo que me suena bien como para empezar a escribir algo. Eso es una decisión arbitraria, caprichosa, nada lógica. Pero lo otro no, lo que viene después es un enunciado preocupante. Se ve que ese personaje se agotó, y en el acto de agotarse comienza a crecer el riesgo de una muy mala decisión, porque cuando alguien está cansado se duerme o se muere. Cualquiera de las dos cosas son lo mismo para el acto de escribir, quiero decir, si acostamos a dormir al escritor da lo mismo que se muera. No me voy a dormir, no por ahora. No me voy a matar, no por ahora. El que se cansa de hablar solo necesita la lectura, para que algo más hable por él y para él, y que sienta esa exclusividad iluminadora, reconfortante. Y ni tanto. El que se cansa de hablar solo necesita con desesperación escribir, para no abrumarse o perder el hilo de aquello que diagnosticamos como realidad. Seguir el hilo es una metáfora de costurero, y automáticamente trae recuerdos que no deberían ser expuestos en ninguna historia. Mi abuela tenía un costurero, mi madre tenía un costurero, yo tengo un costurero. Ninguno de los tres nos llevamos bien con la realidad y la lógica. Aunque sabemos muy bien disimular agujeros en camisas, polleras y pantalones, porque de algo sirven los hilos que te vendían en el bondi hace tiempo. Calculo que todavía hay alguno que sube al 554 y te vende un hilo negro más otro blanco y ese cartoncito con agujas de diverso tamaño y espesor. Sí, hoy me pasó. Tuve la fortuna de comprarme uno de esos cartuchos de agujas para coser, y ya dejé las medias casi como nuevas, o por lo menos con un solo agujero que es el que se utiliza para que pase el pie. ¿Y todas esas otras cosas importantes que sucedieron en el barrio por estos días? Se me permitirá el desvío, el desvarío, estoy casi hablando solo o en la antesala de un soliloquio insoportable. No soy Yo soy Joyce. Escribir o enloquecer, esa es la cuestión. Un perro rompe las pelotas en el patio del monoambiente de al lado. En la esquina del barrio hay otro de esos microbasurales que no sirven para nada. Dos sustantivos compuestas que dudo que aparezcan en el diccionario de uso del español de María Moliner. ¿Por qué será que a la pobre de María no la dejaron entrar a la Real Academia? ¿Para qué carajos querría alguien entrar a una Real Academia? Irreal Academia de escritores debidamente olvidados, lo que sería una institución similar a la del Sargento Pepper y la banda de los corazones solitarios. Esos lugares que son lindos para visitar como artefactos ficcionales. Son tiernos, dan ganas de escribirlos o cantarlos. Realmente nadie quisiera estar en ninguna institución de ese tipo. Aunque la Irreal Academia promete un futuro imposible, sería una suerte de utopía en tiempos donde la utopía es tratada como una mera pérdida de tiempo, porque no se la puede comprar o vender por Merqueado libre o Amazonia. Imposible, la utopía no sirve para apostar en poliuBetano o para convencer a una persona de que la querés demasiado, o demasiado poco como para dejar de leer, y lo siento mucho te prometo que el domingo salimos a caminar por la costa aunque llueva o esté mintiendo. Nada, la utopía es como un texto a la deriva o un poema que sirve para ir nadando hasta una orilla de cordón, de cemento, radicada en la esquina de siempre, Francia y Garay. La porción del universo que completa la experiencia vivenciada por cada uno de los personajes que se me ocurre sacar de su soliloquio para que…¿para qué? Buena pregunta, y calculo que la respuesta sería: para que no me dejen hablando solo a mí. Una búsqueda de piedad y misericordia en otras voces, para un lector que padece esa enfermedad intratable / incurable / insoportable que Antonio Castronuovo explora en su Diccionario del bibliómano, a la que considera un vicio que “al final reclama el rechazo del mundo y la inevitable extinción de aquella llamita comunitaria que se enciende en otros, pero no en el bibliófilo”. Y aquel o aquella que entienda, que arroje el primer libro, y cuidado porque ya he perdido bastantes amistades practicando el arte de robar libros, o lo que es lo mismo, no devolver jamás el ejemplar prestado. Otro defecto del bibliófilo, tanto como olvidar cumpleaños, no acudir a reuniones importantes, no contestar el teléfono – o cualquiera de sus variantes actuales, desde mensajes de texto hasta mensajes de wasap o imeils o posteos en redes sociales -, no prestar atención al cónyuge o pariente o amigue que se tiene en frente. ¿A qué venía todo esto? ¿cómo llegamos hasta acá?........cierto, supongo que estaba cansado de hablar solo.


**********una música de fondo que encontré hace poco y que me sirvió de fondo de escritura:

***************************+humildemente, Juan*****************nos vemos********************la próxima lectura************recortando distancias********

Lourdes (una sinfonía en cuatro movimientos)

 

DEPARTAMENTO (Lourdes, primer movimiento estático)


Más allá de la felicidad

hay un modo de formar sentimientos,

una ficción de consideraciones,

aparatos a tener en cuenta,

instancias de diálogo con los muertos

- con los vivos muertos –

- con los olvidos –

Poner en eje eso que no sucedió así

pero que sucedió

como atender la caída de los ojos

por un acantilado del sur,

pasar frente al departamento

donde nos conocimos

muy a destiempo,

un día de invierno con lluvia,

sin luna, con niebla,

uno de esos tantos días

en los que no nos vimos más.

 

PRODUCTO (Lourdes en el chino, segunda escena)


A veces los productos nos dicen

que la vida es buena,

que simplemente lo hagas

y que mejor desayunar nescuik,

que todo ese romance

no es más que una propaganda

de otro producto,

que otra vez estamos

como al inicio de los días:

todos productos,

el yo producto,

el hacer producto,

el amar producto,

el Dios producto,

el tiempo producto,

el lenguaje producto,

ir desgranando

hasta que no quede

nada por subordinar,

la muerte producto,

el más allá producto,

el infierno producto,

el paraíso producto,

el inicio junto al final

empezando desde este producto.

 

POÉTICA 2025 (o Lourdes bajo el sol, tercer ensamble)


Ya no hay quien respire

ante esa antena,

¿qué haría si apareciera

Ricky Martin en una fiesta

de fin de ciclo?

¿hacia dónde caminaría

esa dulce mañana bajo el sol,

de un no más buen día, día,

con Minneapolis sonando

a oscuridad del pasado,

los vientos del aserradero

de la esquina de siempre,

todo el tiempo por juntar

para poder pagar la luz

o pedir un Uber

sobre los charcos

de las calles noventosas,

movimientos desparejos,

gatos que se mueren

de confiados nomás

en una cámara 4k,

kilos de una pasta

que te liquida

porque la solución estaba ahí:

dejar que las cosas pasen

sin alterar los significados

¡qué pedante!

¡insoportable!

La reconstrucción

del crimen perfecto,

y de ahí el olvido

hacia el retiro

de la mínima

¡el paraíso del lumpen

en el siglo que ya

no lo sabe nombrar!

¿quién necesita la antena?

¿el disyuntor?

Con la clave del wifi

y unas buenas crocs

se pueden interpretar

la cuadra, la tribu,

y todo lo demás,

a lo mejor,

ni hace falta.

 

LOURDES (el movimiento final, continuado)


La culpa.

La molestia.

Esas cosas que fabricamos para cagarnos la vida,

 

un gesto que olvidamos...

o que recordamos haber olvidado

pero ahora,

 

la sensación de que el tiempo

pasó sin darnos chance,

dejando un rastro,

 

el dolor por no resultar

como en la relectura,

siempre mejores,

 

siempre peores

que el reflejo

de ese espejo empañado,

 

el deseo de ser

lo que no somos,

un asesinato de identidad,

 

el rastro que nunca

quisimos dejar,

lo que quedó del olvido,

 

nunca es lo que se dijo,

nunca del todo,

el fantasma del personaje engranado,

 

una cadena de símbolos

que no dejan respirar,

la soga al cuello de los lunes,

 

las frases que encontramos

para encerrar

lo que duele

 

el imposible de una postal

que indique ese día

brillante que no existió.  



*********con algo así sonando de fondo:

**********************************humildemente, Juan************************haciendo todo para este - otro - mundo*****************
{+
+
+**********esto no es acá*+***********++++++


¿Cuánto guarda una palabra de las voces que la dijeron?


“María descubrió que pasar todos los días por los mismos lugares se parecía a releer: lo que una entendía era siempre diferente” (Andrés Neuman, Hasta que empiece a brillar)

 

Esas geniales tardes repetidas de todos los tiempos, que podrían ser uno solo, pero…el sol tibio y cuasi primaveral, el semáforo en rojo de la tormenta que se viene porque Santa Rosa es esa santa epocal que se reproduce en los días finales de la primavera y puede durar muchas semanas. La visita indeseada pero inevitable. Ineludible por eso mismo, porque sucederá aunque no se quiera, como esos recuerdos que a veces llegan, te cagan el día y no se van nunca más. Mejor ponerlos por escrito. ¿Por qué? Para que se queden más firmes, para que la cabeza los vaya borrando, y para que de tanto ver esas palabras que lo conforman, uno pueda empezar a descubrirles cierta luz, como un brillo, eso mismo que sería la epifanía de María Moliner en la novela de Andrés Neuman. La marca, el surco, el descubrimiento de la pasión, que en verdad es una construcción ficcional, un efecto de lectura, un deseo de escritor, un intento de un nuevo texto que trabaja sobre la vida de alguien que se considera única: María. María y su diccionario de uso del español, el más grandioso y divertido según García Márquez, la aventura más impresionante de un escritor, una escritora. Sacarle brillo a las palabras. Leerlas constantemente hasta que ya pierden ese significado tieso que una institución les endosara en el principio de todo, como jugando a ser Dios, porque en el principio fue el verbo, y el verbo era…¿cuál era el verbo? ¿era un verbo? ¿cómo carajos alguien podía saber lo que era un verbo antes de la nada misma? Por qué no mirar a todas esas palabras dando vueltas en lo más profundo del universo, como desprendimientos del big bang, como restos de cosas innombrables que no paran de expandirse y nunca dejarán de moverse. Las palabras tienen vida, movimiento, no son nunca las mismas, aunque haya pretorianos del lenguaje que pretendan sacar fotos y dejarlas allí como presente continuo. Nada de eso, porque un buen día su padre (el de María, digo) se fue a Buenos Aires desde España por trabajo, y en ese inhóspito continente del sur comenzó a enviar cartas a su familia, a sus hijos, a la del medio: María. Y María leyó con tristeza por extrañar al padre, y descubrió intuitivamente que cuando él escribía “chiche” quería decir “juguete”. Entonces las palabras en español eran diferentes en Argentina, entonces las palabras de todos los idiomas y dialectos y sociolectos están vivas, mutan, cambian, se meten nuevas que hacen correrse a las otras y así las sociedades enriquecen la cultura toda, y así las sociedades también se desquician y pueden terminar queriendo reprimir tanta vida. Y así el padre nunca regresó, y así llegó la temporada en el infierno del franquismo, y así la Institución comenzó a querer absorberlo todo, a querer saberlo todo para controlarlo todo. Era necesario liberarse de los yugos con una empresa imposible, improbable para un solo cuerpo. Así nace el diccionario de María, de ella sola. El juego de las palabras infinitas, la búsqueda del brillo, pulir, no restringir. Y ese es el efecto de su obra inmortal, paradójicamente. Hoy bastaría con bucear por algún buscador online desde un celular o laptop o computadora de escritorio para encontrar el significado de x palabra. Y ahí está, aparece, pero no…no aparece en la dimensión que uno desea. Buscar una palabra es sumergirse en la historia para poder comprenderla y proyectarla hacia el futuro. Sumergirse en ese destello de ese significado que fue esculpido con la paciencia y la elocuencia de una poeta. Encontrar poesía en un diccionario, eso solo pasa en el de María Moliner. Podrán decir que es reflejo de una época, inevitablemente. Que carecerá de actualización. Que está limitado a esos dos hermosos tomos que vaya a saber por qué la editorial Gredos imprimió con tapa negra. ¿Negra, de verdad? Uno abre el diccionario en cualquier entrada, cualquier palabra, se pone a leer y el brillo se escapa por todas partes. No sé cómo explicar con exactitud el placer revolucionario con el que leo cada palabra buscada en ese diccionario. Ahí las palabras todavía tienen vida, laten, mueven cosas. Hacer cosas con palabras. Hacer un diccionario que habilite ser leído como literatura, la mejor literatura. Honrar la Historia de la lengua española pero sin quedar anquilosada como un monumento en una plaza que ya nadie visita. Hacer un pedazo de vida sobre papel escrito. Tocar y pasar cada página como si fuera un paseo por las calles del barrio Rivadavia, con la habitualidad de siempre, pero descubriendo algo nuevo y excitante cada vez. En el camino, ir reconociendo una voz y mil voces. Una, la de María y sus interminables luchas quijotescas. Miles, la de cada persona que nos hizo escribir un significado distinto para cada una de esas palabras que nos dijeron. Las mismas, pero  nunca las mismas. Con las personas y los vínculos se construyen diccionarios diferentes todos los días, aventuras de lo más diversas. En eso pensaba un día como hoy, que era casi primavera, que había un sol tibio que parecía el mismo de ayer…pero no, porque hoy el significado se volvió un cachito más allá, un poquito más cerca del que va a ser mi último día de sol tibio de casi primavera. Y eso está bien, es el indicador, ya va siendo hora de que comience a escribir mi propio diccionario, para honrar a mis mil voces, las que me enseñaron todo hasta hoy. La primera, la voz de María, una entrada suya como salida de texto hacia afuera, como  grito liberador: Contestar (acepción usual, pero no incluida en el diccionario de la Real Academia Española). Oponer alguien objeciones o inconvenientes a lo que se le manda o indica: Haz lo que te dicen y no contestes.


*Las citas (incluido el título de este coso y su final) corresponden a la novela de Andrés Neuman sobre la vida de María Moliner: Hasta que empieza a brillar. Como música de fondo se propone:

*********************humildemente, Juan********hoy en tono romántico***************único y verdadero amor: María, solo María y su diccionario****porque escribir un diccionario es recordar******


Tengo un baile de marineros en mi cabeza

Eso sería el título o a lo mejor una cita de comienzo, o tal vez el epílogo, o un verso que me quedó haciendo ruido, desde una lectura de hace un par de días. Una de esas lecturas imposibles de volver a repetir, auténticas. Esas voces que aparecen desde alguna sombra, que sería una vida en este mismo y preciso instante, un fragmento de tiempo en el que todo se cree acabado, masticado, procesado y revuelto por alguna tecnología que marca “la nueva era”. Todo presente es garantía de nueva era, obvio. Todo habitante de ese presente es un murciélago desalmado, un triste pedazo de ceniza mojado por la incesante lluvia de ese fenómeno que ahora se denomina ciclogénesis, y que a lo mejor ya existía de siempre, pero es en este presente donde se comienza a señalar con énfasis especial, con el mismo énfasis que se vuelve a hacer una película de Drácula o con Francella haciendo de muchos francellas, como en esa serie televisiva “familiar” que se llamaba trillizos. Sí, lo mismo, una remake que no funciona a pesar de Caleb y Luc Besson, y una película nacional de esas que se hacen exclusivamente para un “público argentino”, y en la que uno de sus actores más taquilleros explora todos los lugares comunes de la “argentinidad porteña”. Fin, por suerte. Lo bueno de las películas es que terminan, lo malo de la poesía es que te acompaña, te baila en la cabeza, te deja sin aliento en el peor momento de la semana, te invita a la soledad recurrentemente. O eso es lo que me sale interpretar en el hoy de ahora, otra de esas tardes de lluvia en la que algunos descansan tranquilos en lugares secos y calentitos, mientras muchos otros padecen la intemperie y la crueldad de las instituciones de “control”, porque para acumular capital en paz debe haber mucha gente sufriendo el castigo, el famoso equilibrio fiscal que propone esta sociedad bastante de mierda. ¡Hey! Claro que no quiero ser un negativo del orto, porque alguna cosa tiene que estar, más o menos, bien. Alguna cosa deberías inventar, alguna expresión artística copada y solidaria y algo humana, un lenguaje más respirable, unos versos que no sean tan cagada, una poética que se deje de andar mordiendo la cola, mirándose en el espejo de proyectos que tenían como objetivo pasarla bien mientras todo lo demás se iba al carajo. Se va al carajo. Tantas vueltas para terminar preocupados por el futuro del precio del queso rallado. Tanta sangre entre el aceite corroído de la Historia, para ver qué sale más barato, si tomarse un Uber o votar al Turco García en las elecciones de medio término, esas elecciones que son como una cosa en serio pero hasta ahí nomás, como todo lo que estamos dispuestos a jugarnos cada día. Está bien si nos dejamos la salud en un trabajo cualquiera, por dos mangos, en las peores condiciones imaginables. El trabajo es dignidad, y ya se sabe perfectamente, “de la casa al trabajo y del trabajo a la casa”. ¿Y qué si no tengo casa, y me paso la vida en las calles del Rivadavia tomando pegamento? Cierto, no creo que me saludes más ni que me invites a tomar algo, resulta que tengo muchas canas y se me cayeron dos dientes. ”Qué perdido que estás”, me dirías, y sacarías de tu bolsillo un recetario con todos los teléfonos de “profesionales” que estarían dispuestos a ponerme en perfecto “orden”, otra vez hacia el carril adecuado de la vida, listo para ser explotado por el próximo sistema que se actualice…¿será Windows 2026, IA 2027, Mc28, Applemanzan siglo 22?...Tranquilos, no estoy tan loco, solamente es que pasaron muchas cosas este invierno, o pasaron demasiado pocas. Igual nos vamos a morir lo mismo, me decía mi tía de Quequén, mientras mirábamos el puerto abandonado, esos esqueletos oxidados de barcos como restos de tiranosaurio rex: cosas que podemos nombrar pero que nunca vamos a conocer. Como la tarde en que nos miramos seriamente para decirnos ya fue, hasta acá estuvo bien, más adelante el ahora se va a hacer insostenible. ¿Te das cuenta? No, no te quería desanimar justo hoy, que apenas si es martes, pero de verdad que habría que intentar escribir con otras tripas, sangrar con otra sangre, romper las viejas antenas y empezar a construir una herramienta distinta. Son ideas, pero quién le puede hacer caso a unas cuántas palabras que se consumen como un cigarrillo adentro del horno crematorio, ese que de seguro va a ser mi último loft con vista al infierno, uno que no va a estar tan encantador porque eso también ya fue, y lo siento por el Indio y sus feligreses, y de paso les agradezco el viaje. Me bajo por acá, me mojo las patas porque cae agua desde abajo, y de seguro que mañana con el primer pucho se me empieza a cerrar la garganta, pero todavía no es tiempo. O vaya usted a saber. Sí, todavía hay gente que escribe así, que saluda así, que siente que la garganta se obstruye y que la hora señalada ya está ahí, en un ahora que sería el fundido a negro y nos vemos en la próxima remake, tal vez como vampiro medio paródico y muy mal actuado, o como un Francella haciendo de sí mismo, en lo que va a ser su mejor película. Y eso es proyectar, levantar con la pala del presente un montón de mierda para arrojarla hacia el futuro, que tendría la forma del emisario submarino, que nos invitaría a descubrir sus secretos en una expedición hacia lo profundo de ese mar contaminado, donde nos sorprenderíamos viendo las distintas especies de personas que fuimos o podríamos haber sido si la lluvia no estuviese jodiendo. Siempre deseando lo que no se puede coger, porque ahí está la última resistencia. Sigue todo como al principio…. Una vez alguien hizo flotar un pocillo…lo que he visto es todo lo que he encontrado: pero no fue a mí mismo…Los marineros están ahí, todavía.   


*el título es un verso de Carl Rakosi, y las tres frases finales son del también poeta George Oppen. Pertenecieron al grupo de poetas llamados objetivistas, o herederos de Pound, o las dos cosas. A lo mejor les vendría bien esta compañía musical, pero quién sabe:

*********************humildemente, Juan*************por lo menos hasta acá..........***************

No hay fantasma de lo que todavía sobrevive

Estaba pensando en que esas palabras de María Moreno funcionarían muy bien como título de cualquier cosa que se pueda escribir, sin dudas. Tienen un atractivo muy particular. Conforman una frase corta e impecable e incambiable. Perfecta. Pensaba, también, en el barrio Rivadavia y en todos sus escritores y escritoras. Pensaba en esa supervivencia diaria de tantos y tantas, artistas o no. Para cualquiera, el lunes puede ser una oportunidad más que efectiva para terminar de volverse fantasma. Hay fantasma en ese cuerpo que yace baleado por la policía, en un “enfrentamiento”, en “una situación confusa”, en una escena que es gatillo fácil titulen o caratulen como lo hagan quienes escriben con sangre las leyes que nos rigen en esta ciudad. Sí, parece que cada ciudad tiene más o menos su interpretación de lo que la ley debería ser. Se habilita la violencia, en algunos casos. Se condena la violencia, en otros. ¿La diferencia dónde está? Donde se para el poder encargado de interpretar, un panóptico racista, prejuicioso y siempre parcial, marcial, la mirada del asesino institucionalizado. Pensaba en que eso define los futuros de cada pueblo, la mirada de sus instituciones, o la ausencia de la misma…¡por qué existen algunas sí y las otras no? ¿por qué habría tantas o por que tan pocas? Y los veraneantes deseando que pase el invierno para poder llevar sus cuerpos explotados/estresados hacia el próximo infierno vendido como: unas semanas de relax frente al mar. Una semana frente al mar para convertirse en un suicida consumado, en un asesino serial, lo mismo da. Pero llegar a fin de año como sea, como otra institución inventada en algún momento de la historia de nuestra humanidad, la humanidad del siglo veinte y posteriores, la humanidad de las posguerras, de la posbipolaridad, de la posguerra de baja intensidad y bienvenidos a las guerras fragmentadas, que siguen su paso intermitente a la par de cónclaves de presidentes y figurones de la política mundial, que declaran todos los viernes que “sí, ya estamos a un paso de conseguir la paz”, para comenzar una nueva invasión el lunes, un nuevo bombardeo “quirúrgico” con drones, solamente para “alcanzar objetivos específicos”, y que así la guerra vuelva a levantar temperatura mientras la noticia ya empieza a cansar y ya es tiempo de que pienses en tus próximas vacaciones, porque ya fue, no vas a poder cambiar el mundo, olvidate. Mejor, cambiate de ropa y tomate un vuelo de cabotaje hacia una isla que no conoce lo que es una ametralladora, ahí solamente hay casinos, droga y trata de blancas, un “paraíso” para tu máximo relax. Quedate tranquilo, la guerra va a seguir con lo suyo pero en un segundo plano, hay tantas cosas para ver en Youtube, tantos ermitaños haciendo cabañas en el medio de la nada, mostrando el ejemplo de lo que debe ser la humanidad: la mejor forma de funcionar es en la más completa de las soledades, y que por las noches el fuego proteja de todos los males, eso que el mismo fuego sigue reclamando para sí. Una constante propensión al odio y la violencia. Pensaba, también, que hasta los demás sentimientos se terminan volcando al odio y la violencia, como una especie de falsa faz dispuesta a mostrarse en el momento indicado, en el día adecuado de la semana, en el barrio que sea. Tanto amor para volverse un fanático obsesivo de lo amado, y mejor guardate tus sentimientos para quien se puede defender, porque pensaba que yo estoy un poco bastante cagado con todo esto que acontece en el barrio. “¿Querés que le de un roscaso a la mina del patrullero y me lo chorée?” “Esos negros de mierda, los voy a quemar en la primera de cambio, total los tiro en el patio de la comisaría y quién carajos los va a reclamar?” “¿Amor? Esa hija de puta me sacó todo, más vale que no me la cruce” “Ese cornudo hijo de puta me cagó la vida, lo voy a hacer mierda con el abogado más hijo de puta que encuentre?” ¿Y dónde está el amor que fue principio de todo? Estaba pensando que la desviación es el movimiento inevitable de la vida, el más productivo. Algunos afirman que eso es la guerra, lo que haría evolucionar al mundo en alguna dirección. Pensaba, más bien, en el poder de la desviación. En ese camino trazado por vaya a saber quién y para qué, imagino que sus ingenieros trabajan en la sociedad desde que hubo conciencia de la humanidad. Y en su inevitable desviación. ¿La causa? Calculo que la inadecuación, eso de estar en el lugar perfecto del error, en el momento deseado que jamás quisimos que se materializara. Desviación, descubrir, reconocer que no se tenía idea desde el principio, que quien trazó el camino no fue uno, sino alguien más, otro yo espectral  que no se conocía, que actuaba por ósmosis, por costumbre, cayendo en todos los lugares comunes del “buen vivir”, el lado “correcto” de la sociedad de la pospandemia / preguerra nueva en vaya a saber dónde y por qué. Estaba pensando que esa desviación llegó a mi camino, que las decisiones que voy tomando no tienen una raíz lógica, que soy cada vez menos Yo y mucho más mi propio fantasma. Pero todavía no alcanza, porque es lunes y sigo caminando más o menos las mismas cuadras, saludando más o menos a las mismas personas, comiendo más o menos las mismas comidas. En fin, pensaba que todo eso es más o menos lo que se podría definir con el término: sobrevivir…sobrescribir….desviación, tal vez sí que hay un fantasma, y sería justo decir que es quien sobrescribe, por encima de mis palabras, más allá de mi entendimiento, más allá de mi yo que dice Yo, por otro lado que nunca alcanzo a comprender, por un atajo que es el camino hacia el más allá, el único más allá que existe, el de la escritura.    


**********esas otras mil palabras con esta banda sonora:

**********************************humildemente - y sin un mango -, Juan***************************************a girar baby!!!!*********

Las mil palabras

 La verdad es que hoy no sé qué carajos decirte. Supongo que me volví a expresar para el ojete, porque lo que no sé es qué pueda escribirte. Otra operación. Es muy errado lo que expresa esa frase hecha -¿número?- que dice así: “una imagen vale más que mil palabras”. Para que eso sea cercano a la realidad habría que aceptar una operación devaluatoria demasiado grande, insoportable de tantas veces aparecida en el camino de lo que, a esta altura de la Historia, es una nación en constante reinicio. Como eso de no saber bien qué escribir. Un ir y venir, un devaneo, la vuelta al mundo en mil palabras, la llegada a la devaluación de esa imagen que comienza y finaliza cualquier relato en apenas un parpadeo. Ya la viste, la vimos, y no habría más para decir / escribir. Luego eso de la pieza vacía y la venia del guerrero derrotado. Toda una figura que mejor ni describir, ni fotografiar, y mucho menos dibujar. ¿Te conté que una vez dibujé un mamarracho y lo regalé a una –ahora- ex pareja, y que encima le gustó? Esas cosas que no tienen sentido pero que se parecen a ese concepto que ya se me borró de la bola de la lengua…¿cómo era….cómo se escribía? En fin, sobre sentimientos se escribe demasiado, se habla demasiado, hay demasiados especialistas y hay un sin fin de profesionales de la ley, que se jactan de escribir demandas con fundamentos sostenidos en supuestas injusticias que no fueron tales, porque hay que revisar bien eso de que una imagen vale más que mil palabras, puede que una ley de apenas diez caracteres valga más que la dignidad de un ser humano. Sería un punto a favor de la escritura, pero un punto con sabor a nada, un registro de iniciados que imperan sobre la realidad de las personas, algo que la ficción…una sombra del chorro de agua que sale de la canilla, que sería la vida, algún escritor definió de esa forma a la literatura, y que por eso puede seguir proyectándose más allá de la vida del autor. Un rastro, una mancha sobre una pared o el pasto, pero teñida de eternidad, más allá incluso de la interpretación que cada generación de lectores le pudiera llegar a dar, más allá también de la eterna ignorancia, sombra siempre al costado de la Historia, sombra terrible de la literatura, te invoco como para tener una idea de lo que quiero decir hoy, hacer, ahora, escribir. Algo de eso saqué de un fragmento de un libro de María Moreno, eso y lo de Hemingway jactándose frente a un barman de que su escritura tan exacta y perfecta le haría recordar a uno de sus clientes olvidados, nada menos que Fitzgerald. Marche una ronda más y haga anclaje en último y más austero trabajo de María, con las consecuencias del acv en su cuerpo, en su manera de escribir ya nada barroca. La asimetría, la pérdida de la dualidad fundamental de nuestra especie, la dualidad de la escritora que queda reducida de un momento para el otro, y a levantarse asediada por una cultura que aborrece de la debilidad, de esa inaceptable asimetría. Poder mover solo la mitad del cuerpo, poder escribir con esa sola mitad del cuerpo. ¿Dónde carajos reside la escritura? ¿De dónde mierda sale esa pulsión casi natural por ponerse frente a la hoja en blanco para llenarla de símbolos que podrían no tener ningún tipo de sentido? ¿Magia o una asimetría de especie? No tengo idea, pero vuelvo a la escena del bar y del barman y de ese trago que siempre aparece en el momento oportuno que uno mismo se crea, porque ahí radica la ventaja del que se pone a apilar esas mil palabras que no valdrían ni media imagen. Tomo el trago, acodado con dificultad, con esa dificultad que plantean las banquetas altas y con poca superficie para ofrecer comodidad a un culo de más de cuarenta años….¡Era eso! Esta semana me sentí muy viejo, y de eso quería escribir. Será porque enfermé el martes, o porque me fui enterando de que gente muy cercana también enfermó, pero de enfermedades de esas que hay que tratar, que son como maratones hacia el cementerio municipal. Sí, no conozco a nadie que vaya a ser enterrado en un cementerio privado. Enfermedades que son como santas biblias que empiezan sabiendo de lo terrible de la última parte, en el principio era el linfoma, y después el apocalipsis con sus tratamientos destructivos y los cuerpos cayendo frente al azote de los cuatro jinetes que terminan por acodarse en la misma barra, pidiendo algo fuerte para seguir cabalgando mientras los ojos de la humanidad los observa con miedo y furia. El llanto de los jinetes mal interpretados, mi llanto por no poder dejar de sentir esa irreversibilidad temporal, por no poder escribir esa sombra eterna, por apenas ser una gota que se escapa de una manguera mal conectada. Cierto, eso era la escritura para mí, y eso era justamente lo que tenía ganas de escribir…un texto que justificara las mil palabras, que valiera dejar de ver una imagen agotadora y desilusionante, un texto capaz de reproducir la sensación de que hay un sentimiento olvidado que puede llegar a ser recuperado…tal vez leyendo el último libro de María Moreno, tal vez acodándose a la barra y mirando a los ojos de Hemingway, unos ojos que imagino insoportablemente helados, como la punta del iceberg que esconde un universo que en verdad es una cagada, y que en el fondo solo tiene el dolor y la desolación de una noche de invierno, con una petaca de un whiskey malo, muy malo, que no deja otra opción que tomarlo de golpe y sin ganas, como interpretando una vida que apenas pudo acariciar la superficie de una sombra incapaz de proyectarse por el resto de los días….¿qué días? No lo sé, ya te dije que no sé qué carajos voy a decirte.


******Podés volver a contarlas, creo que son justo las que dice el título. La imagen, esta vez no vale. Pero sí una música de ocasión: 

************************humildemente, el yo que dice Yo**********************************************

Retiro Villa Crespo

  En cada rostro una poética desesperada, historias de insomnios y palpitaciones asesinas, miles de pasos chocando contra los acantilados de...