Los ojos
que pareciera que todo lo ven. Pero no. Al menos no tanto. Ni tanto. Ojos de
Diosa sufrida, caída del paraíso desde los días del comienzo, sin memoria para
las cosas buenas, los días al sol en un acantilado, los tobillos acariciados
por la espuma dorada de la playa de la memoria. La Virgen de la sangre lanza
sus rayos enrojecidos sobre un mismo pueblo del dolor, haciendo arrodillar a
quienes se cruzan por su camino, uno lleno de polvo al costado de la ruta, en
la curva donde la oscuridad de la muerte espera engullir sus víctimas de una en
una, hasta que no queda nada más que un desierto de mar, de arena, de polvo, de
estrellas. Una muerte dulce, con sufrimiento misericordioso. Virgen de la
sangre y la misericordia, la miseria mezclada con una resignación fundamental
para atravesar el tan aterrador valle de suspiros, lágrimas, heridas que nunca
van a cerrar, la vida de quienes peregrinan al costado de la ruta, con sus
velas encendidas en el ocaso, mártires de la destrucción cemental*. Caminar
durante meses, años, en busca de esa tierra siempre sugerida o prometida, nunca
realizada o alcanzada, porque el deseo es eso que mantiene encendida la llama,
lo que ilumina un camino que no tiene otro final que cruzarse con esos ojos de
sangre, unos donde verse reflejados hasta morir ahogados por el llanto, unos
ojos insoportablemente densos, sugeridos por algún pintor barroco, nunca
percibidos del todo, porque lo que sobre de significado será el asesino de los
tiempos. Virgen de la sangre que toma en sus brazos a un niño, un no nato
sacrificado al monstruo de la curva oscura, a sus terribles fauces, a su
temible frenada. El niño que señala con sus dedos la bendición de un mundo que
lo rechaza (casi) todos los días, lo ignora algunos, no lo mira siempre. Una
pequeña y deformada cabeza iluminada por el rayo de un estrella muerta, una
mirada que no existió, una piedad de comisario de turno, una familia de
rodillas en un altar que no les devolverá la alegría, una liturgia que es
excusa para no destruir el barrio entero, el mundo completo ahora incompleto,
unas plañideras vestidas de negro porque solo la Virgen de la sangre puede
ponerse los atuendo de colores, puede arrojar miradas enfurecidas, puede
quebrar las rodillas de los poderosos, puede humillar al cielo eterno. Cada
funeral es el fin del mundo. Cada santo una especie de recordatorio, no se
puede entrar al santuario de la vida vestido con hipocresía, la luz solamente
baña a los corderos que son capaces de tirarse a mitad de la ruta en busca de
un verso de fuego, aquellos valientes que desentierran la roca de Sísifo para
cargarla en su nombre. Mártires de las cosas que nunca comprenden, porque ser
mártir es saberse pensado por el infierno, un cuerpo destinado al castigo que
se escapó a tiempo, solo para llegar a donde tenía que estar, la profecía auto
cumplida, huir del peligro del huracán hacia el ojo del mismo, inclinar la
cabeza del camello para que su garganta sea rebanada por el filo de la aguja,
la única manera de entrar a ese estúpido cielo. El niño es abandonado en el
altar, sin bautismo ni comunión, no cabe en ninguna ceremonia, su celebración
es la muerte. La Virgen de la sangre extiende sus brazos, con las palmas de las
manos hacia el cielo, donde aparece la luz que le vino asignada desde su
primera y milagrosa aparición. La plegaria sube hasta el polvo de la ruta,
hasta la curva de la muerte, desde los ojos desollados de quienes se quedaron
huérfanos de llama…
Me cago en
tu fuerza divina,
me lloro en
tus ojos de zorra,
me niego a
saludar a tus santos,
tu Dios es
un psicópata
que nunca
duerme
por las
noches,
que fabrica
mentiras
para poder
convencer al rebaño
de que la
muerte es un descanso
Me cago en
tu espíritu santo,
antiguo
verdugo
de almas
sagradas,
sádico
sediento
de miradas
enrojecidas
por tu llanto hipócrita,
ritos
mundanos
de
corazones medievales
que no
encontraron el camino
Me cago en
tu hijo,
bastardo
sin mares,
cordero
siempre entregado
para hundir
su perdón
sobre los
cuerpos inocentes,
el rebaño
sacrificado
para la
próxima liturgia,
tu fiesta
de egresada
de madre
sin culpas
Me cago en
mí,
el pecador
sin dientes,
el animal
sin sacrificio,
el
destinado a ver
todo el
teatro de males
que se nos
ocurrió
desde que
el verbo
fue primero
amar, sobre
todo temer, y morir…
…Otro de esos días de calor y viento. Otra de esas ceremonias donde uno va a poner su cara de truco. Escuchar esa misa sintiendo los ojos indignados de todos los presentes sobre tu cuerpo. El comisario tiene la culpa, todas las culpas, tiene la piel curtida para soportarla. Pero nadie te regala una escultura, nadie te dedica un rezo, un altar. Es la culpa en su grado cero, antes del Dios, antes de la Virgen de la sangre, antes de la muerte, antes del verbo. En el principio estuvo la comisaría que te tocó en desgracia. Luego sobrevino todo lo demás. El infierno estaba plantado desde su raíz en el comienzo de todo. Y tu cuerpo en el medio. El objeto de sacrificio que nadie quiere rematar. Se necesita de tu cuerpo para que asimile todo ese dolor, toda esa indignación, pero en serio. Nada de ficción, un único culpable por su propia incapacidad, por su historia sin metáfora, por su cercanía a lo más árido de la tierra. Mirar a la cara de la madre, suspirar un “lo siento mucho, estamos trabajando para encontrar al culpable” ¿o era “a los culpables”?, no se acordaba o no importaba, o tal vez ni lo sabía. Había que plantar su cuerpo allí, había que escuchar esos llantos vedados, dirigidos directo a su alma. La voz satánica del cura, los ojos sangrantes de ira de la Virgen. La familia gritando justicia. La venganza a cualquier precio golpeando las puertas del paraíso futuro, una pesadilla pergeñada por la Virgen de la sangre y su glorioso último rezo.
*Cemental: Un término totalmente inventado, que viene a combinar las acepciones de las palabras cemento y semental, para darle más dureza y frialdad al nervio de los mártires y sus muertes. Acá utilizado como adjetivo.
*****y claro, de fondo algo que rime con sangre.....sangre:
*************humildemente, Juan***************a mitad de camino entre historias y otras historias y otras historias y otras historias************************





