Las mil palabras

 La verdad es que hoy no sé qué carajos decirte. Supongo que me volví a expresar para el ojete, porque lo que no sé es qué pueda escribirte. Otra operación. Es muy errado lo que expresa esa frase hecha -¿número?- que dice así: “una imagen vale más que mil palabras”. Para que eso sea cercano a la realidad habría que aceptar una operación devaluatoria demasiado grande, insoportable de tantas veces aparecida en el camino de lo que, a esta altura de la Historia, es una nación en constante reinicio. Como eso de no saber bien qué escribir. Un ir y venir, un devaneo, la vuelta al mundo en mil palabras, la llegada a la devaluación de esa imagen que comienza y finaliza cualquier relato en apenas un parpadeo. Ya la viste, la vimos, y no habría más para decir / escribir. Luego eso de la pieza vacía y la venia del guerrero derrotado. Toda una figura que mejor ni describir, ni fotografiar, y mucho menos dibujar. ¿Te conté que una vez dibujé un mamarracho y lo regalé a una –ahora- ex pareja, y que encima le gustó? Esas cosas que no tienen sentido pero que se parecen a ese concepto que ya se me borró de la bola de la lengua…¿cómo era….cómo se escribía? En fin, sobre sentimientos se escribe demasiado, se habla demasiado, hay demasiados especialistas y hay un sin fin de profesionales de la ley, que se jactan de escribir demandas con fundamentos sostenidos en supuestas injusticias que no fueron tales, porque hay que revisar bien eso de que una imagen vale más que mil palabras, puede que una ley de apenas diez caracteres valga más que la dignidad de un ser humano. Sería un punto a favor de la escritura, pero un punto con sabor a nada, un registro de iniciados que imperan sobre la realidad de las personas, algo que la ficción…una sombra del chorro de agua que sale de la canilla, que sería la vida, algún escritor definió de esa forma a la literatura, y que por eso puede seguir proyectándose más allá de la vida del autor. Un rastro, una mancha sobre una pared o el pasto, pero teñida de eternidad, más allá incluso de la interpretación que cada generación de lectores le pudiera llegar a dar, más allá también de la eterna ignorancia, sombra siempre al costado de la Historia, sombra terrible de la literatura, te invoco como para tener una idea de lo que quiero decir hoy, hacer, ahora, escribir. Algo de eso saqué de un fragmento de un libro de María Moreno, eso y lo de Hemingway jactándose frente a un barman de que su escritura tan exacta y perfecta le haría recordar a uno de sus clientes olvidados, nada menos que Fitzgerald. Marche una ronda más y haga anclaje en último y más austero trabajo de María, con las consecuencias del acv en su cuerpo, en su manera de escribir ya nada barroca. La asimetría, la pérdida de la dualidad fundamental de nuestra especie, la dualidad de la escritora que queda reducida de un momento para el otro, y a levantarse asediada por una cultura que aborrece de la debilidad, de esa inaceptable asimetría. Poder mover solo la mitad del cuerpo, poder escribir con esa sola mitad del cuerpo. ¿Dónde carajos reside la escritura? ¿De dónde mierda sale esa pulsión casi natural por ponerse frente a la hoja en blanco para llenarla de símbolos que podrían no tener ningún tipo de sentido? ¿Magia o una asimetría de especie? No tengo idea, pero vuelvo a la escena del bar y del barman y de ese trago que siempre aparece en el momento oportuno que uno mismo se crea, porque ahí radica la ventaja del que se pone a apilar esas mil palabras que no valdrían ni media imagen. Tomo el trago, acodado con dificultad, con esa dificultad que plantean las banquetas altas y con poca superficie para ofrecer comodidad a un culo de más de cuarenta años….¡Era eso! Esta semana me sentí muy viejo, y de eso quería escribir. Será porque enfermé el martes, o porque me fui enterando de que gente muy cercana también enfermó, pero de enfermedades de esas que hay que tratar, que son como maratones hacia el cementerio municipal. Sí, no conozco a nadie que vaya a ser enterrado en un cementerio privado. Enfermedades que son como santas biblias que empiezan sabiendo de lo terrible de la última parte, en el principio era el linfoma, y después el apocalipsis con sus tratamientos destructivos y los cuerpos cayendo frente al azote de los cuatro jinetes que terminan por acodarse en la misma barra, pidiendo algo fuerte para seguir cabalgando mientras los ojos de la humanidad los observa con miedo y furia. El llanto de los jinetes mal interpretados, mi llanto por no poder dejar de sentir esa irreversibilidad temporal, por no poder escribir esa sombra eterna, por apenas ser una gota que se escapa de una manguera mal conectada. Cierto, eso era la escritura para mí, y eso era justamente lo que tenía ganas de escribir…un texto que justificara las mil palabras, que valiera dejar de ver una imagen agotadora y desilusionante, un texto capaz de reproducir la sensación de que hay un sentimiento olvidado que puede llegar a ser recuperado…tal vez leyendo el último libro de María Moreno, tal vez acodándose a la barra y mirando a los ojos de Hemingway, unos ojos que imagino insoportablemente helados, como la punta del iceberg que esconde un universo que en verdad es una cagada, y que en el fondo solo tiene el dolor y la desolación de una noche de invierno, con una petaca de un whiskey malo, muy malo, que no deja otra opción que tomarlo de golpe y sin ganas, como interpretando una vida que apenas pudo acariciar la superficie de una sombra incapaz de proyectarse por el resto de los días….¿qué días? No lo sé, ya te dije que no sé qué carajos voy a decirte.


******Podés volver a contarlas, creo que son justo las que dice el título. La imagen, esta vez no vale. Pero sí una música de ocasión: 

************************humildemente, el yo que dice Yo**********************************************

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