Tengo un baile de marineros en mi cabeza

Eso sería el título o a lo mejor una cita de comienzo, o tal vez el epílogo, o un verso que me quedó haciendo ruido, desde una lectura de hace un par de días. Una de esas lecturas imposibles de volver a repetir, auténticas. Esas voces que aparecen desde alguna sombra, que sería una vida en este mismo y preciso instante, un fragmento de tiempo en el que todo se cree acabado, masticado, procesado y revuelto por alguna tecnología que marca “la nueva era”. Todo presente es garantía de nueva era, obvio. Todo habitante de ese presente es un murciélago desalmado, un triste pedazo de ceniza mojado por la incesante lluvia de ese fenómeno que ahora se denomina ciclogénesis, y que a lo mejor ya existía de siempre, pero es en este presente donde se comienza a señalar con énfasis especial, con el mismo énfasis que se vuelve a hacer una película de Drácula o con Francella haciendo de muchos francellas, como en esa serie televisiva “familiar” que se llamaba trillizos. Sí, lo mismo, una remake que no funciona a pesar de Caleb y Luc Besson, y una película nacional de esas que se hacen exclusivamente para un “público argentino”, y en la que uno de sus actores más taquilleros explora todos los lugares comunes de la “argentinidad porteña”. Fin, por suerte. Lo bueno de las películas es que terminan, lo malo de la poesía es que te acompaña, te baila en la cabeza, te deja sin aliento en el peor momento de la semana, te invita a la soledad recurrentemente. O eso es lo que me sale interpretar en el hoy de ahora, otra de esas tardes de lluvia en la que algunos descansan tranquilos en lugares secos y calentitos, mientras muchos otros padecen la intemperie y la crueldad de las instituciones de “control”, porque para acumular capital en paz debe haber mucha gente sufriendo el castigo, el famoso equilibrio fiscal que propone esta sociedad bastante de mierda. ¡Hey! Claro que no quiero ser un negativo del orto, porque alguna cosa tiene que estar, más o menos, bien. Alguna cosa deberías inventar, alguna expresión artística copada y solidaria y algo humana, un lenguaje más respirable, unos versos que no sean tan cagada, una poética que se deje de andar mordiendo la cola, mirándose en el espejo de proyectos que tenían como objetivo pasarla bien mientras todo lo demás se iba al carajo. Se va al carajo. Tantas vueltas para terminar preocupados por el futuro del precio del queso rallado. Tanta sangre entre el aceite corroído de la Historia, para ver qué sale más barato, si tomarse un Uber o votar al Turco García en las elecciones de medio término, esas elecciones que son como una cosa en serio pero hasta ahí nomás, como todo lo que estamos dispuestos a jugarnos cada día. Está bien si nos dejamos la salud en un trabajo cualquiera, por dos mangos, en las peores condiciones imaginables. El trabajo es dignidad, y ya se sabe perfectamente, “de la casa al trabajo y del trabajo a la casa”. ¿Y qué si no tengo casa, y me paso la vida en las calles del Rivadavia tomando pegamento? Cierto, no creo que me saludes más ni que me invites a tomar algo, resulta que tengo muchas canas y se me cayeron dos dientes. ”Qué perdido que estás”, me dirías, y sacarías de tu bolsillo un recetario con todos los teléfonos de “profesionales” que estarían dispuestos a ponerme en perfecto “orden”, otra vez hacia el carril adecuado de la vida, listo para ser explotado por el próximo sistema que se actualice…¿será Windows 2026, IA 2027, Mc28, Applemanzan siglo 22?...Tranquilos, no estoy tan loco, solamente es que pasaron muchas cosas este invierno, o pasaron demasiado pocas. Igual nos vamos a morir lo mismo, me decía mi tía de Quequén, mientras mirábamos el puerto abandonado, esos esqueletos oxidados de barcos como restos de tiranosaurio rex: cosas que podemos nombrar pero que nunca vamos a conocer. Como la tarde en que nos miramos seriamente para decirnos ya fue, hasta acá estuvo bien, más adelante el ahora se va a hacer insostenible. ¿Te das cuenta? No, no te quería desanimar justo hoy, que apenas si es martes, pero de verdad que habría que intentar escribir con otras tripas, sangrar con otra sangre, romper las viejas antenas y empezar a construir una herramienta distinta. Son ideas, pero quién le puede hacer caso a unas cuántas palabras que se consumen como un cigarrillo adentro del horno crematorio, ese que de seguro va a ser mi último loft con vista al infierno, uno que no va a estar tan encantador porque eso también ya fue, y lo siento por el Indio y sus feligreses, y de paso les agradezco el viaje. Me bajo por acá, me mojo las patas porque cae agua desde abajo, y de seguro que mañana con el primer pucho se me empieza a cerrar la garganta, pero todavía no es tiempo. O vaya usted a saber. Sí, todavía hay gente que escribe así, que saluda así, que siente que la garganta se obstruye y que la hora señalada ya está ahí, en un ahora que sería el fundido a negro y nos vemos en la próxima remake, tal vez como vampiro medio paródico y muy mal actuado, o como un Francella haciendo de sí mismo, en lo que va a ser su mejor película. Y eso es proyectar, levantar con la pala del presente un montón de mierda para arrojarla hacia el futuro, que tendría la forma del emisario submarino, que nos invitaría a descubrir sus secretos en una expedición hacia lo profundo de ese mar contaminado, donde nos sorprenderíamos viendo las distintas especies de personas que fuimos o podríamos haber sido si la lluvia no estuviese jodiendo. Siempre deseando lo que no se puede coger, porque ahí está la última resistencia. Sigue todo como al principio…. Una vez alguien hizo flotar un pocillo…lo que he visto es todo lo que he encontrado: pero no fue a mí mismo…Los marineros están ahí, todavía.   


*el título es un verso de Carl Rakosi, y las tres frases finales son del también poeta George Oppen. Pertenecieron al grupo de poetas llamados objetivistas, o herederos de Pound, o las dos cosas. A lo mejor les vendría bien esta compañía musical, pero quién sabe:

*********************humildemente, Juan*************por lo menos hasta acá..........***************

No hay fantasma de lo que todavía sobrevive

Estaba pensando en que esas palabras de María Moreno funcionarían muy bien como título de cualquier cosa que se pueda escribir, sin dudas. Tienen un atractivo muy particular. Conforman una frase corta e impecable e incambiable. Perfecta. Pensaba, también, en el barrio Rivadavia y en todos sus escritores y escritoras. Pensaba en esa supervivencia diaria de tantos y tantas, artistas o no. Para cualquiera, el lunes puede ser una oportunidad más que efectiva para terminar de volverse fantasma. Hay fantasma en ese cuerpo que yace baleado por la policía, en un “enfrentamiento”, en “una situación confusa”, en una escena que es gatillo fácil titulen o caratulen como lo hagan quienes escriben con sangre las leyes que nos rigen en esta ciudad. Sí, parece que cada ciudad tiene más o menos su interpretación de lo que la ley debería ser. Se habilita la violencia, en algunos casos. Se condena la violencia, en otros. ¿La diferencia dónde está? Donde se para el poder encargado de interpretar, un panóptico racista, prejuicioso y siempre parcial, marcial, la mirada del asesino institucionalizado. Pensaba en que eso define los futuros de cada pueblo, la mirada de sus instituciones, o la ausencia de la misma…¡por qué existen algunas sí y las otras no? ¿por qué habría tantas o por que tan pocas? Y los veraneantes deseando que pase el invierno para poder llevar sus cuerpos explotados/estresados hacia el próximo infierno vendido como: unas semanas de relax frente al mar. Una semana frente al mar para convertirse en un suicida consumado, en un asesino serial, lo mismo da. Pero llegar a fin de año como sea, como otra institución inventada en algún momento de la historia de nuestra humanidad, la humanidad del siglo veinte y posteriores, la humanidad de las posguerras, de la posbipolaridad, de la posguerra de baja intensidad y bienvenidos a las guerras fragmentadas, que siguen su paso intermitente a la par de cónclaves de presidentes y figurones de la política mundial, que declaran todos los viernes que “sí, ya estamos a un paso de conseguir la paz”, para comenzar una nueva invasión el lunes, un nuevo bombardeo “quirúrgico” con drones, solamente para “alcanzar objetivos específicos”, y que así la guerra vuelva a levantar temperatura mientras la noticia ya empieza a cansar y ya es tiempo de que pienses en tus próximas vacaciones, porque ya fue, no vas a poder cambiar el mundo, olvidate. Mejor, cambiate de ropa y tomate un vuelo de cabotaje hacia una isla que no conoce lo que es una ametralladora, ahí solamente hay casinos, droga y trata de blancas, un “paraíso” para tu máximo relax. Quedate tranquilo, la guerra va a seguir con lo suyo pero en un segundo plano, hay tantas cosas para ver en Youtube, tantos ermitaños haciendo cabañas en el medio de la nada, mostrando el ejemplo de lo que debe ser la humanidad: la mejor forma de funcionar es en la más completa de las soledades, y que por las noches el fuego proteja de todos los males, eso que el mismo fuego sigue reclamando para sí. Una constante propensión al odio y la violencia. Pensaba, también, que hasta los demás sentimientos se terminan volcando al odio y la violencia, como una especie de falsa faz dispuesta a mostrarse en el momento indicado, en el día adecuado de la semana, en el barrio que sea. Tanto amor para volverse un fanático obsesivo de lo amado, y mejor guardate tus sentimientos para quien se puede defender, porque pensaba que yo estoy un poco bastante cagado con todo esto que acontece en el barrio. “¿Querés que le de un roscaso a la mina del patrullero y me lo chorée?” “Esos negros de mierda, los voy a quemar en la primera de cambio, total los tiro en el patio de la comisaría y quién carajos los va a reclamar?” “¿Amor? Esa hija de puta me sacó todo, más vale que no me la cruce” “Ese cornudo hijo de puta me cagó la vida, lo voy a hacer mierda con el abogado más hijo de puta que encuentre?” ¿Y dónde está el amor que fue principio de todo? Estaba pensando que la desviación es el movimiento inevitable de la vida, el más productivo. Algunos afirman que eso es la guerra, lo que haría evolucionar al mundo en alguna dirección. Pensaba, más bien, en el poder de la desviación. En ese camino trazado por vaya a saber quién y para qué, imagino que sus ingenieros trabajan en la sociedad desde que hubo conciencia de la humanidad. Y en su inevitable desviación. ¿La causa? Calculo que la inadecuación, eso de estar en el lugar perfecto del error, en el momento deseado que jamás quisimos que se materializara. Desviación, descubrir, reconocer que no se tenía idea desde el principio, que quien trazó el camino no fue uno, sino alguien más, otro yo espectral  que no se conocía, que actuaba por ósmosis, por costumbre, cayendo en todos los lugares comunes del “buen vivir”, el lado “correcto” de la sociedad de la pospandemia / preguerra nueva en vaya a saber dónde y por qué. Estaba pensando que esa desviación llegó a mi camino, que las decisiones que voy tomando no tienen una raíz lógica, que soy cada vez menos Yo y mucho más mi propio fantasma. Pero todavía no alcanza, porque es lunes y sigo caminando más o menos las mismas cuadras, saludando más o menos a las mismas personas, comiendo más o menos las mismas comidas. En fin, pensaba que todo eso es más o menos lo que se podría definir con el término: sobrevivir…sobrescribir….desviación, tal vez sí que hay un fantasma, y sería justo decir que es quien sobrescribe, por encima de mis palabras, más allá de mi entendimiento, más allá de mi yo que dice Yo, por otro lado que nunca alcanzo a comprender, por un atajo que es el camino hacia el más allá, el único más allá que existe, el de la escritura.    


**********esas otras mil palabras con esta banda sonora:

**********************************humildemente - y sin un mango -, Juan***************************************a girar baby!!!!*********

Las mil palabras

 La verdad es que hoy no sé qué carajos decirte. Supongo que me volví a expresar para el ojete, porque lo que no sé es qué pueda escribirte. Otra operación. Es muy errado lo que expresa esa frase hecha -¿número?- que dice así: “una imagen vale más que mil palabras”. Para que eso sea cercano a la realidad habría que aceptar una operación devaluatoria demasiado grande, insoportable de tantas veces aparecida en el camino de lo que, a esta altura de la Historia, es una nación en constante reinicio. Como eso de no saber bien qué escribir. Un ir y venir, un devaneo, la vuelta al mundo en mil palabras, la llegada a la devaluación de esa imagen que comienza y finaliza cualquier relato en apenas un parpadeo. Ya la viste, la vimos, y no habría más para decir / escribir. Luego eso de la pieza vacía y la venia del guerrero derrotado. Toda una figura que mejor ni describir, ni fotografiar, y mucho menos dibujar. ¿Te conté que una vez dibujé un mamarracho y lo regalé a una –ahora- ex pareja, y que encima le gustó? Esas cosas que no tienen sentido pero que se parecen a ese concepto que ya se me borró de la bola de la lengua…¿cómo era….cómo se escribía? En fin, sobre sentimientos se escribe demasiado, se habla demasiado, hay demasiados especialistas y hay un sin fin de profesionales de la ley, que se jactan de escribir demandas con fundamentos sostenidos en supuestas injusticias que no fueron tales, porque hay que revisar bien eso de que una imagen vale más que mil palabras, puede que una ley de apenas diez caracteres valga más que la dignidad de un ser humano. Sería un punto a favor de la escritura, pero un punto con sabor a nada, un registro de iniciados que imperan sobre la realidad de las personas, algo que la ficción…una sombra del chorro de agua que sale de la canilla, que sería la vida, algún escritor definió de esa forma a la literatura, y que por eso puede seguir proyectándose más allá de la vida del autor. Un rastro, una mancha sobre una pared o el pasto, pero teñida de eternidad, más allá incluso de la interpretación que cada generación de lectores le pudiera llegar a dar, más allá también de la eterna ignorancia, sombra siempre al costado de la Historia, sombra terrible de la literatura, te invoco como para tener una idea de lo que quiero decir hoy, hacer, ahora, escribir. Algo de eso saqué de un fragmento de un libro de María Moreno, eso y lo de Hemingway jactándose frente a un barman de que su escritura tan exacta y perfecta le haría recordar a uno de sus clientes olvidados, nada menos que Fitzgerald. Marche una ronda más y haga anclaje en último y más austero trabajo de María, con las consecuencias del acv en su cuerpo, en su manera de escribir ya nada barroca. La asimetría, la pérdida de la dualidad fundamental de nuestra especie, la dualidad de la escritora que queda reducida de un momento para el otro, y a levantarse asediada por una cultura que aborrece de la debilidad, de esa inaceptable asimetría. Poder mover solo la mitad del cuerpo, poder escribir con esa sola mitad del cuerpo. ¿Dónde carajos reside la escritura? ¿De dónde mierda sale esa pulsión casi natural por ponerse frente a la hoja en blanco para llenarla de símbolos que podrían no tener ningún tipo de sentido? ¿Magia o una asimetría de especie? No tengo idea, pero vuelvo a la escena del bar y del barman y de ese trago que siempre aparece en el momento oportuno que uno mismo se crea, porque ahí radica la ventaja del que se pone a apilar esas mil palabras que no valdrían ni media imagen. Tomo el trago, acodado con dificultad, con esa dificultad que plantean las banquetas altas y con poca superficie para ofrecer comodidad a un culo de más de cuarenta años….¡Era eso! Esta semana me sentí muy viejo, y de eso quería escribir. Será porque enfermé el martes, o porque me fui enterando de que gente muy cercana también enfermó, pero de enfermedades de esas que hay que tratar, que son como maratones hacia el cementerio municipal. Sí, no conozco a nadie que vaya a ser enterrado en un cementerio privado. Enfermedades que son como santas biblias que empiezan sabiendo de lo terrible de la última parte, en el principio era el linfoma, y después el apocalipsis con sus tratamientos destructivos y los cuerpos cayendo frente al azote de los cuatro jinetes que terminan por acodarse en la misma barra, pidiendo algo fuerte para seguir cabalgando mientras los ojos de la humanidad los observa con miedo y furia. El llanto de los jinetes mal interpretados, mi llanto por no poder dejar de sentir esa irreversibilidad temporal, por no poder escribir esa sombra eterna, por apenas ser una gota que se escapa de una manguera mal conectada. Cierto, eso era la escritura para mí, y eso era justamente lo que tenía ganas de escribir…un texto que justificara las mil palabras, que valiera dejar de ver una imagen agotadora y desilusionante, un texto capaz de reproducir la sensación de que hay un sentimiento olvidado que puede llegar a ser recuperado…tal vez leyendo el último libro de María Moreno, tal vez acodándose a la barra y mirando a los ojos de Hemingway, unos ojos que imagino insoportablemente helados, como la punta del iceberg que esconde un universo que en verdad es una cagada, y que en el fondo solo tiene el dolor y la desolación de una noche de invierno, con una petaca de un whiskey malo, muy malo, que no deja otra opción que tomarlo de golpe y sin ganas, como interpretando una vida que apenas pudo acariciar la superficie de una sombra incapaz de proyectarse por el resto de los días….¿qué días? No lo sé, ya te dije que no sé qué carajos voy a decirte.


******Podés volver a contarlas, creo que son justo las que dice el título. La imagen, esta vez no vale. Pero sí una música de ocasión: 

************************humildemente, el yo que dice Yo**********************************************

Tengo un baile de marineros en mi cabeza

Eso sería el título o a lo mejor una cita de comienzo, o tal vez el epílogo, o un verso que me quedó haciendo ruido, desde una lectura de ha...