Saltar,
pasar en zigzag. Supongamos que un príncipe Persa cierra los ojos mientras le
cae una bomba en el medio de la cabeza, y todo estalla en mil pedazos a su alrededor,
y todos los mundos se unen para habitarlo por única vez antes de lo que sería
el apocalipsis, o su apocalipsis, el abandono…Abre los ojos y está en un día
soleado, en un campo soñado, en un momento de soledad y alegría. Un solo y
único momento, que es todo a lo que puede aspirar cualquier príncipe o cualquier
habitante del barrio Rivadavia…Y ahora el día es gris y cae una especie de agua
congelada, que poco tiene que ver con la nieve, pero ustedes lo saben mejor que
yo: el verdadero poder están en nombrar las cosas antes que los demás, y el
vino que tanto le gusta está casi regalado en el chino de Jara, entonces poco
le importa mojarse la ropa y el cuerpo y las zapatillas de lona, porque el vino
es uno de esos instantes que vale la pena señalar en los highlights de la vida,
y creo que es lunes pero a la vida ¿qué carajos le importa?...Su ciudad es ruina
sobre ruina, primero en singular, después en un plural insoportable, pero sobre
los escombros y la sangre se puede seguir como si nada, ya sabemos muy bien que
el cuerpo humano se adapta a cualquier cosa, que el cerebro humano puede
asimilar los golpes, que el sentimiento se bloquea, se puede ser el príncipe
más congelado de la historia, todo para sobrevivir un rato más, todo para
seguir paseando entre casas destruidas como un gato en busca de alguna cosa que
huela parecido a lo familiar…Ojos que no alcanzan a captar toda esa escena
bucólica, pintada por sonetos de Lope de Vega, “como por competir con tu
horizonte el oro se vuelve etc, etc, etc”…Ojos que no alcanzan a ver si el
colectivo que se acerca es el 554, y ojalá que sí porque el príncipe necesita
llegar a destino antes de las doce de la noche, porque sino ese bondi no pasa
más hasta las primeras horas de la madrugada, y qué problema sería quedarse
varado a esa altura de Jara con el vino en una bolsa y el frío tomando la
escena…Ojos que comienzan a adaptarse al horror de los cuerpos aplastados por
vigas que parecían invencibles, pedazos de mampostería que costó tanto
conseguir, horas buscando precio charlando con el albañil regateando riendo con
amigos que van a dar una mano, unas manos, todas esas partes de cuerpos sobre
escombros debajo de escombros, ojos que mejor no ven, corazón destazado…Tanto
calor que da el sol en esta época del año, pero solo cuando tiene ganas, entonces
el príncipe se queda en cuero y comienza a broncearse en invierno, parece la
situación ideal que soñó aquella mañana en la que todavía descansaba en los
brazos de su madre, llora de alegría por el recuerdo, por los rayos cálidos del
sol en su carne, porque sabe que los momentos de felicidad son escasos y duran
apenas un…Uber, un Uber le salvaría la vida en la fría noche del barrio
Rivadavia, llegaría más rápido a tomar ese vino, que sería como una suerte de
recuerdo del banquete más impresionante de todos los tiempos, pero no queda
carga en el celular, como tampoco queda pilar con foco que ilumine alguna de
las cuadras que se pierden en las sombras de la noche, y entonces mejor empezar
a caminar, abrir el vino y llenar el tanque, que las calles se vayan amigando
con el alma del príncipe olvidado en Jara a la altura de...Una esquina que ya
no existe tampoco, duerme arrinconada entre los restos del bombardeo de turno,
para tranquilidad de aquellos que nunca la van a conocer, una esquina de un
reino profanado, humillado, una esquina de un barrio que puede ser cualquiera
pero que es el mejor y que por eso lo tenían que destruir, el que destruye es
el impotente, el que destruye es el que muere entre sus propias ruinas…De un
sol que se va haciendo atardecer en el firmamento, Febo que deja de asomar para
irse callando tras las sierras, desde donde vienen bajando un par de ovejas, unos
caballos, un lugar sagrado como solo puede ser sagrado el momento de la
contemplación, la calma, la claridad de un cielo que parece atrapar todas las
historias, la historia, la de este príncipe Persa…Que ahora yace en la esquina
de Francia y Garay, porque no dio más del frío, no quedó más de la botella, el
vino fue el último festín del día antes de darse cuenta de que no iba a llegar,
porque es imposible llegar a ningún lado, no somos de acá, somos indios latinos
persas mersas clandestinos olvidados castigados humillados acabados lamentados
en soledad…Esa soledad incansable que viaja a bordo de aviones que disparan sus
turistas que son la peor de las bombas que se podría haber inventado, y caen
sobre las historias haciéndolas pedazos, destrozando identidades, uniformando
sentimientos, regateando y comprando con monedas virtuales, porque ni eso queda,
ni el brillo del oro en la mano de un personaje, que mira a la cara del príncipe
para invitarle un trago más, el último de la noche, ¿será ese vino perfecto del
barrio Rivadavia en la mesa de un castillo de Persia, entre fuentes de plata y
copas de oro, al final de un día en el que el dios del sol regaló las mejores
postales a quienes se dignaron a contemplar el reino en su inmensidad, a
quienes se animaron a soñar esas historias que salvan, esas historias que
encuentran personas y sus cosas y las ponen a cambiar de lugar, a jugar de
lugar, a compartir todo lo que olvidamos en el día, y que actualizamos con la
lectura reparadora, la de los saltos y el zigzag, la de la estampa bucólica, la
del bombardeo, la de la esquina del barrio Rivadavia, la historia de un
príncipe abandonado?
********************que la música siga haciendo lo que la realidad no puede:
*******************************humildemente, Juan**************la mezcla nos enriquece****************poética zigzaguera**************