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Morir de la poesía

 


 Y acá empieza una serie de versos y termina todo,

porque una tarde de otoño,

y no puedo mentir con esto,

me convocaste repitiendo

esa palabra destinada al fracaso

 

Me convocaste y desde entonces

que no como ni duermo nada,

me siento enfermo

y muy preparado

para que me abandones por última vez

 

Admito mi parte de culpa

y no lo puedo evitar,

vos tampoco,

congelame para siempre

así puedo seguir

 

Viviendo de vos…

Muriendo de vos…

 

 

Y en este intermedio Roberto Bolaño me remata contra el paredón, un jueves a la noche, en la vereda de siempre, del siempre barrio Rivadavia, de la siempre Mar del Plata:

“Ahora la desconocida vuelve a desaparecer. De nuevo adoptas la apariencia de la soledad”

 

Mi mirada está distorsionada, mucho,

pero no tengo el talento;

el verdadero miedo es caer en la locura

y que nada sea intenso,

volverme loco gratuitamente,

sin que mi pasión signifique algo

 

Las hormigas pasan brillando,

las veo y no las puedo seguir,

me quedo opaco en un costado

y no hay redención posible

 

Siento que mi pecho colapsa,

mis manos son dos rocas,

la garganta es amianto,

los testículos, tomates podridos

 

Nada de lo que diga podrá

ser usado en mi contra

porque nada de lo que diga

será usado por nadie, nunca

 

Hay un solo cuerpo

con demasiadas cicatrices,

hay ojos que arden de rabia

por vivir lo que no querían

 

Un lobo del mar camina por el puerto

y nadie lo extraña…

Alguien le tira un pescado,

él come llorando,

vuelve la noche,

descansa en el mar.

 

Una charla por el norte…

Escucho el quejido de un motor helado por la noche, frente a un mar congestionado. Dos mariposas grises cruzan el pluvial, perdieron el rumbo, las engañó el reflejo de la luna sobre las bolsas amarillas que flotan en el agua estancada.

Espero que deje de agonizar el otoño, pero que no muera. Todavía le quedan noches por aniquilar. Dos personas fuman porro en la parada del 55. Es tarde, casi nada flota sobre las anaranjadas olas asfálticas de la avenida Camet:

-          ¿Sabías que Camet fue intendente de la ciudad?

-          ¿Posta? ¿Camet era un tipo de verdad?

-          Y yo qué sé, supongo. Pasame el faso.

Hace algo de frío, dos abismos se disputan la inmensidad del futuro.

 

El siguiente es un fragmento del poema que le escribió Silvina Ocampo a su hermana fallecida, Victoria. Siempre tuvieron una relación compleja, al parecer. ¿Pero qué relación no es compleja? ¿Qué relación merece terminar en unos versos?

“Tengo los cajones llenos de cartas

que nunca te mandé.

Pero ahora como un castigo

de no haberte mandado

las que podía mandarte

no encontré tu dirección…

No la encontré en ninguna parte.

Te digo la verdad.

Y me contestarías:

-          Como siempre…

Pero esta vez, dios mío,

no me ofendería.

No tengo tu dirección ahora tampoco”.

 

Ahora que miro el techo del baño, porque

es necesario mirar ese techo mohoso

y tomarse un respiro,

toneladas de aire impulsado desde el río aéreo

del Amazonas.

Cientos de partículas subatómicas expandiéndose

dentro de un cuerpo que tiene que estar dispuesto,

darle espacio a su nuevo estado,

recibir lo dado y hacer energía con lo que se tenga

y ya…

Debo intentar algo parecido, pero es difícil.

A veces, muy de vez en cuando,

siento el corazón y lo pulmones

muy cerca de la boca,

queriéndose salir del cuerpo,

no lo puedo controlar.

Estoy paralizado y no me salen las palabras,

camino ciego y descalzo hacia un pozo

del que no voy a salir más.

Y lo sé, lo sé muy bien,

perdón especie,

Homo erectus,

no voy a evitarlo,

ya no quiero respirar hacia el techo

 

Caigo profundo, vuelo mirando hacia arriba…

moho

- sonido de un cuerpo rebotando en la nada -

 

 

Te ves como yo, en el reflejo. Como nos describe Bolaño: “Una estatua que a veces sueña con volver a encontrar / el amor en una hora inesperada y terrible”

 

Última noche…

Una noche más y me voy, sí,

no te preocupes ni cocines el estofado,

pido eso y solo eso, una noche más,

con sus fuertes vientos, sus envidias,

su cara lavada,

con ese sabor a caldo viejo,

su gusto a mar de puerto

y su vida de vagón abandonado

 

Un pueblo semi vacío donde

se escuchan los renacuajos

y sus disquisiciones,

la pisada de un puestero,

una huella en la luna del llano

 

El horizonte perdido, una noche más pido,

el rocío que flota, se hunde

en el laberinto de yuyos,

los gritos de dos amantes acabando,

la vida equivocada de un fantasma

caminando hacia la colina

 

Eso te pido y me voy, de verdad,

una última noche,

- La tableta para los mosquitos

consumiéndose hasta el final,

como la vela de fin de año –

en tu habitación.

 

“Epílogo y moraleja: morir es más importante que leer, pero dura mucho menos” (este último verso pertenece a Roberto Bolaño y, también, al final de este texto)

 

*Todo lo que, seguramente, se pueda disfrutar mucho mejor con una música de fondo adecuada:

************************Humildemente, Juan, desde el mismo mundo que el tuyo. Nos encontramos por ahí, cuando quieras****************************

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