Jugar



Una pequeña aclaración, para que no piensen que hablo en broma. Todas las ideas que se emiten sobre estos temas se basan en un supuesto nefasto, que es el de la importancia de la literatura. No creo que la literatura tenga ninguna importancia en la vida de la sociedad. Es el juego de una muy minúscula minoría, como la de los filatelistas o los ajedrecistas, por la cual la sociedad no se preocupa ni poco ni mucho, y lo bien que hace. Que entre nosotros los escritores haya quienes crean estar cumpliendo vitales funciones sociales es apenas una fantasía más en nuestro sistema de sueños; lo que encuentro lamentable es que esa fantasía llegue a anonadar a las demás con su mirada de Medusa, y provoque la interrupción del juego 

                                                                      (César Aira, "La ola que lee")


Hace varios años atrás, en plena temporada de (ex)normalidad leí en algún recoveco inter-net-galáctico, una frase que me pareció bastante boluda: “la literatura es jarana”. No me gusta la palabra jarana – que para mi guía espiritual María Moliner significa: Reunión de gente que se divierte bulliciosamente/ Acción de pasar cierto tiempo divirtiéndose ruidosamente en un sitio o yendo de uno en otro-. No tengo argumentos sólidos, simplemente me molesta el sonido de tantas “a”, que parecen hacer sapito en el lago de las palabras que nunca quisiera usar. La propuesta tampoco me atraía demasiado en aquel entonces, el entonces previo al covid y su legión de muertes y contagios y desigualdades acentuadas. La literatura parecía ser tomada como cosa poco seria, muy poco importante, muy practicada por gente muy poco preparada para futuras debacles, porque más importante sería cualquier otra cosa. "Es más, pelotudo, mejor sería que escribas sobre la pelota de fútbol y sus derivados, vas a ver que a lo mejor con eso hacés algo de guita" – que luego devendría en criptomonedas, y que vaya a saber en qué terminará representándose -, "ponete las pilas, dejá de jaranear". ¿Jaranear? Si para mí la escritura era compromiso y Sartre hablando a l@s obrer@s de una fábrica en el tercer mundo y bla bla bla…Parelelamente, César Aira, en su ola maverick de escritura, defendía esa frase sin que yo lo supiera. Ahora, post pandemia, post moneda, post escritura, post lectura, post humanidad, me siento en la vereda de siempre, del mismo barrio Rivadavia de siempre, en la misma ciudad de Batán de siempre, a tomar un café para poder sobrevivir, y a leer ese artículo ochentoso en el que Aira deja en claro que lo lindo de la literatura es que se pueda seguir con ese juego encriptado, que importa a tan pocas personas, y que eso está bien y es una suerte de tesoro, de logia sagrada que defienden quienes piensan que la vida se puede ir en eso. Y claro, es verdad, puede que sea una hipérbole equivocada, la del lect@r/escritor@ que piensa en la literatura como algo trascendental, capaz de cambiar al mundo y al universo. Ahora lo veo un poco más desde ese punto de vista, porque la nueva realidad se reinterpreta como un sálvese quien pueda y consiga la vacuna que contenga todas las cepas de virus mortal, que se están gestando ahora. Es más fácil, en este momento y con este frío ojete, estar preocupad@ por todo lo que parece más importante que la literatura: todo lo que no es la literatura. Sin embargo, qué lindo que es sentarse a jugar ese juego, mover un par de piezas y ver que se puede elaborar una jugada medio sofisticada, disfrutable. Estar un poco cerca de ese fuego, cuidando siempre de no morir quemado, porque mañana hay que laburar, porque el mundo exige otras preocupaciones, porque l@s escritor@s no son inmunes a la muerte. ¡Qué cagada! Ni siquiera ese consuelo. El café ya se enfrió porque el último destello de sol se escondió allá por la 226, detrás de alguna sierra, y no deberíamos viajar tan lejos en tiempos de crisis sanitaria, como tampoco deberíamos perdernos en divagues que sirven tan poco al mundo productivo, al pago de la deuda externa, a engrosar el PBI y a fabricar celulares inteligentes... Jarana, me suena un poco más linda, digo, esa palabra. Estaba equivocado, como casi siempre. Lo raro es que alguna vez creí que no. Alguna vez pensé que nada iba a pasarme. ¿Qué es esa vaga ilusión de inmortalidad que nos regala la vida por tan poco tiempo? ¿Será la literatura? Jarana. Una joda ruidosa. Un chiste sobredimensionado, porque no sirve para salvarle la vida a nadie. Ojo, con suerte y bien direccionada, la literatura le puede salvar el bolsillo a un puñado de personas, pero más vale que se acostumbren a decir pelotudeces en los medios de (in)comunicación y en las universidades de yanquilandia, porque ahí está la guita. Y con la guita se compran las cosas que sí son necesarias, y sobre todo las que no, porque dando la vuelta uno puede descubrir que lo que empezó como jarana, es factible de transformarse en otra cosa más importante, la más importante de todas. La literatura.


*Y con esto queda apenas una inquietud y la tristeza que genera no poder leer nunca más nuevas cosas de Juan Forn. El juego se va tornando cada vez más cruel y descorazonado...Y, a veces, yo solo quiero jugar:

*******************************Se fue el amor, llegó el invierno: humildemente, Juan*************************Dando vueltas en el aire************

Regreso de una noche glacial y un suicidio frustrado

 


Estas últimas noches - en la ciudad de los balnearios privados y los alfajores transgénicos - fueron diseñadas para morir de frío. Por eso, como si fuese una suerte de recordatorio humanitario, desde la Municipalidad llaman a que tod@s l@s personas que estén en situación de calle se acerquen a pasar la noche en los centros destinados a eso, que vaya a saber si sean de verdad y si – más de verdad- estén equipados adecuadamente. Como fuere, deseo que sí  y que nadie tenga sufrir una noche a la intemperie con temperaturas de la Antártida, sin poder llevarse nada al estómago, como doble castigo. En el caso mío, aprovecho estas noches para poner a prueba mi capacidad de supervivencia, chequeo si mi instinto suicida está controlado y si la cerveza todavía la pongo en la heladera. Además, todo se acompaña con una lectura. En estos días, me quedó dando vueltas esa frase de Gombrowicz, que utilizo de título. En sus anotaciones súper personales, reunidas en Kronos (ed. Cuenco de Plata), abundan las enfermedades y los finales de vínculos, o por lo menos es lo que más rastreo. Como una suerte de compresión final de la vida de un escritor – o de cualquier otra cosa – se nota que la preocupación por la salud va creciendo conforme pasan los años, pasando a ocupar la primera escena. A lo mejor, hace unos años me podría haber identificado con el Gombro que llega de Polonia – casi de ojote – a Buenos Aires, y se pierde en el laberinto salvaje de Constitución o en las oscuras y prometedoras plazas nocturnas, donde abundan los encuentros sexuales. Pero ahora, con este tiempo congelado, con este virus insistidor e invencible, leyendo paralelamente Soy la peste de Saccomanno que empieza así: “Estaba empezando el invierno de mis dieciséis años y se venía la nieve cuando el mal atacó el quilombo”; me doy cuenta que mi propio Kronos también se fue achicando. Inevitablemente, no paro de pensar en mi estado de salud y en el poco tiempo que me queda para hacer vaya a saber qué cosa, y en eso de que no hay demasiado margen para construir nuevos vínculos, y que más vale acopiar y cuidar lo que bastante costó construir hasta acá, y cosas por el estilo. Está clara la degradación del cuerpo, siempre acechado por cuestiones que antes eran un desafío. ¿Será kronos, será el virus, será la lectura? Todavía adulto joven, soy consciente de que todo eso suena a hiperbólica exageración. Pero cuando me levanto con dolor intenso de garganta y estornudo un par de veces, no puedo evitar pensar en que podría estar transcurriendo mis últimas horas. ¿Cómo encarar un día así? En primer lugar, siempre me enfoco en lo que voy a escribir, porque la escritura me da otro espacio, otro cuerpo. No siempre funciona, entonces salgo hacia la lectura, otros espacios, otros cuerpos. Pero claro, en esta selección semanal me encuentro asediado por textos desesperados, realizados por escritores en vías de extinción, por cuerpos en degradación, caídos al Olimpo donde reina el único y verdadero Dios, el Tiempo, que lanza sus rayos mortales que alcanzan a tod@s. Y eso, también, es reparador. En eso, a lo mejor, me vuelvo un poco borgeano, y que mejor ni intentar la inmortalidad, porque sería un soberano embole. Entonces larga vida a Kronos, corta vida a nosotr@s. Más alejado de todo eso, confieso, suelo escaparme hacia alguna novela ligera dibujada y pensada por algún mangaka japonés. En la de este último tiempo, sigo los enredos de un joven universitario virgen que comienza una relación con una novia de alquiler, que son algo así como acompañantes en lugares públicos para perdedor@s desdeperad@s. Obvio que la trama se complica cuando el vínculo se vuelve cada vez más estrecho y las barreras del contrato comienzan a flaquear. En fin, esas cosas que el Tiempo me niega, y que la ficción me devuelve. Porque está lindo perderse en las pavadas que un joven enredado puede sostener a lo largo de más de ciento cincuenta capítulos. Pero lo más estimulante, tal vez, sea la cantidad de comentarios de lector@s del manga, indignad@s cada semana por el no avance de la trama, que en verdad es un no avance en el sentido que sus ansiosas hormonas desean. Todo lo que el Tiempo va aplacando. Yo, mucho más viejo que el promedio de edades de lectores de manga, apenas un viejo otaku de ocasión, voy deseando lo contrario, que el arco argumental no avance, se siga tomando desvíos. Por eso celebré el último capítulo, en el que la novia de alquiler esquiva la confesión del joven Kazuya, encerrándose en el baño y reflexionando de manera acertadísima que no es ese el momento, no todavía, Kronos les tiene preparado unos cuantos enredos más. Yo descuento los días y prometo disfrutarlos, no me queda mayor consuelo.  ¿Habrá sido esto un ejercicio de catarsis propuesto por un falso suicida? Otra vez llueve y el frío parece más crudo, como si todavía tuviese un nivel más agudo de congelamiento disponible. La cerveza natural parece sacada de un freezer del Polo Norte. El horizonte del barrio es una gran nube negra cargada de eso inexistente que llaman aguanieve, y que no es más que agua muy fría. A lo mejor, mañana arranca la temporada de anunciantes de noticias del año pasado, tratando de adivinar cuándo y dónde puede llegar a caer medio copo de nieve de verdad. Esta vez, acordate, van a invitarnos a que mandemos una foto para publicar en alguna de sus redes sociales, porque están convencidos de que eso es innovador, y no es más que contar la misma noticia del año pasado por otra vía. El Tiempo es implacable, porque me espera todos los años en el mismo lugar, con la misma aguanieve y el mismo presentador diciendo que hace frío, y que en Sierra de los Padres ya nevó, alguien mandó un muñeco de nieve al Whatsapp del canal. Gracias y hasta mañana, los dejamos con la repetición de una trama que ya pasamos ayer. Tal vez sí soy la peste, asediada por kronos, buscando una novia de alquiler que me saque a descubrir que no todas las cosas y los vínculos se van extinguiendo.

 

****Esto fue una especie de carta de recomendación de libros que estoy leyendo, nada que ver con literatura del yo. Para música de fondo no pude dejar de pensar en la siguiente melodía atemporal, deliciosa y que todavía genera  alguna expectativa psicodélica:

************************Consigna: sonar como el Maharishi bajando del Everest, o volviendo del barrio Rivadavia, cualquier noche de estas de aguanive / aguafría**********Humildemente, juan******************************+

Morir de la poesía

 


 Y acá empieza una serie de versos y termina todo,

porque una tarde de otoño,

y no puedo mentir con esto,

me convocaste repitiendo

esa palabra destinada al fracaso

 

Me convocaste y desde entonces

que no como ni duermo nada,

me siento enfermo

y muy preparado

para que me abandones por última vez

 

Admito mi parte de culpa

y no lo puedo evitar,

vos tampoco,

congelame para siempre

así puedo seguir

 

Viviendo de vos…

Muriendo de vos…

 

 

Y en este intermedio Roberto Bolaño me remata contra el paredón, un jueves a la noche, en la vereda de siempre, del siempre barrio Rivadavia, de la siempre Mar del Plata:

“Ahora la desconocida vuelve a desaparecer. De nuevo adoptas la apariencia de la soledad”

 

Mi mirada está distorsionada, mucho,

pero no tengo el talento;

el verdadero miedo es caer en la locura

y que nada sea intenso,

volverme loco gratuitamente,

sin que mi pasión signifique algo

 

Las hormigas pasan brillando,

las veo y no las puedo seguir,

me quedo opaco en un costado

y no hay redención posible

 

Siento que mi pecho colapsa,

mis manos son dos rocas,

la garganta es amianto,

los testículos, tomates podridos

 

Nada de lo que diga podrá

ser usado en mi contra

porque nada de lo que diga

será usado por nadie, nunca

 

Hay un solo cuerpo

con demasiadas cicatrices,

hay ojos que arden de rabia

por vivir lo que no querían

 

Un lobo del mar camina por el puerto

y nadie lo extraña…

Alguien le tira un pescado,

él come llorando,

vuelve la noche,

descansa en el mar.

 

Una charla por el norte…

Escucho el quejido de un motor helado por la noche, frente a un mar congestionado. Dos mariposas grises cruzan el pluvial, perdieron el rumbo, las engañó el reflejo de la luna sobre las bolsas amarillas que flotan en el agua estancada.

Espero que deje de agonizar el otoño, pero que no muera. Todavía le quedan noches por aniquilar. Dos personas fuman porro en la parada del 55. Es tarde, casi nada flota sobre las anaranjadas olas asfálticas de la avenida Camet:

-          ¿Sabías que Camet fue intendente de la ciudad?

-          ¿Posta? ¿Camet era un tipo de verdad?

-          Y yo qué sé, supongo. Pasame el faso.

Hace algo de frío, dos abismos se disputan la inmensidad del futuro.

 

El siguiente es un fragmento del poema que le escribió Silvina Ocampo a su hermana fallecida, Victoria. Siempre tuvieron una relación compleja, al parecer. ¿Pero qué relación no es compleja? ¿Qué relación merece terminar en unos versos?

“Tengo los cajones llenos de cartas

que nunca te mandé.

Pero ahora como un castigo

de no haberte mandado

las que podía mandarte

no encontré tu dirección…

No la encontré en ninguna parte.

Te digo la verdad.

Y me contestarías:

-          Como siempre…

Pero esta vez, dios mío,

no me ofendería.

No tengo tu dirección ahora tampoco”.

 

Ahora que miro el techo del baño, porque

es necesario mirar ese techo mohoso

y tomarse un respiro,

toneladas de aire impulsado desde el río aéreo

del Amazonas.

Cientos de partículas subatómicas expandiéndose

dentro de un cuerpo que tiene que estar dispuesto,

darle espacio a su nuevo estado,

recibir lo dado y hacer energía con lo que se tenga

y ya…

Debo intentar algo parecido, pero es difícil.

A veces, muy de vez en cuando,

siento el corazón y lo pulmones

muy cerca de la boca,

queriéndose salir del cuerpo,

no lo puedo controlar.

Estoy paralizado y no me salen las palabras,

camino ciego y descalzo hacia un pozo

del que no voy a salir más.

Y lo sé, lo sé muy bien,

perdón especie,

Homo erectus,

no voy a evitarlo,

ya no quiero respirar hacia el techo

 

Caigo profundo, vuelo mirando hacia arriba…

moho

- sonido de un cuerpo rebotando en la nada -

 

 

Te ves como yo, en el reflejo. Como nos describe Bolaño: “Una estatua que a veces sueña con volver a encontrar / el amor en una hora inesperada y terrible”

 

Última noche…

Una noche más y me voy, sí,

no te preocupes ni cocines el estofado,

pido eso y solo eso, una noche más,

con sus fuertes vientos, sus envidias,

su cara lavada,

con ese sabor a caldo viejo,

su gusto a mar de puerto

y su vida de vagón abandonado

 

Un pueblo semi vacío donde

se escuchan los renacuajos

y sus disquisiciones,

la pisada de un puestero,

una huella en la luna del llano

 

El horizonte perdido, una noche más pido,

el rocío que flota, se hunde

en el laberinto de yuyos,

los gritos de dos amantes acabando,

la vida equivocada de un fantasma

caminando hacia la colina

 

Eso te pido y me voy, de verdad,

una última noche,

- La tableta para los mosquitos

consumiéndose hasta el final,

como la vela de fin de año –

en tu habitación.

 

“Epílogo y moraleja: morir es más importante que leer, pero dura mucho menos” (este último verso pertenece a Roberto Bolaño y, también, al final de este texto)

 

*Todo lo que, seguramente, se pueda disfrutar mucho mejor con una música de fondo adecuada:

************************Humildemente, Juan, desde el mismo mundo que el tuyo. Nos encontramos por ahí, cuando quieras****************************

Sin título


La verdad es que perdí toda la tarde haciendo una lista de posibles títulos para esta publicación. Porque está haciendo mucho frío en las mañanas y en las noches del barrio Rivadavia – y calculo que en todo el mundo también, porque ya saben eso de que tu rancho es una especie de resumen del universo, que no sería más que un rejunte de ranchos sin distanciamiento social – y se me suelen entumecer las ideas. Además, sigo con la imposible misión de vender mi libro de poesía PARA MORIR UN DOMINGO (lo pongo en mayúsculas para advertirte que me lo podés pedir en alguna de las redes sociales o en este mismo blog, que yo te lo alcanzo a cambio de $300p). Entonces, debería llamarme a silencio y seguir trabajando en el próximo proyecto de escritura, que está al caer. Pero algo tengo que dejar este jueves, como todas las semanas, para que haya una cosa más para ser ignorada en estos insurfeables espacios digitales, diseñados estratégicamente para hacernos un poco más insoportables. Aquí van, entonces, los posibles títulos para un artículo imposible, que vaya a saber si alguna vez existirá:

 

-  Mañana armamos uno

- Ahora, me cago

- Este texto es un borrador

- Muy interesante, esto no

- No se puede ayudar a todo el mundo, a menos que dejes de ser tan pelotudo

- Puede que esta noche no vayas a coger

- Es verano, pero en otra parte

- Lavarse las manos antes de saltar por la ventana

- Memorias de un tipo que perdió una parte del cerebro

- Esa mano negra que da miedo

- Esa mano blanca tan sospechosa

- Un día en la vida de cualquier persona que cruza la avenida Jara

- El último día de una persona que no lo sabía

- Pasarse de largo y no frenar

- Dar vuelta en la esquina para no chocar

- El dedo invisible del Mercado

- El puño invisible del Poder Judicial

- Un intendente en apuros

- El caso del concejal que cagó en su despacho

- El país que pensó que lo tenía todo

- Un perro que no supo cuál era su día

- No te dejes desinflar

- La poesía es un artefacto raro

- El día en que el mundo dejó de girar

- No te abandones, dejá que lo hagan los demás

- Sueño de una noche de pesadillas

- No has ganado nada y mañana será igual

- A sus plantas rendido Bill Gates

- Diez pasos para dejar de tomar tanto mate

- Conoce mejor a tu peor amig@

- Por qué la Real Academia Española sigue existiendo

- Diez tips para soportar el programa de Viviana Canosa

- Por qué la tele sigue con los mismos programas de siempre

- Cómo hacer cine para vender a Netflix más rápido

- Consejos de un discípulo de Charly a un fanático de Gombrowicz

- Ideas para no casarte

- Las partes que olvidamos a propósito

- Mejor hacerse el boludo

- Esta es una nota paga

- Lo siento, no puedo decir la verdad

- Herramientas para vender un buzón

- Manipulación para principiantes

- El caso del tipo que era un fracasado y ahora triunfa en Miami vendiendo pepinos

- Cómo sobrevivir sin Zoom

- Contagios por Whatsapp ¿mito o verdad?

- El tiempo es una joda

-  Sobrevivir a una fiesta clandestina

- Mmmmm…

 

Esas fueron algunas de las propuestas que agradezco a unos cuantos amigos de por acá nomás, que se coparon con la propuesta de hacer una lista para ayudarme con el título de la nota/reflexión de hoy. La verdad es que varias de esas propuestas merecerían unas buenas parrafadas, con cerveza de por medio. Es más, podrían desembocar en algo bastante interesante. Pero hoy me quedo con la propuesta en sí. Titular es nombrar y es marcar un rumbo, poner una rúbrica que servirá como buque madre del paseo en el mar de arcos argumentales. Después habrá que mantenerse a flote, pero esa especie de timón resulta fundamental para no perder el camino a Ítaca – una referencia obvia a la vuelta a casa de Ulises, con esposa tejedora empedernida y pretendientes escaviados muy calientes -. Al menos lo es para mí. Por eso, para hoy se me ocurrió socializar el título y escuchar qué cosas les pasan por sus cabezas a las personas que tengo cerca. Tal vez no haya una conclusión clara, porque a lo mejor no hace falta. Basta con que el ejercicio sirva para juntarnos una vez más en un mismo texto. ¿Pueden servir para eso las cosas escritas? Por supuesto que sí, la escritura es un hecho social, que tiene vida porque no está aislado, porque recoge cosas que están por ahí, dando vueltas en las veredas de la ciudad, en las calles de tierra de la ciudad, en las esquinas olvidadas de la ciudad, entre los cuerpos mal tratados de la ciudad, entre las injusticias perpetradas por la ciudad. Así lo pienso, mientras escribo en este atardecer congelado del cruce de siempre, mirando el bache de siempre, en Francia Y Garay. Ojalá que nos podamos seguir encontrando en cada palabra, en cada texto, en cada idea, en cada giro del lenguaje, y que eso nos proponga una apertura hacia algo mucho mejor de lo que nos toca vivir hoy en todo el mundo. ¿En qué título estarás pensando, lector / lectora / lectore?                                             

 

****Recordatorio: todavía tengo ejemplares de mi libro de poesía PARA MORIR UN DOMINGO, que lo podés adquirir solicitándomelo por cualquiera de las vías disponibles (redes sociales, blog, señales de humo, aplauso). El servicio es un delivery de poesía, que te llega a tu casa – o donde quieras – por tan solo $300arg, en lo que es una verdadera ganga. Mientras, sigo escribiendo desde el barrio Rivadavia, porque no me sale otra cosa…Y para escuchar de fondo de la lectura, va este temita que se llama la gallina, y que se aguanta cualquier apocalipsis:


******************Humildemente, Juan**********************************Con las calles cruzadas y los pies congelados****************¿Intentaron comprar una palta? Ya verán****************Sean felices, dentro de lo posible************


El príncipe de Persia

Saltar, pasar en zigzag. Supongamos que un príncipe Persa cierra los ojos mientras le cae una bomba en el medio de la cabeza, y todo estalla...